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Negruras existenciales

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Doña Pamela Sonsoles Espionsa era una señora que había venido a más, su marido había logrado una posición privilegiada en los negocios de basuras reciclables con camiones ecológicos de alto tonelaje, eran los Volvo FH16. Todo el negocio iba viento en popa, que se dice. Don Arturo, el marido, a sus 56 años era el ejemplo de empresario de recogidas selectivas de basura orgánica por excelencia. Personas que se habían hecho a si mismas, doña Pamela mismo empezó limpiando y barriendo retretes, desde luego era un historial que no quería en su curriculum.

Hacía 10 años de su bonanza económica y empezó a frecuentar la sociedad más selecta, digamos. Doña Pamela era 10 años más joven que su marido, se conocieron en un vertedero municipal. De eso ya habían pasado 24 años, él era conductor de camión (el Pegaso 345-6 de resistencias manuales) que descargaba toda la basura orgánica habida y por haber. Doña Pamela ya le vio a Arturo ese aire inteligente y emprendedor. Congeniaron nada más verse. Al cabo de 24 años, ella no se había equivocado, era la señora de un empresario, con dos hijos que aún sin haber terminado sus estudios habían dejado el instituto para formar parte del negocio.

Pamela, los primeros años de su economía en auge había aprendido a vestirse, se cuidaba, de hecho iba al gimnasio, se sentía una mujer moderna, incluso había leído dos novelas sin ilustraciones enteras; en una palabra se sentía inteligente. Era una mujer de estatura generosa, de hecho sus 172 cm le daban ese aire de seguridad cuando estaba con la otra gente; de cara afelinada angulosa, pómulos marcados y boca sensual; era una mujer de cuerpo voluptuoso pero proporcionado, su marcado trasero y grandes pechos con una pequeña cintura le daban ese físico de mujer con curvas; su carne era prieta sin signos de celulitis. Estaba orgullosa que a la edad madura y con dos partos conservar dentro de la medida su cuerpo.

Pamela hacía cinco años que había cambiado su vida sexual, cuando contaba 40 conoció a Vanesa en el gimnasio, una mujer de su edad también esa conversación aún la tenía en mente.

— Esta noche salgo, si quieres venirte, así no te aburres con tu marido de viaje y eso — dijo Vanesa.

— Bueno, no sé… donde podríamos ir, por ahí, dos mujeres casadas… — contesto Pamela.

— Qué moralista eres, mi marido tiene turno de noche en el hospital y quiero aprovechar — dijo Vanesa.

— ¿Qué es lo que vas a aprovechar?

— Ir a un local de stripers man, boys

— Nunca hubiera creído que tú… — contesto Pamela

— Pues si, de tanto en cuanto me hago algún homenaje, y tu deberías hacerlo, no creo que tu marido te tenga muy bien servida.

— Bueno, él está ocupado, el negocio… — contesto Pamela.

Esa noche salieron y acudieron a uno de esos locales, ante la estupefacción de pamela los striper bailaban con movimientos sensuales y provocativos, cuerpos esculturales, Pamela se sentía incomoda y al mismo tiempo atraída; Vanesa por su parte estaba en su salsa, aplaudía, miraba, les echaba vitores a los striper, Ante la estupefacción de Pamela el principal striper se desnudó por completo y jugo con su polla hasta que estuvo erecta, se acercaba a las mujeres, alguna la tocaba, otras un pequeño beso, pero al llegar a Vanesa la engulló con ganas. Al final Vanesa quiso acompañar el striper a su casa, allí él hizo hincapié que le esperaba su novia, y se lo agradecía de veras que pudieran acompañarlo.

No tenía más de 25 años, era musculoso, vigoroso, rapado; en el local Pamela había podido ver su gran polla. Pamela conducía, Vanesa detrás con el stripper. Al poco rato Pamela pudo observar por el retrovisor que su amiga aplicaba una mamada al joven, lo hacía con ganas, hubo suspiros por parte del stripper, a ratos cogía la polla con la mano y daba golpes a la cara de Vanesa. Se tensó el miembro cogiéndolo por el glande enseñando los testículos, Vanesa entendió el significado de esa maniobra, que no era ni más ni menos que una succión testicular. Aplicada Vanesa engulló testículo por testículo de forma sonora.

— Como se nota que tienes ganas de polla, las maduras sois muy putas. Aprovecha y flípala — dijo el stripper mientras miraba el retrovisor del coche sabiéndose observado por Pamela.

