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Me prestó a su esposa
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Tiempo de lectura: 7 minutos

No creí que me fuera a aceptar el trago que le estaba ofreciendo, sobre todo por la forma en que nos habíamos conocido hoy por la mañana. 

Llegué a la oficina de tesorería un poco después del almuerzo, era una visita rápida, solo pagar la cuenta del agua de casa y listo, luego a seguir con mi vida como cada día.

Al entrar al edificio giré a la izquierda con rumbo al área de cajas, había algunas personas antes que yo, de los diez mostradores destinados a pagos sólo estaban en función cuatro.

Tomé mi turno y ubique donde estaba instalado el módulo que me tocaba.

Fue grato ver la persona detrás del escritorio

Desde que la miré su sonrisa me cautivó, estaba sentada detrás del mostrador y parecía que atendía a cada cliente con esa sonrisa tan encantadora.

Se miraba muy sensual en su uniforme, un saco, blusa y falda ejecutiva.

Es una mujer en sus cuarenta y tantos años, de facciones finas, proyecta seguridad y eso para mí es algo muy sensual.

Por fortuna para mis ojos la solo hay una impresora en la oficina, está en la parte trasera y cada vez que mandaba a imprimir algo se tenía que levantar y caminar por los papeles, por supuesto mis ojos no podían dejar de mirar su trasero. Sonreí al tratar de adivinar el color de su ropa interior, su pelo corto me hizo sonreír de nuevo pensando en la manera que podría jalarlo mientras estaba detrás de ella.

Cuando tocó mi turno en el letrero frente a su escritorio leí su nombre en una placa: Pauletta.

Pude notar una argolla de matrimonio en el dedo anular, guardé mis intenciones en lo más dentro de mí -aunque siempre existe la posibilidad, me miró a los ojos y preguntó cómo podía ayudarme. Guardé para mi la respuesta que pensaba en secreto y le expuse mi caso.

Me atendió de la mejor manera, un trato cortés y muy profesional, una pequeña charla en lo que los recibos estaban listos. Al final me cobró y con la mejor de mis sonrisas me despedí de ella.

—Puedes leer la información para ver que esté correcta.

Yo no le hice mucho caso y solo doble el papel dándole las gracias por su atención tan puntual.

Cuando llegué a mi automóvil noté que el recibo estaba hecho a nombre de otra persona por lo que fui de nuevo dentro de las oficinas para tratar de remediar el error.

Me mandaron a la oficina de la encargada que luego de unos momentos me dejó solo y salió buscando a la persona que había hecho el recibo.

Cuando volvió a entrar venía con Pauletta que estaba molesta conmigo por el regaño que le había puesto su jefa y que atribuyó que yo fui el culpable de ese regaño matutino.

Se transformó en un instante, de pronto pasó de ser una muy atenta y cordial persona para convertirse en un segundo en un huracán cargado de furia. Una furia dirigida a mí.

—¿No sabes leer?

Yo sentí hervir la sangre por la forma en que ella me hablaba, pero por alguna razón sonreí y traté de contestar lo más calmado que pude.

—Sí, sí sé leer.

Mi calma pareció enfurecer más a Pauletta, yo solo sonreía un poco mientras ella seguía casi gritando, la verdad es que no sé porque se molestó tanto, digo un error a cualquiera le pasa y es una cosa simple de arreglar, solo hay que cancelar ese recibo y hacer uno que lo sustituya.

Estaba enfurecido, pero eso no quitaba de mi cabeza las ganas de follarla, no se habían ido ni un segundo, al contrario habían crecido exponencialmente con la actitud de Pauletta, yo quería calmar su furia irracional en un intenso juego sobre el colchón. Pero ahora sí que estaba seguro que ella no iba a querer ni que me le acerque.

Cuando por fin salí de ahí ya casi eran las tres de la tarde entre en un bar a media cuadra del edificio y fui derecho a la barra a pedir un trago que me refrescar a la garganta, estaba terminando mi bebida cuando ella llegó y se sentó a un lado mío, dejó su bolsa sobre la madera brillosa y volteo a verme con cara de pocos amigos.

