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Un paseo por el río con mi compañero de clase y mi vecino

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El sábado por la mañana me despertó un mensaje de Mateo, un amigo del barrio para recordarme que habíamos quedado en ir al río.

Hacía mucho tiempo que no salíamos juntos, pues yo estaba muy dedicado al estudio y él a la práctica de patinaje. Antes de responder, le pregunté a Nico si quería ir al río, pero me dijo que no tenía traje de baño.

-Te presto un speedo que no uso porque me queda muy justo.

Asintió, nos fuimos a lavar los dientes, los genitales y el trasero en el bidé. Antes de vestirnos, nos besamos y franeleamos en el baño un rato largo, porque el slip rojo que le di también le quedaba bien ceñido, resaltando su paquete, ya duro.

-No podemos salir así, me dijo.

Le bajé el slip, le agarré la pija y los huevos y le di una buena mamada y muchos besos. Estábamos a mil y no podíamos soltarnos, hasta que sonó el timbre. Nos pusimos los slips y unas bermudas y remeras, metimos toallas, gel de baño y protector solar en las mochilas ya sin libros, nos tapamos los bultos y salimos para subir al auto de los papás de Mateo, que también se iban el fin de semana largo a la casa de unos familiares en las afueras y nos dejarían en el balneario.

Entre los asientos de los padres colocamos un bolso de ellos y nosotros tres nos ubicamos en el asiento trasero, algo apretados por otro bolso de ropa. Con un guiño de Nico, empezamos a acariciarle las piernas a Mateo por encima de la tela fina de su ajustado pantalón deportivo chupín, a tres cuartos de pierna. Siempre había sido un chico sexy y me gustaba, pero jamás me atreví a insinuar nada. Se ruborizó, pero notamos y palpamos que se había calentado, así que dejamos las mochilas en nuestros regazos y seguimos metiéndole mano, sobándole bien la pija sobre la tela del pantalón.

La tenía dura, se notaba su buen tamaño y respiraba fuerte. Nico se relamió guiñándome un ojo, nos reímos, Mateo se tentó y se puso a reír con nosotros, también por los nervios. En una hora llegamos a la zona del balneario y quedamos con sus padres en que volveríamos al barrio en el colectivo de la tardecita.

Por un sendero que Mateo conocía nos condujo hasta un recodo del río, él siempre por delante, yo con mis ojos fijos en su ceñido pantalón gris que le resaltaba sus nalgas redondas y firmes, y detrás mío Nico, que no dejaba de tocarme el culo y apoyarme, el muy calentón.

Llegamos a un claro donde no había nadie que nos pudiera ver, para estar a nuestras anchas. Pusimos unas lonas en el pasto y Nico dijo que fuéramos al agua para refrescarnos. Estaba buena, no muy fría y la corriente era suave. Mateo calzaba un bañador bóxer también gris claro, de lycra, muy fino, ya húmedo en uno de sus lados, que hacía juego con su pantalón y le quedaba pintado a su cuerpo estilizado, resaltando su paquete y sus nalgas firmes y redondas como un durazno.

Empezamos a chapotear mientras nos íbamos a lo más profundo hasta que sólo nos quedaron los hombros fuera del agua. Los juegos se volvieron calientes y nos apretamos entre los tres, con caricias y sobadas mutuas, aunque Mateo se mostraba reticente y trataba de escapar a nuestros manoseos. Les propuse un trencito así que hice que mi vecino se montase en mi espalda, con su duro bulto casi entre mis nalgas. Sólo pudimos hacer un trecho porque estábamos muy calientes y Nico había empezado a besarle la espalda y acariciarle la pija debajo del agua.

Mateo quiso salir y que nos pusiéramos protector solar. Empezamos a pasarnos entre los tres en pecho y espalda. Me puse más atrevido y fui untando las piernas bien torneadas de Mateo, para ver de cerca su precioso culo respingado de patinador, enfundado en su bóxer corto de lycra, mientras él le ponía protector a Nico en la espalda. Seguíamos los tres empalmados y Nico insistía en arrimar su culo al bulto de Mateo, que se retiraba para atrás, pero chocaba con mi erección que se le metía entre las nalgas y lo hacía jadear.