La mano del joven ya dedeaba el coño de Vanesa, Pamela podía oír la sonoridad del chapoteo del coño de su amiga, se sentía excitada, con nuevas sensaciones. Iba dando rodeos por las calles, casi se salta un stop.

— A la una tengo que estar en casa, apresúrate nena, te quedan 20 minutos. Aquí no tengo sitio para moverme, tendrás que matarte tu sola arriba como puedas — dijo el joven al mismo tiempo que sacaba un preservativo de su sus pantalones bajados.

En un alarde de frivolidad que ni ella misma se conocía, Pamela dijo:

— Veo que vas preparado.

— Sí, suelo tirarme a mucha tía y no sabes nunca que guarra te va tocar — dijo al mismo tiempo que se ponía el condón a una mano, con estilo y soltura.

Pamela quería guardar las apariencias y aparco en un aislado lugar de una calle solitaria. Vanesa se reincorporo, se subió el vestido y aparto el tanga. Apuntalo el glande a su coño y se dejó caer sobre él, se movió en círculos y empezó un boteo de arriba abajo. Pamela podía ver como la polla entraba y salía del coño de Vanesa, la viscosidad del tronco de la polla delataba que Vanesa mojaba de lo lindo. Lo disfrutaba. Empezaron los chof, chof, chof sonoros de la jodienda, el joven le cacheteaba las nalgotas grandes y fuertes a Vanesa, las estrujaba, cipoteaba para arriba, jadeaban.

— ¡Flípala, so puta! ¡Eres una puta guarra! ¡oh, oh, oh! ¡Qué manera de cabalgar! ¡oh, oh, oh!

— ¡Me voy…! ¡me voy a…! ¡Me Vengo! —dijo Vanesa.

Bufidos, estertores, respiración jadeante. Pamela no pudo evitar dedearse su coño ante tal exhibición, no se conocía a si misma, nunca había visto tal exhibición de descaro, ella que solo había follado con su marido. Eran sensaciones potentes.

Vanesa en los últimos boteos se la clavaba toda, los chof, chof, chof sonoros cogieron más fuerza. Bramaban los dos, jadeaban en el orgasmo. Quedaron quietos los dos, en un largo bufido. Pamela también saco su dedo mojado.

— Faltan 10 minutos, llévame a casa ya — dijo él en tono apresurado.

Pamela puso el coche en marcha y condujo mientras ellos dos se recomponían la ropa. El stripper pidió pañuelos y Pamela de su guantera saco los Kleenex. Pamela pudo observar cómo se quitaba el preservativo, en su punta había abundante semen, se limpió la polla con los pañuelos. Vanesa también cogió unos cuantos y se limpiaba el coño de forma vertical. Llegamos. El joven bajo del coche, Vanesa dijo:

— He disfrutado mucho, no me das un beso de despedida.

— ¡No! No quiero que mi novia note en mi aliento que he estado con una puta — dijo dando un portazo en las narices de Vanesa.

Para Pamela fue una experiencia fuerte, a la mañana siguiente y con su marido y sus hijos de viaje de negocios (la muestra de camiones Volvo turbo alimentados para reciclaje) en otra ciudad hizo que fuera a hacer la compra. Miró la parte trasera del coche y vio el preservativo y los pañuelos usados sobre el asiento trasero, se le había olvidado, tampoco en ese momento pensó en ello. El preservativo no habiéndolo anudado dejo semen sobre el asiento. También eran evidentes las manchas de flujo de Vanesa.

Vanesa no acudió al gimnasio en los días siguientes, le informaron que se mudaba a otra ciudad, tuvo la deferencia de venir a despedirse de la gente del gimnasio, vino acompañada de su marido, un hombre trajeado, con bigote canoso. Dijo que había sido un placer el “habernos conocido a todos los que nos gusta el Gym” remarco el gym en tono engolado. Pero habían ascendido a su marido y iba a ocupar un cargo relevante en otro hospital, recalcó que se lo merecía mirando a los ojos de perro asustado de su marido y él, por su parte en un alarde de sinceridad dijo la frase hecha manida y redundante “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”.

