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Me desvirgaste… cabrón

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Sabía que yo era su amor platónico porque así Rose Mary se lo había expresado a unas de mis asistentes en el departamento de contabilidad y desde que la conocí a la edad de los 18 años, sentí que a esta chiquitita de solo 1:50 metros o algo así, mantuvo algo así como un “crush” conmigo.

Rose Mary trabajaba en ocasiones indirectamente conmigo, pues su padre tenía una oficina de contaduría publica y ella por ese tiempo estaba estudiando en la universidad esa misma academia para continuar ese mismo legado que establecía su padre. Ellos nos daban servicio de auditoria en varios sectores de la compañía. Realmente solo la miraba unas tres o cuatro veces al año, pero podía sentir que esta niña siempre intentaba acercarse o estar en contacto conmigo. Una vez me invitó a cenar y como plática ella me preguntó ¿por qué no me había vuelto a casar? Todas nuestras conversaciones fueron de ambiente laboral y esto se salía de la norma, pero todo se conllevaba con mutuo respeto. Ese día en forma de broma le dije que me volvería a casar sí en todo caso ella me aceptara como su novio, a lo que correspondió con otra broma: Mire lo alto que usted es y yo a la par suya parezco su llavero.

La verdad que Rose Mary era una chica muy petit, que apenas me llegaba al hombro vistiendo zapatos de tacón. Pero la verdad que era una chica atractiva de carita alargada y unas cuantas pecas en su rostro de piel clara. Siempre llevaba el cabello largo con esos flecos a los lados y regularmente usando anteojos oscuros. Se vestía recatadamente, nunca groseramente provocativa, pero si dijera que algunas veces con un toque de sensualidad. Su cuerpo petit estaba bien proporcionado en un balance de sus pechos redonditos con un culito también redondito que se podía apreciar cuando usaba esos pantalones ejecutivos. No debería de sobrepasar las 110 libras cuanto mucho.

Anécdotas con esta niña tengo algunas, pero lo que les quiero relatar es lo que sucedió en esa época de navidad del año del 2004 cuando yo tenía mis 37 años y esta linda niña acaba de cumplir sus 21. A esa edad, ella se había convertido en nuestra auditora y era muy buena, al punto que con su padre ya no había comunicación y sus asistentes le doblaban su edad. Se acababa de graduar pero continuaría para adquirir una maestría en el mismo ramo. Sus invitaciones a cenar o almorzar las tomaba como parte comercial en agradecimiento por continuar con su compañía de contabilidad, aunque también sospechaba lo que relaté anteriormente, pues podía sentir esas feromonas que se fundían a las mías.

En aquella cena Rose Mary quería asegurar cuatro años más de contrato, lo que ya era todo un hecho, pues veníamos funcionando con ellos por los últimos 12 años. Todo estaba consultado al punto que para aquella cena solo estábamos los dos y el contrato lo habíamos dejado en la oficina. Terminamos la cena y Rose Mary quien conducía, iba feliz y alegre pues aquel contrato suponía varios de cientos de miles de dólares para su compañía. El contrato lo habíamos dejado en mi escritorio y solo era de volver, firmarlo, darnos la mano y cada uno para su lado a seguir celebrando aquellas fiestas de fin de año.

Entramos al edificio de mi oficina, caminamos escuchando los ecos de nuestro pasos, pues no había nadie por ser horas de la noche y porque pocos trabajan para estos días. Abro la puerta de mi oficina y firmo el contrato y se lo extiendo a Rose Mary. Me da la mano pero nos quedamos mirando a los ojos y no sé cómo pasó pero nos dimos un beso que parecía no tenía fin. Obviamente me tuve que agachar para saborear sus labios que tenían el sabor de la copa de merlot que Rose Mary acababa de degustar. Yo sabía que quería más y bajé por su cuello mientras mis manos se posesionaron de ese culito redondito y solo sentí su aliento haciendo ruido en mi lóbulos, pero igual sabía que Rose Mary era presa del miedo o nerviosismo, pues sentía un temblor en su cuerpo. No sé cuanto duró ese primer beso y nos mantuvimos besándonos por largo tiempo y ni yo supe cuando la tenía sobre mi escritorio donde estaba el contrato. Realmente no supe cómo le desabotoné los botones de su blusa, pero de repente me encuentro con sus pechos redondos y duritos y comencé a mamarlos. Me encantaba ver esos ojos de niña viviendo los placeres de esta lujuria y mientras le chupaba los pezones sobre sus pantalones negros ejecutivos le sobaba esa panocha que en ese momento sabía me iba a comer.

La verdad que solo oía sus gemidos, esa respiración profusa que solo te incita a continuar. Le chupaba su conchita sobre el pantalón, pero por la tela, sus jugos vaginales manchaban ya el pantalón y esta niña suspiraba, gemía al sentir el calor de mi boca por sobre esos pantalones en medio de sus piernas. Su primer orgasmo fue de esa manera, presionando mi boca por sobre sus pantalones y sentí esa vibración de su cuerpo y como eventualmente movía su pelvis para sentir ese calor de mi boca. Quería sentirla más cerca y fue cuando ella me dijo: “No”.

¿Cómo uno se puede detener viviendo todo eso? La verdad que aquel “no” me pareció a un sí. Le quitaba sus pantalones mientras ella me arañaba la parte posterior de mi cabeza. Como pude la sujeté y le quité su pantalón negro ejecutivo y quedaba con un cachetero blanco que estaba empapado de sus secreciones y mi saliva. Sentía su sexo vibrar, cómo olía y cómo vertía esa miel que se podía diferenciar de mi saliva… sus jugos vaginales eran gruesos y, los saboreé sobre ese calzón cachetero. Se vino una segunda vez, aunque Rose Mary me decía que parara. Como podía parar en estas circunstancias… mi verga estaba a mil y esta chica seguía gimiendo de placer, pues no podría decir que era algo diferente. En ese escritorio y sobre ese contrato le asomé mi glande y se lo he hundido todo y Rose Mary gritó: “Me desvirgaste… cabrón”. – Parecía una batalla o un terremoto, pero quizá por estar exhaustos en esa lucha, terminábamos relajados. Su panochita y la cual sangró expulsaba mi esperma y verdaderamente la recuerdo bien apretada. Esa noche le rompí el culo y por primera vez esta linda chica de pecas en su lindo rostro me mamaba la verga. Rose Mary, me dijo días después, que la había desvirgado y que no creía cómo mi verga había entrado por todos los agujeros mencionados. Aquel día quizá por el miedo a su reacción, solo me corrí cuando parecía que se venía por el culo… si que le di una verdadera y potente culeada.

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