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Mi primo, el doctor (parte 2)

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Después de que mi primo comenzó a desabotonarse la camisa,  me levanté de la cama y le ayudé a desvestirse, quitándole su bata blanca de médico y desabrochándole el pantalón. Traía un bóxer ajustado color negro, que dejaba ver un gran bulto que ya estaba marcando un poco de precum. Yo me agaché un poco para rozar con mi cara y con lengua su paquete, mientras acariciaba su pecho y abdomen con mis manos, pellizcándole suavemente sus pezones y mordisqueando ese bóxer para seguir excitándolo.

Mi primo puso sus manos sobre mi cabeza empujando despacio, con lo que entendí que quería. Así que le bajé sus bóxers y saltó sobre mí un miembro grande y venoso, y me abalancé sobre él dándole una fuerte mamada. Lo comí por completo y con mi lengua lo recorría de arriba abajo. Mi primo gemía de placer y sus manos marcaban el ritmo que quería. Sabía riquísimo y yo estaba feliz: le estaba comiendo la verga a mi primo hetero, al doctor, al que siempre me había gustado pero que nunca creí que pasaría algo más.

Pronto bajé un poco más y chupé también sus bolas para volver a llevar a mi boca todo su pene. Mi primo me levantó con sus brazos fuertes, y me aventó sobre la cama. Al caer en el colchón yo solo le abrí las piernas y él se lanzó sobre mí como animal desesperado. Comenzó a besarme el cuello y las orejas, respiraba fuerte y jadeante sobre mí. Y en eso dijo algo que me encendió: “no sabes las ganas que provocaste en mí, primito. Te voy a comer por completo”.

Sus labios bajaron a mi vientre hasta llegar también a mi verga que rápidamente comenzó a chupar también, mientras con sus dedos comenzó a jugar con mi rayita. Pronto encontró mi ano y lo comenzó a acariciar haciendo fuertes círculos alrededor que presionaban con suavidad y me excitaban. Levantó su rostro y siguió besándome el cuello de nuevo, y por detrás de las orejas, y de pronto sentí, como entraba uno de sus dedos dentro mi hoyito, que hizo que soltara un fuerte gemido. En eso mi primo me dijo al oído: “espérate que es solo el inicio, falta la inyección que te voy a dar… o no la vas a querer?” yo estaba que explotaba, con mis manos le acaricié la nuca y girando un poco para verlo, le dije “métemela y hazme todo lo que quieras doctor” y le lancé un beso, que, para mi sorpresa, respondió con intensidad.

Mi primo estaba besándome y metiendo su lengua en mi boca, lo hacía con maestría y sus dedos ya eran dos y luego tres adentro de mí. Yo jadeaba de placer. De pronto se levanta, con sus manos fuertes me abre las piernas, se echó saliva en el pene, puso otra más en dos de sus dedos y comenzó a untármela en el ano. Yo levanté mis piernas sobre sus hombros y mi primo me sonrió tan sexy diciéndome “ya te la sabes eehh… vas a gozar” y comenzó a metérmela muy despacio, abriéndose camino dentro de mí. Yo lo empujé hacia mí para besarlo de nuevo y le dije: “yo siempre te he tenido ganas y hoy me estás haciendo muy feliz”. Alfredo me contestó: “con esto te vas a curar de todo baby” y me la metió por completo. Yo grité de dolor y placer. Mi primo se enderezo un poco y comenzó a darme duro. El mete y saca fue de un buen rato. Sus embestidas eran fuertes y con sus manos me empujaba de la cintura hacia él.

Después la sacó por un momento, me abrazó fuerte y me giró para ponerme en cuatro y volver a penetrarme. Sus manos empujaban mi espalda hacia abajo y yo levantaba mi culo para acercarme más a él y apretarlo. Los dos gemíamos y jadeábamos. Estábamos sudando mucho. Me jalaba del cabello y me daba duro.

Ahora era mi turno. Me quité y se sorprendió, creo que no lo esperaba. Volteé a verlo, lo miré fijamente a los ojos, me veía sin saber qué seguía. Yo sólo sonreí con picardía y lo empujé a la cama, dejándolo boca arriba para poder sentarme sobre él. Así lo hice y empecé a cabalgarlo. Me metí su verga rápido y él con sus manos me apretó fuerte la cintura y me dio unas nalgadas mientras yo seguía rebotando y gimiendo. Alfredo riéndose me dijo: “oye sí eres una putita eee”. Yo me incliné hacia él para callarlo con unos besos y le contesté: “pero bien que te está gustando”. A lo que los dos nos reímos.

En eso, levanté un poco mis rodillas, sin sacar su verga dentro de mí, para poder quedar en cuclillas sobre mi primo y que así me entrara más y ambos sintiéramos más placer. Puesto así comencé a flexionar un poco más mis piernas, subiendo y bajando. Con mis manos estiré las suyas detrás de su cabeza para ya no dejarlo que me tocara. Él solo contemplaba con sus ojos cómo yo, su primito consentido, escurriéndome el sudor en mi cuerpo lampiño, me deleitaba con su verga que entraba y salía de mi culo. Y yo, podía verlo a él, con su cuerpo de dios griego, fuerte y musculoso, jadeando de placer debajo de mí. En eso me gritó: “me vengo!”. Y sus manos se soltaron de las mías y se fueron a mi cintura, intentando detenerme. Yo apretaba su pecho y me impulsaba a la vez, para no dejar de brincarle. Y mientras sentí como varios disparos de leche me llenaron por dentro. Mi primo torcía los ojos y jadeaba. Verlo así me excito todavía más y quité mis manos de su pecho porque sentí que ya iba terminar también yo. Él se dio cuenta y comenzó a jalármela fuerte y me vine entre sus manos. Mi semen cayó en su abdomen y en su pecho, y un poco llegó hasta su cuello.

Cuando nos pasó el éxtasis, nos miramos fijamente con complicidad. Yo todavía tenía su pene adentro de mí. Me incliné hacia mi primo para limpiarle su cuello y su pecho con mi lengua, y cuando terminé el me levantó el rostro y nos fundimos en un beso y nos abrazamos.

Después de un rato, acostado ya sobre su pecho y acariciándonos mientras nos reponíamos, volteé a verlo y le pregunté: “les vas a decir a mis papás que ya me curaste?”. Él me regaló la sonrisa más hermosa que le he visto y me contestó: “es que todavía no te curas, yo creo que el tratamiento va tener que repetirse”. Yo respondí riéndome también y me preguntó “o no te gustó nada, ¿que ya no vas a querer?” y le contesté: “ay doctorcito, esta medicina puedo tomarla para siempre” y nos volvimos a besar.

Después nos metimos a bañar juntos para que pudiera regresar limpio a su trabajo. Pero, de todos modos, repetimos en el baño y los encuentros siguieron también durante un tiempo.

(9,00)