Matambo Sarengo Sistoteles era negro como el carbón, de complexión atlética y una envergadura que rozaba los dos metros, llegó sin trabajo hacía tres años, venía de otro continente, su única baza es que hablaba el mismo idioma. Busco trabajo, hizo de barrendero, friegaplatos hasta que llego al local “Stripper mans” para cubrir la plaza de limpiador de sala y vasos sucios. Allí donde la gerencia se dio cuenta del potencial de Matambo, al poco tiempo de estar allí la dirección le pidió una prueba de físico y tonelaje de cipote. A primera vista se dieron cuenta de que a pesar de sus 30 años era un material aprovechable, oro a pulir.

Sus 25 centímetros de pene impresionaron; era feo pero parecía guapo, esa faz salvaje podía tener pegada entre el público femenino. Fue adiestrado, y sí, ahora era el stripper por excelencia del local. En esos dos años había triunfado con sus maneras, gestos y provocaciones. Se había follado todo lo habido y por haber, demostrando un gran poderío y voracidad sexual sin límites. Según expertas folladoras era elegante cuando las follaba, dominaba con soltura la misma posición de bombeo; cuando hacía falta era sensual, pero — según una experta — no había que olvidar que era un cazador de hembras nato.

Un mes después Pamela volvió a entrar en el local que nunca hubiera imaginado que volviera a entrar, esta vez iba sola, desubicada y algo desorientada llamo la atención a Matambo, el cual hizo una pequeña observación a uno de sus pupilos, el joven Cresta:

— ¿Esa tía yo no la vi hace una temporada, justamente cuando era mi día libre y vine a supervisar la vestimenta del show?

— Sí, de hecho me acompaño a mi casa junto con otra madura, una rubia de bote achaparrada.

— ¿Y?

— Me zumbé a la otra a escape en el coche que ella conducía. Tía con ganas, no decidida, pero bien que se hizo dedo en el coño mientras me agenciaba a su amiga — dijo en tono triunfante el Cresta.

— Me mola, es maciza y parece insegura como dices, fijo que es yegua apareada que aprovecha para salir sin su mamífero conyugal.

— Sí, se nota que eres experto, hoy podrás aprovechar, tampoco hay mucha concurrencia en el show.

— Por cierto, qué tal tu novia.

— Lo lleva bien, está de 8 meses, al caer, vamos — dijo en tono orgulloso.

— La familia es lo más importante, te lo digo yo que no la he tenido — dijo en tono paterno Matambo.

El show empezó, se trataba de Mazambo y el Cresta, bailaron, fueron despojándose de la ropa; Pamela era todo ojos hacía el Cresta, la que se había ligado su amiga. Pero al ver el paso largo, la pisada fuerte de Mutambo quedó impresionada. Mozambo quedo en tanga de piel de leopardo, su piel negra brillaba en la sala, hizo movimientos contorsionadores, la poca concurrencia de la sala aplaudió. El cresta fue el primero en quitarse el slip, menear su polla y ponerla delante de la concurrencia. Pamela lo miraba de lado, se puso delante de ella con su pene semiflacido. Pamela en tono dubitativo pregunto:

— ¿Te acompaño también hoy?

— No estoy operativo nena, pero sigo sin coche, se agradece, espera al final si es tu gusto— contesto en tono chulesco.

Mozambo tenía el segundo turno de pasada delante de ellas, al estar delante de Pamela se quitó el tanga, quedo colgando semiflacida la descomunal polla y empezó a hacer el ventilador con su polla, incluso se podía notar el aire que desprendía de sus volteos en forma de aspa. Pasó a las otras, al llegar al final ya estaba en empalme generoso, volvió a ponerse delante de Pamela, el glande desafiante. No se lo pensó, Pamela lo engullo unos centímetros. La sala era un clamor aún con la poca concurrencia. Termino el espectáculo, el Cresta acompañado de Mozambo y ya vestidos en tono informal — pantalones vaqueros y camisetas veraniegas, la de Mozambo era de una marca de preservativos reconocida — y duchados se presentaron delante de ella.

— Eres muy simpática al querer acompañarme, ¿me dejarías conducir tu Volvo V60 2018 D4 190CV Automático Momentum? y de paso dejamos a Mazambo, ya que vivimos en el mismo edificio?

— Faltaría más — dijo Pamela en tono distraído y dubitante.

