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Sorpresivo encuentro con Pamela: Cogiendo en el coche

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Cierto día estaba en una tienda departamental buscándome una nueva cartera cuando de repente siento una mano femenina sobre mi hombro y una voz melosa y coqueta diciéndome:  -¿Cómo ha estado el Sr. Zena?… usted como el vino, entre más tiempo pasa más bueno se pone. – Era Pamela, una preciosa mujer que un par de años atrás nos habíamos dado una tremenda follada en una noche de algunos tragos y donde ella aprovechó mi compañía para de alguna manera vengar esa traición que había descubierto de su novio en turno. Solo fue esa noche, pues creo encontró el coraje de tomar aquel paso por el valor mentiroso que nos da el alcohol. Desde entonces no la volvía a ver y ella nunca me dio su teléfono pues, aunque creo teníamos una buena química, nos separaban un par décadas de edad.

La vi más mujer, bien maquillada, exquisitamente vestida con una falda por sobre sus rodillas y zapatillas de tacón que no tuve que inclinar mucho mi rostro para darle un beso en la mejilla. Llevaba una blusa con botones frontales y mostraba discretamente parte de esa anatomía frontal que a muchos hombres nos llama la atención. Después del beso en la mejía ella me dio un beso en la boca y luego con su índice me lo pasó por mis labios diciendo: -¿No crees que nosotros ya pasamos esa etapa de besos en la mejía? – y se rio con esa melosidad y coquetería que define a Pamela.

Mientras me tomaba de las manos, me contaba que había regresado con el mismo chico que la había traicionado y que ya tenía fecha para su boda. Obviamente la felicité y le deseé suerte y, fue en ese momento que me lo decía en forma de broma:

-¿No podrías ser el bailarín para mi despedida de soltera? – Ambos reímos y luego yo agregué.

-¡A menos que tu despedida de soltera sea en Halloween y vaya a asustar a todos!

-¡Qué va Antonio! ¿Quién no se quisiera acostar contigo? ¿Qué me lo pregunten a mí?

-¿De veras? ¿Es por eso por lo que no volví a saber más de ti?

-¡No cariño! No te llamé ni te volví a buscar por yo sé que usted no es de una sola mujer… ¿Crees que no lo sé?

-¡Me hubiese gustado verte otra vez!

-¿Crees que a mí no? Deseaba que me hablaras y volverte a sentir de nuevo. Lo dejé como se deja un sueño, pues esa noche fue de ensueño.

Pamela es la chica del sexo delicado, la del sexo erótico. Nada debe llevar prisas y esa noche y sin muchas prisas la llevé al orgasmo al menos una media docena de veces. Le hice un rimming o, en otras palabras, le acaricié su ojete con mi boca y todo ese hermoso trasero que realmente es de ensueños hasta hacerla acabar. Esta es la chica de besos prolongados y de hecho no se debe desarrollar un vaivén frenético pues a Pamela le gusta el sexo lento, despacio. A ella le encanta sentir el pene profundamente y solo sostenerlo enviándole esa contracción donde el pene toma un poco más de volumen enviándole esa vibración en sus paredes vaginales y estrecha que uno siente como ella envía otra contracción correspondiendo. De esa manera se corre Pamela y lo que me gusta de ella, es que te va dirigiendo, porque a uno de hombre le gusta que la mujer le diga: Bésame el cuello, apriétame cuidadosamente los pezones… o chúpalos de esta manera o la otra… realmente es exquisito escucharlo. Y cuando me corría en ella me decía: ¡Que rico… siento que tu corrida me hace muchas cosquillas ricas y me gusta como se contrae tu pene en mí cuando expulsas tu corrida! De esa manera también me decía que le encantaba sentir mis huevos rozando su perineo o cómo le gustaba sentir mis huevos cuando se encogían escupiendo esa corrida. Era muy comunicativa en la cama y una de las pocas que me compartió esos detalles mientras follábamos.

Ella ese día mencionó algunos detalles de aquella noche que a mi me excitaron y creo que lo mismo sucedía en ella. Vi sus ojos que brillaban con esa magia de la morbosidad e intuyendo que ella quería lo mismo que yo, se lo propuse:

-¿Si fue una noche de ensueños, te gustaría repetirla?

-A mi si… ¿y tú?

-Creo que me has calentado, que si no hubiese gente ya te estuviera desnudando.

-¡Calma don Antonio Zena… Calma! ¿Qué le parece si vamos a mi coche y lo platicamos?