-¡Qué putos están hoy!, dijo y fue la señal para que lo abrazáramos de frente y por detrás, sin dejar de acariciarlo, y ya no se molestó tanto.

-Podríamos tomar sol en bolas, le susurré a Mateo.

-Le saco el bóxer, dijo Nico,

Mateo se resistió un poco, pero Nico ya había empezado a bajárselo desde las nalgas y de paso me acariciaba el bulto. Lo ayudé y entre ambos desnudamos a Mateo, dejando libre su pija bien parada.

-¡Guau!, dijo Nico, qué buen pedazo tenés, mientras yo terminaba de quitarle el bóxer.

-Mateo está al palo.

-No lo puedo creer, dije yo, que estaba detrás.

-Agarrasela y vas a ver qué dura se le puso, me dijo Nico.

Le pasé las manos por entre los brazos a Mateo y fui acariciándole el tórax hasta agarrarle la pija.

¡Qué dura tenés la pija, está buenísima!, y empecé a sobársela.

Gimió un poco y se dejó llevar.

-¿Te gusta, Matu?

Otro gemido y asintió, mientras yo arrimaba mi poronga entre sus glúteos.

-No te escuché, le dije.

-Sí, me gusta, respondió sofocado por el deseo, y se recostó sobre mí.

Con una mano lo pajeaba y con la otra le acariciaba los abdominales, apenas definidos, pero muy suaves. Nico dijo que estaba para comérsela y yo le susurré al oído a Mateo si quería que se la comiese.

-No sé, nunca me lo hiceron, dijo con voz ronca.

Nico se inclinó y empezó a besarle el glande, con piquitos.

-¡Qué lindo y morado está!, dijo y comenzó a lamerlo.

Yo le solté la pija a Mateo para que Nico se la pudiera mamar y lo empecé a besar y lamer el cuello, mientras seguía acariciándole el pecho.

-¡Qué rico se siente!, me dijo mirándome a los ojos.

-¿La mamada o la lengua?

¡Todo!

No dudé más y le di un beso, algo resistido por él, pero luego abrió la boca y respondió a mis lengüetazos. Estábamos muy calientes y empecé a mover mi pija entre sus glúteos, abrazándolo y besándolo. Se soltó unos segundos y me miró a los ojos. -Son muy putos ustedes, me dijo con voz ahogada.

-¿No te gusta? ¿Querés que paremos?, le pregunté.

-¡No, por favor, no!

-Te voy a comer la boca le dije y se relajó, moviendo su culo contra mi pija y tomando a Nico de la cabeza mientras se la chupaba a fondo.

Tras unos minutos, gimió y dijo que estaba por acabar. Nico le apretó bien fuerte la base del pene para calmarlo, mientras yo no dejaba de franelearlo y apoyarlo. De a poco, fuimos cambiando roles con Nico, que se irguió para besarlo y yo me puse frente a ellos para tomarles sus pijas con las manos y me arrodillé para mamarlas, de a poco, sin soltarlas. Lamía y chupaba una a la vez mientras sobaba la otra. Por momentos me ponía las dos en la boca al mismo tiempo, pero no me entraban juntas más allá del glande.

Seguí chupándoselas de a uno, mientras ellos se besaban desesperados. Ya era abundante el líquido pre seminal que chorreaban los dos, así que les apreté bien la base de la poronga y me alcé para unirme al franeleo y los besos. Nos recostamos en las toallas, desnudos y al palo, me puse en el medio y empecé a pajearlos mientras ellos me sobaban a mí. Era un delirio, hasta que no pude más y me puse en cuclillas para chupárselas de nuevo a los dos.

Ellos seguían besándose abrazados, mientras yo iba de un glande a otro y les empecé a meter un dedo en cada culo. Nico alcanzó la crema enjuague en la mochila y me la lanzó. Unté dos dedos en cada mano y se los metí despacito. Gimieron y resoplaron entre beso y beso hasta que Nico dijo que era injusto para mí y que hiciéramos una rueda.