El Cresta se puso al volante, Mazambo en el asiento trasero con Pamela, que ya le rodeo el cuello con su brazo, Pamela pudo oler esa transpiración del cuerpo de Mazambo. Pamela llevaba un vestido negro discreto el cual le fue subido hasta dejar a la vista su tanga negro, llevaba medias negras hasta las rodillas. Mozambo le aparto el tanga y asomo una raja depilada. Mozambo la miró a los ojos y dijo:

— ¿Quieres probar un rabo de verdad?

— No… no… no… no sé… — balbuceó Pamela

Mozambo se bajó los vaqueros, una gran polla negra salió propulsada firme y tensada hacía arriba, Mozambo le agachó la cabeza y Pamela intento tragar el sable ofrecido, pero no podía acapararlo si no hasta la mitad, también era una polla de gran grosor, por lo que sus mandíbulas debían hacer un gran esfuerzo. Motambo le atenazo el cuello y lo presiono hasta que Pamela noto su faringe obstruida, le faltaba el aliento, empezó a respirar por la nariz de forma sonora hasta que le salió mucosidad. Mozambo la soltó, ella cogió aliento pesadamente. La tenía delante, ese glande negro, el tronco interminable hasta donde empezaban unos grandes testículos colgantes. Aún con la respiración jadeante Mozambo le comió la boca, su lengua era roja y salivaba. Mozambo no cabía apenas en la parte trasera.

Llegaron al bloque de pisos, una mujer rubia con una barriga prominente estaba asomada al balcón. Motambo se subió los pantalones y dijo:

— No hay nada como llegar a casa y que te esperen. ¿Supongo que vienes a tomarte algo arriba, o no, nena? ¿acaso tu marido te echara de menos…?

— No… no… sé… es… qué… bueno… — dijo Pamela.

Ya que Pamela en un arrebato de valentía había ido con ellos y nunca se hubiera imaginado ni ella misma ese arranque desinhibición se dijo a ella misma, por qué no.

Entraron en el edificio, entraron en el ascensor, Pamela estaba sudorosa, los nervios a flor de piel, Mozambo la escrutaba con la mirada, lo más destacable era el blanco de sus ojos en contraste con toda la piel negra. Pamela apenas le llegaba a la barbilla, podía ver la camiseta azul desmangada con las letras de publicidad de preservativos “Durex Love Sex”.

— Si los compras al por mayor vienen regalos — dijo Mozambo al verla con la mirada fija en la letras.

— Es la mejor marca, yo he usado otras marcas, pero la que te sientes más seguro es esa — dijo en tono profesional el Cresta.

El ascensor se paró en el tercer piso, allí ya esperaba la chica del balcón con un raído pijama, sus brazos descansaban sobre la barriga. Mozambo la saludo y el Cresta la beso efusivamente, mientras la puerta del ascensor se cerraba pudo oír a la chica:

— Otra madurona desesperada, tu compañero nunca se cansa.

Entraron en el apartamento, después de un pequeño recibidor había un gran salón con un sofá cama ya predispuesto, las luces eran tenues y de colores, el rojo, verde, amarillo y una pequeña bola en el techo, como en las discotecas que hacía girar la luz en todas las direcciones, como si se moviera. En las paredes destacaban los cuadros étnicos y esculturas de madera así como amuletos.

Le dijo que se pusiera cómoda, que iba a ducharse. Pamela se sentó en un butacón de topos, pudo ver como al lado del sofá cama había una caja de condones, un bote de gel vaginal y otro de vaselina.

Mozambo salió con poderío, se secaba con una toalla, iba completamente desnudo, imponía; su pene era una autentica exhibición de masculinidad, erecta, apuntando hacia arriba. Mozambo la miró a los ojos y volvió a hacer el ventilador con su polla delante de ella, la movía como las aspas de un helicóptero, sus testículos bamboleaban. Se acercó a la cara de Pamela y le dio pequeños toques como si de un pequeño látigo se tratara. Con soberbia dijo:

— Desnúdate, siempre me gusta ver el género que voy a usar en toda su extensión.

Pamela se desnudó, quedo frente a él sin saber qué hacer. Mozambo la escrutaba.

— Eres fuerte y robusta, tus pechos aun algo caídos son circulares, mujer con curvas, si señor.

Le paso la mano por el coño mientras la morreaba de pie, paso a dos dedos, ella empezó a gemir, la tiró encima del sofá cama y la abrió, empezó a lamerle el coño, culo, la levanto las piernas arriba del todo, iba combinando los agujeros. Cogió un condón se lo calzó a una mano y de una embestida le dejo media polla dentro. Pamela estertoreaba en esa primera envestida, fue una señal de autoridad ese ataque frontal.