Me tomó de la mano y me guio hasta donde se había estacionado. Me pidió que me sentara en el asiento trasero mientras ella encendía su coche tipo todo terreno, el cual creo era una Cadillac Escalade con los vidrios traseros polarizados, puso el aire acondicionado y algo de música y se vino hacia atrás y nos comenzamos a besar. No sé si las mujeres son más flexibles de las coyunturas que los hombres, pero mientras nos besábamos ella se acomodó sentándose sobre mí con las piernas abiertas y me decía: ¡Don Antonio, quiero sentir su verga!

Con un poco de incomodidad y con más inseguridad me he bajado el pantalón, pues estos trotes los había dejado de hacer desde esos años mozos, donde esto lo hice en vehículos más reducidos que este, tomando esos riesgos de joven. Por el parabrisas que era claro podía ver la gente que iba y venía caminando en el estacionamiento. La blusa Pamela se la desabotonó de enfrente y a la vez sin quitarse el brasier liberó sus dos pequeñas tetas, las cuales comencé a besar y chupar ese pezón alargado y erecto de esta preciosa chica. Ella sin quitarse el calzón se lo hizo de un lado y comenzó con la tarea de introducirse mi falo. Podía oler su aliento a sexo, podía sentir su calor vaginal incluso antes que ella se llevara mi glande a su entrada. Estaba caliente, húmeda… esta chica se derretía del solo deseo. Ella se metió toda mi verga mientras me besaba el cuello, los lóbulos, la boca. Ella me murmuraba cosas al oído y entre todo eso decía: ¡Como me encanta tu verga! ¡Tienes una carita y verga muy deliciosa! ¡Como he deseado que esto sucediera otra vez! – Y de esa manera se comunicaba Pamela.

Como dije, ella es la del sexo erótico, sexo delicado y en esa posición apenas movía su pelvis y esto me daba la oportunidad de tomarla del trasero. Con toda la confianza que me daba la experiencia anterior, en la cual le perforé todas las cuevas posibles, me di a la tarea de masajearle el ojete usando sus jugos vaginales como lubricante. Se lo sobaba suavemente sin penetrárselo y entonces era yo quien le decía: ¡Qué rico trasero tienes Pamela… como quisiera volvérmelo a coger! – Ella solo gemía calladamente mientras restregaba su mojada panocha contra el tronco de mi falo. Tenía un pezón en mi boca, el cual chupaba tiernamente, mi dedo en su ojete masajeándolo y mi verga en su conchita, la cual es muy estrecha regularmente en chicas con el cuerpo de Pamela. Ella me dijo: ¡Me vas a hacer acabar si sigues hablándome así… es que además de tu bonita carita, tu hermosa verguita, me gusta tu voz!

Y en ese momento mientras cambiaba de chupar un pezón y el otro le decía cosas como: ¡Me gusta tu culito… como quisiera comérmelo otra vez! ¡Quiero saborear tu conchita y meterle la lengua al fondo! ¡Quiero estar en tu culito nuevamente! ¿Verdad que me lo vas a dar? – Y no aguantó mucho más y sentí como me abrazo, apenas hizo algo parecido a un movimiento de su pelvis y su vagina me apretaba mi falo, podía sentir esos espasmos y ella me pidió que me corriera, que le gustaba sentir mi corrida cuando ella experimentaba la suya. Yo si le hice un vaivén, y ella gemía profusamente y sentía que el coche comenzó a moverse, pero no me importó y en un par de minutos le disparé mi corrida. Ella solo me dijo: ¡Qué rico… que rico está eso!

Mi pantalón estaba empapado de nuestras secreciones y el interior del coche olía a esas feromonas embriagantes. También el asiento estaba empapado, pero por suerte, estos eran de cuero y son fáciles de limpiar. Nos limpiamos con unas toallas de papel que estaban en el coche y en ese proceso pude ver su diminuto calzoncito blanco, el cual se quitó porque le incomodaba esa humedad. Yo le he tomado y me lo puse en la bolsa del pantalón. Retomamos la compostura y Pamela me pregunta:

-¿Te gustó?

-¡Me encantó!

-¿Quieres darme por detrás?

-¡Me gustaría!

-¿Qué tal si lo dejamos para el fin de semana y con más tiempo lo hacemos en tu casa?

-¡Como tú quieras!

-¡Yo quisiera que me siguieras cogiendo ya, pero me siento incómoda sin asearme bien! Y… quedé con una amiga pasar por ella. Ahora debo ir a bañarme y limpiar el coche.

-Está bien… quedamos para el fin de semana.

Me llevó a donde estaba mi coche, nos dimos un beso apasionado de despedida el cual sabía a corrida y me llevé su calzoncito mojado en mi bolsillo y todavía lo tengo de recuerdo.

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