Yo solo le sonreí, no le pregunté no le di la oportunidad de decir que no, solo le dije:

—Te invito un trago.

Pauletta se contrarió un poco, pero solo dijo:

—Gracias.

Pedimos una segunda ronda en medio de las risas. Estaba relajada y cómoda con mi compañía, reía con mis tonterías y me contaba parte de lo que la había puesto tan molesta.

La invité a comer, pero me dijo que estaba esperando a alguien.

Me despedí poniendo como excusa un compromiso inventado.

Pero ella me detuvo tomando mi brazo.

—Mira ahí viene mi marido.

Imaginé una escena, tal vez estaba ahí conmigo solo para darle tiempo de que él llegara y desquitar el coraje de otra manera, así que le prepare para una nueva discusión.

Su marido apareció dentro del local, buscó con la mirada a su esposa y cuando la encontró comenzó a caminar hasta ella.

Venía bien vestido, es de su misma edad, un tipo bien parecido y por lo que pude notar muy educado, lejos de enojarse, estuvo muy cordial, Pauletta me presentó con él y luego de algunas frases de cortesía aceptaron mi invitación a comer.

Salimos de ahí con rumbo a una taquería que según su eslogan hace los mejores tacos de la ciudad. Pedimos de comer tacos de bistec para mí, al pastor para él, Pauletta eligió un plato surtido; carnaza, pastor, bistec y barbacoa.

La verdad que su publicidad no mentía, los tacos son deliciosos.

Su propuesta me tomó totalmente por sorpresa:

—Mi esposa me contó que desde que te vio hoy por la mañana se le antojó algo contigo, ella notó cómo la mirabas y como te la comías con los ojos cada que se levantaba por algún motivo.

Te queremos incorporar a nuestra fantasía; queremos hacer un trío y esperamos que sea contigo.

No lo pensé, mi respuesta fue instantánea.

Fuimos directo a la camioneta, ahora me parecía prudente el porqué la estacionó tan lejos y no en uno de los tantos lugares disponibles cercanas al local.

Subimos los tres en el asiento posterior Pauletta marcaba el ritmo primero buscó a su marido, Charles comenzó a besar su cuerpo, pude notar como ella se estremecía cada que besaba cerca de su cuello, sin querer me daba un mapa de geografía, donde le gustaba más cada beso, cada caricia…

Estiró sutilmente una mano hacia mí en una clara invitación para que me uniera a ellos, Charles besaba por un lado y yo por el otro, si él besaba sus piernas yo besaba sus senos, luego cuando él subía yo bajaba.

El ruido de un auto cercano al encender el motor no nos detuvo, al contrario esa era una parte muy importante de la fantasía; la posibilidad de ser descubiertos, de que alguien pudiera nos observar solo aumento la excitación dentro de la camioneta.

Tener sexo dentro de un vehículo es apasionante, me gusto la sensación del aquí y ahora, el instinto animal de follar sin importar nada más.

La posibilidad y el morbo de que alguien te vea, la intimidad de escuchar los gemidos, el olor, el placer desmedido dentro de ese pequeño espacio.

Pauletta en esos tenía su falda enroscada hasta la cintura, su blusa había quedado en el respaldo del asiento delantero, sus bragas las tenía yo, en ese momento las tenía sobre mi dura polla, antes las había llevado a mi nariz; las había aspirado con el anhelo de impregnar mi olfato con su aroma el olor a hembra es tan excitante, las había llevado a mi boca para probar los jugos derramado sobre la tela…

Ahora Pauletta estaba montada sobre Charles, subía y bajaba sobre él mientras yo los miraba.

Esa era parte de su fantasía, tener sexo dentro de un vehículo mientras un tercero los miraba. Más tarde Charles miraría mientras yo era quien disfrutaba en la piel de Pauletta.

Comencé a besar sus tetas que subían y bajaban al ritmo que imprimía, pude ser testigo y partícipe de su intimidad, de su fantasía. No había mucho espacio pero eso no importaba con la calentura que traíamos.