— Tu coño chorrea, se nota que estás deseosa de rabo.

— ¡Sí! más, más, quiero másss!

Empezó a bombearla, adentro, afuera, en circular, de tacada lenta, paso a tacada rápida. Pamela estaba en trance, su coño chapoteaba, tuvo un squirting y después se vino en un orgasmo epiléptico acompañado de una respiración sonora:

— Ohhh

Mozambo se desenfundó el preservativo y le puso la polla en la boca, deslefó dentro. Trago, los glup, glup, glup, la delataban; como remate final Mozambo aguanto la media corrida que le quedaba y se la echo en la cara, después con su glande se la restregó quedando una masa uniforme.

Pamela pidió ducharse, no podía ni abrir los ojos, en su garganta notaba la espesura del esperma. Con deferencia Mozambo le dijo:

— Después que yo me haya duchado puedes hacerlo tú.

Así se hizo, Mozambo salió de la ducha con el pene semiflacido y entró ella, le dio la toalla que él se había secado diciendo:

— No hay porque usar más toallas si esta está limpia.

Se ducho, el baño olía a masculinidad, se quitó los restos de maquillaje con unas toallitas, al tirarlas al cubito pudo ver que estaba lleno de preservativos usados. Se sentía más mujer por lo que había hecho, regenerada, como si tuviera una dimensión más, incluso después de duchada con ese gel para piel y cabello con el 30% más en el envase. Entró Mozambo, levantó la tapa del inodoro y echo una meada generosa, salpico algo la contratapa y volvió a tapar y tirar de la cadena.

Al salir del baño encontró a Mozambo mirando dibujos animados pornográficos, le dijo que se sentara a su lado dándole una lata de cerveza. Allí en el sofá quedo adormilada y cuando se dio cuenta había pasado una hora. Mozambo se la miro y dijo:

— Te has quedado dormida… quería darte la despedida.

— Si, he gozado como nunca, tendré que irme.

— No quieres más tema, entonces…

— Si, bueno…

— Me he dado cuenta de que no tienes el culo hecho — dijo Mozambo mientras le metía un dedo en su zona anal y la morreaba.

— Lo tuyo es demasiado grande para…

— Con algo hay que empezar, y que mejor que calidad — dijo, mientras le metía otro dedo.

Pamela estaba algo molesta, pero le gustaba, eran nuevas sensaciones.

Mozambo volvía a mostrar un poderoso empalme, las venas del tronco se veían fibradas, ella capto el mensaje. Se puso en mamada. Mozambo al mismo tiempo adapto la posición para dedearle el culo, al mismo tiempo le metía vaselina en cantidades generosas, ella se quejaba algo pero era receptiva. Tras cinco minutos de mamada Mozambo dijo:

— Es hora de profanarte, los dedos veo que ya no te molestan, pero quiero hacerlo bien y se sentó en el butacón con las piernas abiertas, mostrando el pene erecto y los huevos colgantes.

— No entiendo — dijo Pamela.

— Ve combinando polla, huevos, culo — dijo Mozambo agarrándose los testículos.

— Polla, testículos, pe… pero…

— ¿No has comido nunca culo? Pues ahora lo aras, comerás culo de negrata y después intentaré encularte — dijo tajante.

Ruborizada, temerosa, pero al mismo tiempo excitada empezó a mamarle el glande, paso al tronco, chupo los huevos, eran tensionados, el le empujaba la cabeza, gozaba, todo era negrura a la vista de Pamela. Levantó más las caderas, era señal inequívoca que pedía que le comiera el culo, empezó lameteándolo por los lados, después de arriba a abajo. Mozambo le presiono la nuca y le metió toda su cara en su zona anal y dijo:

— Mete lengua a tope, como si follaras con la lengua un culo.

Así lo hizo, con ganas, podía oler el aroma de ese culo negro, parecía una cueva. Mozambo se reincorporo y en una maniobra de elegancia suprema felina la coloco a ella en posición de a cuatro, cogió vaselina, se untó su polla de ella y alineo su glande al agujero anal de ella, abriéndolo de par en par con sus manos.

— ¿No usas condón? — Exclamo ella.

— En profanaciones me gusta hacerlo a pelo.

