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Tercer maratón del mes

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Ya era la segunda visita autorizada en el mes para que los trabajadores vieran a sus familias. Para mi marido y yo se trataba de una encamada desde el viernes en la noche hasta el lunes en la madrugada, sólo con intervalos para comer algo, además de leche en mi caso.

–¡Mami, traigo un filo de dos semanas sin aprovechar! –fue lo primero que dijo mi marido llevándome a la recámara.

Me levantó el vestido, me bajó los calzones, me tiró en la cama y se quitó las prendas de abajo. Su pene erecto tenía una gruesa gota de presemen que al verla quise mamárselo y me mojé, pero él no me dejó chuparla pues me penetró hasta que los huevos me golpearon. “Te amo, mamita, te amo” decía en cada embestida con la que hundía esa daga de carne en mi panocha que salpicaba jugo ardiente de las ganas de amar que con su verga me inoculaba. Nos vinimos y quedamos yertos por la fogosidad con la que nos entregamos. Mientras descansaba con su cuerpo sobre mí y su pene aún en mi interior lloré de felicidad.

–Vamos a levantarnos para cenar y bañarnos –fue lo único que pude decir cuando su verga se salió de mí y pude echarlo hacia la cama para levantarme.

Más tarde, cuando ya estaba servida la cena, fui a llamarlo. Aún tenía desnuda la parte inferior y despertó del letargo que le produjo el coito intenso.

–Te amo, mami, y no quiero que te falte nada. ¿Qué más necesitas? –preguntó con una gran seguridad de poder cumplirlo porque ya le habían depositado la repartición de utilidades que anualmente da la empresa para la cual trabaja desde hace más de veinte años.

–Lo único que me falta para ser completamente feliz es que me chupes la panocha tantas veces como yo te mamo la verga –le dije y le di un beso. Él simplemente sonrió y se fue hacia la mesa para cenar.

Comimos entre sonrisas y cariños mutuos, descansamos un poco abrazados escuchando música y más tarde nos fuimos a bañar.

–¡Qué nalgas tan hermosas tienes, mami! –me dijo al enjabonarlas y metió los dedos enjabonados en mi ano.

Primero uno, después dos y por último tres. Los sacó y me metió la verga despacio. A la vez que se movía me enjabonó las tetas y la panza. Yo disfrutaba todo y me dejé llevar por una calma que terminó cuando sentí vibrar las paredes de mi intestino y sus manos me apretaron fuertemente las tetas: mi esposo se estaba viniendo…

Una vez que nos bañamos, le hice una cuba con mucho ron y unos bocadillos de carnes frías con galletas y nos metimos encuerados a la cama para ver películas XXX, con argumentos vacuos, pero con bastantes y muy instructivas posiciones coitales, de donde elegíamos algunas para anotar el minuto en la que estaba. Al finalizar el video fuimos practicándolas una a una. Obviamente ninguna donde el hombre estuviera comiendo concha le parecían importantes a él, pero yo sí tomaba nota porque se las pediría a mi amante el lunes. Al parecer, mi marido quería seguir con su cornamenta…

Además, le pedí que me soltara la leche en las orejas, en las axilas, en el cuello y en los pies. En cada lugar donde me soltó el semen, yo me lo extendía y él sonreía. Yo pensaba en las lamidas de mi amante y veía a mi marido con cuernos más relucientes por cada una de sus sonrisas. Me hice un bocadillo con una galleta, pero en lugar de queso, le puse leche de buey. “Tu leche es muy rica”, le dije relamiéndome los labios y tomé otra galleta que me pasé por la panocha babeante. Se la ofrecí pues se veía apetitosa al brillar el atole con el que la había cubierto. Se puso serio y movió su cabeza negativamente. Me la saboreé frente a él, lamentando no poder ofrecérsela a quien sí le hubiese gustado. Nueva sonrisa, nueva visión de cuernos. Me dejé coger como mi esposo quiso y se pasaron así el sábado y el domingo, incluidos sendos biberones en mi desayuno...

En la madrugada del lunes, en cuanto detuvo la alarma del reloj, mi marido me mostró la verga parada para que le diera la mamada de despedida. Le dije melosa “Con gusto, mi amor, pero también quisiera que me chuparas la pepa con el atolito que hemos hecho en estos días”. “Ya sabes que no me gusta, mami”, respondió. “Cuando sepas de alguno que sí le guste, me dices, seguramente también me dará lengüetazos en todos los lugares por donde me dejaste leche, porque tu semen sabe delicioso” dije y me puse a mamar, sabiendo que en unas horas más estaría con una persona que sí apreciaría muy bien ese ofrecimiento.

Se vino muy rico y me lancé sobre él moviendo mi panocha sobre su exangüe pene para que me llenara los pelos con el semen que le exprimía con la presión de mi cuerpo y le di un beso lleno de una buena parte de esperma que no me había tragado. Sonrió al sentir el sabor y quiso separarse del beso, pero no logró retirar su boca y le metí la lengua paseándosela por el paladar. “¡Qué puta eres, mami!” exclamó. “Paladéalo, que está rico ese beso blanco. Imagina que pasaría si tuvieras una esposa que no te chupara la verga ‘porque no le gusta como sabe’. Es lo mismo que siento yo”, le dije, y pensativo se levantó a bañar. “Yo me baño más tarde, voy a aprovechar lo mejor que pueda todo tu olor y sabor que traigo en mi piel”, fue todo lo que dije.

Más tarde, yo estaba tocando el timbre del departamento de quien compartía el atole que hacía con mi marido y sin remilgos me lamía el cuerpo. “¡Patitas en leche!”, dijo al lamerme los pies. “Yo sólo había comido ‘patitas en vinagre’, pero es más rico lamerlas cubiertas de leche”, expresó lamiendo cada uno de mis dedos y el empeine. Yo estaba carcajeándome de las cosquillas que sentía. “También traigo en las orejas la leche del cornudo”, le dije y le ofrecí mi cara para que me las chupara a su gusto. “Pobre de papi, lo explotas mucho, lo vas a dejar flaco, cansado, seco y ojeroso”, me decía al lamerme las axilas en tanto que yo soltaba otra catarata de carcajadas. “No, cada vez da más leche porque sé estimular la producción”, contesté apretando su rostro entre mis chiches. Más de una hora tardó para dejarme limpia por todas partes y con los vellos relucientes. Después de eso, ya mucho más calientes me cogía y me enculaba, ni modo de conformarme solamente con la lamida, como si él fuera un vulgar canis lupus familiaris…

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