En un momento ella se detuvo, se aferró a las piernas de su marido, gimió de una manera que hizo endurecer aún más mi polla.

En cierto momento Pauletta se reacomodo en el asiento, se inclinó de tal forma que ahora mi falo estaba a milímetros su boca, pude sentir la calidez de su aliento sobre mi dureza, la suavidad de sus labios mientras me besaba, la humedad de su boca mientras lo introducía poco a poco pude notar su lengua experta enredarse y acariciarme por completo. Sí, es una experta en dar placer, pude ver los ojos de Charles sobre nosotros, su mirada era de placer pude notar como disfruta ver a su esposa dar placer.

Me miró y sonrió como diciendo: solo disfruta.

Eso fue lo que hice mientras Charles se pasaba al asiento de adelante y arrancaba el vehículo.

El viaje fue corto, llegamos a un motel cercano y rápidamente subimos los tres hasta la habitación.

Pauletta por delante, me encantó admirar de nuevo ese culo, ahora subiendo por las escaleras, ahora sin los estorbos de la ropa, ahora solo con su falda enroscada por la cintura fue un lindo detalle que la dejara así, tal como la tenía unos minutos antes dentro de la camioneta. Charles fue quien la siguió.

Cuando entre en la habitación Charles me ofreció a su esposa.

—¡Es toda tuya!

Quiero verla gozar.

Luego solo se sentó en una silla junto a la puerta y se dispuso a observar.

Tome a Pauletta por la muñeca la ayude a levantar y con mi mano la hice girar sobre su eje.

Admire su cuerpo en esa vuelta le di un pequeño giro más y jale de ella cuando su espalda estaba frente a mí.

Me pegué a ella de esa forma besé su cuello por atrás y acerque mi boca a su oreja, bese su lóbulo un par de veces antes de susurrar.

—No sabes las ganas que tengo de follarte.

La dirigí hasta la cama un leve empujón bastó para que su cuerpo cayera de espaldas sobre el colchón.

Comencé besando la planta de sus pies, recorrí su planta dando pequeños besos que le causaban un poco de cosquilleo; sus dedos los lamí uno a uno mirando sus ojos.

Fui subiendo por su pierna lamiendo su espinilla, mordiendo su rodilla, besando su muslo; aspire el aroma que emanaba de su entrepierna pero me fui de largo hasta bajar repitiendo los besos por la otra pierna.

Cuando volví cerca de su entrepierna pude notar que su respiración había cambiado, ahora quería mi lengua sobre su humedad, deseaba sentir mi boca sobre sus labios.

Ese primer beso fue magia, el sabor de sus jugos, el pequeño gemido escapando por su boca, la mirada atenta de su marido no deje de lamer, morder y succionar hasta que ella me lo exigió.

—"Quiero que me folles"

Sus palabras me endurecieron aún más de lo que estaba. Le di vuelta, quería penetrarla viendo su culo jale de sus piernas hasta dejar solo la mitad de su cuerpo sobre el colchón y sus piernas sobre el suelo.

Luego la fui abriendo lentamente, empujando cada centímetro de mi verga dentro de ella, sintiendo como se abría a mi paso.

Me quedé quieto un instante cuando mi daga desapareció por completo, su culo, su espalda, su pelo, todo es hermoso, toda esta dispuesta a divertirse.

Comencé a moverme buscando el ángulo correcto, entraba y salía mirando sus reacciones.

En este punto Charles ya estaba junto a nosotros, se había sentado en la cama al lado de su amada, sostenía su mano mirando sus ojos mientras yo empujada desde el otro lado. Se besaban, se miraban y sonreían, Charles le ofreció su daga y ella la tomó con su boca, lo metía y sacaba de su boca al ritmo de mis arremetidas.

—¿Charles estas así de duro porque tengo tu polla en mi boca o porque estás viendo como me follan?

No sé quién se corrió primero, solo sé que cuando los tres terminamos Pauletta estaba llena por ambos llena de lefa en su rostro y culo.

Fui su juguete un juguete que sirvió a ellos como y cuando ellos quisieron.

Un juguete que ya estaban pensando usar de nuevo.

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