Mateo no entendió, hasta que nos pusimos de costado y armamos un triángulo, yo chupando la suya y Nico la mía. Mi vecino no sabía qué hacer hasta que llegó a un nivel de calentura tal que empezó a besarle la pija a Nico también él y de los besos en el glande pasó a chuparla toda. Tras un buen rato, Nico propuso girar, de modo que yo pasé a chupársela a Nico, éste a Mateo y mi vecino a mí. Volvimos a girar una vez más, pero ahora yo le empujaba las nalgas a Mateo para que me cogiera por la boca y saqué mi pija de la boca de Nico, poniéndome en cuatro patas.

Nico no dudó, me lubricó el ano con los dedos y me la puso como sólo sabía él. Con su vaivén provocaba que me entrara la pija de Mateo casi hasta la garganta. Le pedí que fuera más suave, porque la quería gozar y no atragantarme, mientras seguía masajeando con los dedos el culito virgen de Mateo y empujaba el mío contra la pelvis de Nico. Me estaba volviendo loco de placer cuando Nico acabó dentro de mí.

-¡Más, dame más!, le pedí sacando la boca de la poronga de Mateo, que estaba a punto de caramelo.

No quería que Nico se saliera porque la seguía teniendo dura, el choque de su pelvis contra mis nalgas me ponía fuera de control y entraba y salía con mucha facilidad. Me siguió bombeando hasta que se le aflojó un poco y se retiró de mi interior muy a mi pesar. Nico se recostó al lado de Mateo y al oído le dijo que ahora le tocaba a él cogerme.

Mientras mi vecino fue a ponerse detrás de mí, mi compañero de banco se puso boca arriba y se abrió las nalgas, ofreciéndome su culo. Mateo estaba nervioso y con alguna torpeza, me penetró. Entró fácil porque mi culo estaba bien lubricado por el semen de Nico, a quien ya me estaba cogiendo, recostado sobre su pecho y morreándolo desesperadamente. Mateo me tomó de la cintura y empezó a cogerme con ganas. Su mismo vaivén me empujaba más adentro del culo de Nico, hasta que le pedí que dejara que me moviera yo.

Empecé a menearme hacía atrás y adelante para que me entrara toda su pija y para encular bien a Nico. Tras algunos minutos sentí como Mateo aceleraba sus embestidas y me apretaba con fuerza la cintura atrayéndome hacia su cuerpo y acompañé sus acometidas contrayendo y dilatando mi ano, hasta que acabamos en simultáneo con Mateo, jadeando, resoplando y gritando con la voz sofocada por el placer.

Nos desplomamos lentamente uno sobre el otro, con Nico nos besábamos como si fuésemos novios y Mateo no atinaba siquiera a salir de mi culo, cosa que me daba mucho gusto, contrayendo y aflojando mi ano, hasta que se puso otra vez al palo. Me salí de adentro de Nico y le ofrecí su culo, mientras le sobaba la pija y le daba un soberano morreo.

-Qué calentón, todavía la tenés re dura, le dije.

Lo besé de nuevo con mucha lengua, lo fui llevando hasta el ano de Nico y lo guie para que se la metiese subiendo las piernas de Nico a sus hombros para que le entrase toda la pija de Mateo. Como recién había eyaculado, estuvo largos minutos bombeando y pajeando a Nico, mientras yo no dejaba de besarlo y acariciarlo. Me calenté de nuevo y empecé a masajearle el culito a Mateo, mientras él empalaba a mi compañero de clase.

Cuando empezó a acelerar sus embestidas, aproveché para arrimar mi poronga a su puerta virgen y casi se la fue metiendo él solo, lo que lo hizo vacilar, pero Nico le pedía más y más y se movía como una anguila. Con mucho cuidado volví a arrimar la punta de mi poronga en el culo a Mateo y lo dejé que se moviera, ya de nuevo concentrado en la tremenda cogida que le daba a Nico. Se fue acomodando de a poco y pude penetrarlo, quedándome quieto.

Él se movía para adelante y para atrás con placer, Nico lo alentaba a darle más. Bufábamos y jadeábamos como perros en celo en un trencito interminable de placer y tras varios minutos de vaivén, Mateo estalló en una acabada muy intensa, que lo hizo arquear primero y desplomarse sobre Nico después, lo que me puso a mil y acabé en su culo casi enseguida, también fuerte, echando lo poco de leche que me quedaba. Caímos rendidos uno al lado del otro, con Nico en el medio, chorreando los tres un montón de semen de nuestros culos.

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