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Sus manos su placer

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Raquel estaba sentada leyendo otra vez un relato que la había trastornado desde que lo vio aquí, cambiándole un día más rutinario que otra cosa por otro lleno de posibilidades de alegría, amor y sexo. Estaba sola en su dormitorio, vestida con una minifalda que resalta tus piernas tostadas por el sol veraniego. con una pierna sobre la otra. sus muslos viéndose más apetecibles aún, al punto que a ella misma le parecen excitantes y no puede apartar la vista de ellas, deteniéndose en sus redondas formas, en los pliegues que se forman en el lugar en que su pierna se posa sobre la otra y en la estirada piel en el lugar en que se transforman en nalgas, donde se vislumbra la tela del tanga rosado.

Su vista sigue la línea de aquel tanga y lo mira, palmo a palmo, con lentitud, hasta detenerse en la parte delantera del mismo, que cubre su sexo que se vislumbra abultado, recién depilado y por la redondez de sus labios sexuales, hinchados por el deseo naciente.

Continua leyendo, mientras sus piernas se abren poco a poco, al final de las cuales su tanga muestra una leve mancha oscura, señal inequívoca de que la naturaleza está exigiendo lo suyo.

Segura de lo que vendrá, se desprende de su blusa y de su falda, quedando vestida solamente con un sujetador y su tanga, los que pretende seguir usándolos para aumentar el erotismo del momento.

Parada frente al espejo de su dormitorio, que refleja su figura hasta los muslos, continua leyendo, mirando de cuando en cuando la Raquel que el espejo devuelve: hermosa, tostada por el sol veraniego, con un cuerpo deseado por muchos hombres, una sonrisa que derrite a quien tenga la fortuna de ser de tu agrado, una mirada que puede enamorar o atemorizar pero que ahora está llena de deseo.

Una Raquel de rostro hermoso, de rasgos elegantes, labios carnosos, nariz respingada, pelo al hombro, castaño.

Y sus pechos, esos hermosos pechos que desafiantes se yerguen bajo el sujetador, queriendo liberarse para que sus pezones firmes, duros por el deseo, puedan ser acariciados.

Y su sexo, cubierto apenas por el tanga rosado (color que eligió por considerarlo erótico), pero insinuando un bulto que llama a que lo besen, lo toquen, lo penetren.

Levanta la vista y observa su rostro serio, pleno de deseo y con un gesto decidido deja la Tablet a un lado y lleva una de sus manos a sus senos y los acaricia por debajo de la tela, en tanto sus ojos se cierran imaginando que esa mano es la del hombre que le escribía ese relato.

La otra mano baja, lentamente, hasta posarse en su delicioso sexo, por encima del tanga, apretando suavemente en su palma el contorno de tela y labios vaginales.

Sube la mano y acaricia su estómago lentamente, en tanto que uno de sus dedos se insinúa por debajo de la tela, como preludio a lo que viene y que desea apurar.

Toma uno de sus senos y lo lleva a su boca, besándolo con fruición, chupando el pezón que está rosado de deseo, en tanto que la otra mano, sin que se percate de ello, empieza a explorar su piel bajo la tela en busca de la ansiada meta.

Retrocede mientras continua chupando su seno y se recuesta en la cama, frente al espejo, para poder ver lo que seguirá, y sigue chupando, con lujuria, casi con desesperación, el pedazo de carne que tiene entre sus labios.

Mira al espejo y se ve sobre la cama, con las dos piernas abiertas, y una mano perdida entre ellas, pero oculta por el tanga y se ve gozando de su seno como si fuera el de otra mujer.

"Alicia, mi amor, no pares". Se decía Raquel mentalmente.

Imaginando los labios de su amiga proporcionándole ese placer desconocido que nadie más puede darle.

Alicia es la persona que firma la carta que estaba leyendo, anunciándole su próxima llegada a la ciudad para continuar su amor recién descubierto.

Alicia, la amiga que se convirtió en su amante, desplazando a Sergio su amante de siempre, el hombre con el que creía haber logrado la mayor felicidad en la cama, sin pensar que sería una mujer la que lograría hacerla pasar esa barrera para sumirse en los placeres del sexo lésbico.

"Alicia, mi vida, te amo, te amo"

Repite mientras su cuerpo se revuelca en la cama buscando el placer que solo ella misma puede proporcionarse, mientras Alicia siga ausente.

Con desesperación se desprendes del tanu y una de sus manos se dedica a acariciar su sexo, en pos del éxtasis del orgasmo onanista.

Deja su seno y se dedica con las dos manos a acariciarse , mientras se observa en el espejo: las piernas abiertas y las dos manos cubriendo su vagina, en tanto su cuerpo se mueve arriba y abajo, sin pausa y sin ritmo.

"Sergio métemelo, métemelo por favor"

"Fóllame, deseaba tanto tener tu miembro dentro de mí"

"mételo todo, todo, mi amor"

Sin percatarse de que nombra a su amante, de que esta imaginándose que es su instrumento el que le penetra, continua masturbándose.

Raquel siente la necesidad de una verga penetrándola, como lo hace Sergio salvajemente, sin miramiento, buscando solamente su satisfacción pero que ella disfruta también debido a que su naturaleza la lleva rápidamente al orgasmo.

Si bien Alicia la ha llevado a limites increíbles de placer, no se compara con el pedazo de carne en su interior, traspasándola y bombeándola hasta alcanzar su clítoris.

"dale niño, dale"

"culeame toda, Sergio, toda"

Como obedeciendo una orden, una de sus manos abandona tan deliciosas caricias y penetra en esa región que esta entre su piel y la cama, en busca de sus nalgas, con manifiestas intenciones de encontrar su culo.

Levanta el cuerpo levemente, lo suficiente para que esa intrusa mano llegue y abarque toda sus nalgas, que acaricia con desesperación mientras su pulgar busca el hoyo del culo, que no logra alcanzar.

Se mira al espejo, sudorosa, con los ojos llenos de lujuria y los labios resecos de deseo, mientras levanta sus nalgas y posibilita la penetración del dedo violador, que le penetra completamente.

Y mientras Alejandra se penetra manualmente, tanto por el sexo como por el culo, se mira al espejo: moviéndose acompasadamente, disfrutando sus dedos violadores, en tanto sus senos se mueven libremente al compás de las subidas y bajadas.

"¡que rico, es exquisito!"

"Follame por el culo también, que me gusta mucho"

"Méteme ese miembro hasta el fondo".

Repite con los labios apretados, en tanto las sensaciones propias del orgasmo se apoderan de ella, llenándola de temblores, preludio de la eyaculación que anuncia el final feliz de este sexo en solitario.

"¡ya, yaaa!"

Y con un "guaaau" final Raquel abandona tan delicioso menester y se queda recostada, desnuda, soñando en sus amores lejanos, que tanto placer te dan de tan diferentes maneras, sin que ninguno de los dos la haya tocado.

Espero os haya gustado y si podéis dejar comentario se agradecerá.

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