Sin más preámbulos entro el glande, empujo, entro unos centímetros, ella se sentía dolorida, se quejaba. La saco, volvió a intentarlo, glande y unos cinco centímetros.

— ¡¡Uff, ufff!! ¡No! ¡¡Me duele!!

— Déjate llevar, no estés tan tensa, estás muy cerrada.

Volvió a envaselinar y otro intento, esta vez el glande unos diez centímetros de profundidad. Pamela hecho un alarido.

— ¡No! ¡No! Duele…

Se volvió a reincorporar, más vaselina, abrió con sus manazas las nalgas y hizo otro intento. Glande y esta vez entraron más centímetros. Otro gutural berrido.

— ¡¡Uff!! ¡¡No!! no más…

— Tendrás que apechugar con ello, ya me he cansado — dijo en tono encolerizado y ansioso.

Volvió a reincorporarse, abrió nalgas con las manos, una vez dentro unos centímetros la cogió del pelo de manera que ella tuvo que arquear la espalda.

— ¡Va a full! Apechuga con ello, aguanta como puedas hijaputa.

Tras estás tajantes palabra la empotró a fondo de una tacada sonora, sus huevos rebotaron en el culo de ella. Gritos, sollozos… Mozambo cogió su tanga de topos que usaba en el local stripper y lo metió en la boca de Pamela. Bombeó a rabiar, su cara era pura furia, le pistoneó el culo estrecho como pudo y tras unos bramidos leoninos eyaculo en el culo de ella. Pamela quedo tumbada, era un ser sin peso, el culo le escocia, notaba el sabor del tanga de Mozambo. Le habían estrenado el culo de manera salvaje.

Tardo media hora en reaccionar, estaba amaneciendo. Tenía que irse, había quedado con un operario por encargo de su marido esa misma mañana. Se vistió, Mozambo estaba recién duchado y la miraba sentado con su polla flácida. No encontraba su tanga, entonces Mozambo le tiro el suyo y le dijo:

— Me gusta quedármelos de trofeo, te lo intercambio por el mío. Cuando salgas cierra la puerta y hazme el favor de tirar esa bolsa, no tendré que bajar yo — dijo Mozambo.

Pamela salió con la bolsa, se dio cuenta que eran los preservativos usados del baño, se sentía sucia, pero una nueva mujer; apenas podía caminar, bajo por el ascensor. Abajo en el recibidor del edificio había un viejo portero y la novia embarazada del amigo de Mozambo. Algo avergonzada intento pasar desapercibida, no pudo evitar el oír “Otra puta más”.

Habían pasado cinco años y Pamelita había cumplido 18 años, en un cajón encontró una pequeña tarjeta de visita “Stripermans local” le llamo la atención y no sabía de donde podía haber salido dicha tarjeta. Sin más preámbulos un sábado por la noche la mostró a su amiga y le pregunto si se pasaban a tomar una copa. Pamelita ejercía la contabilidad de la empresa de su padre y su hermano dos años mayor que ella ya era supervisor de camiones de recogida de basura ecológica. Y el fin de semana fueron a ver el show de stripers mans con otra amiga. Se repitió la historia, pero esta vez eran tumbadas y eran gozadas dos jóvenes de diferentes generaciones por los mismos personajes. Tras su visita al local fueron invitadas al apartamento de un tal Matambo Sarengo Sistoteles y su amigo el Cresta, las dos fueron tumbadas y gozadas a partes iguales como se ha dicho. Pamelita fue pistoneada a coño abierto y sin funda, a pelo; en cambio su amiga Elena fue gozada a condón. Resultado: Pamelita al cabo de un mes se dio cuenta de la falta de periodo, es decir, estaba preñada. Matambo Sarengo Sistoteles asumió su paternidad y fue presentado a sus suegros. El día de la presentación doña Pamela Sonsoles Espionsa caía desmayada. Tuvo que ser ingresada de urgencias. Al despertar fue visitada por su hija y su futuro yerno de raza negra. Su hija fue a buscarle una botella de agua ya que su padre y hermano estaban en una convención de empresas sobre la recogida de la basura orgánica de camiones adaptados. Matambo Sarengo Sistoteles al quedar a solas con ella le dijo:

— Tu hija también come culo, aparte de haberla preñado, también le he estrenado el culo. Ya solo me falta marcaros a fuego mi nombre "Matambo Sarengo Sistoteles".

 

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