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Verano en Mallorca (Capítulo 5)

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Ya era de noche cuando entramos al chalet de Tita, en Palma. Fuimos recibidos por las chicas filipinas, Juanita y Rosita, un par de bellezas orientales que atendían nuestra casa, lindas de cara, cuerpo y alma, dulces y con grandes y especiales habilidades. Se encargaban de mantener el chalet, limpieza, cocina y… hasta de satisfacer los caprichos de Tita… y míos.

Las presenté convenientemente y ellas les asignaron sus habitaciones, contiguas a la mía, en el tercer nivel. Nos ofrecieron cena y quedamos para dentro de media hora, cosa de poder ducharnos y vestirnos.

Durante la cena, Ángela y Cristina se veían estupendas, hermosas y tranquilas. Parecía que el ambiente de nuestra casa las relajaba. Quedamos en que esa noche Ángela dormiría conmigo, Cristina estaría sola en su habitación. Luego pasamos a la terraza, frente a la piscina, donde tomamos un plus café y conversábamos animadamente. Cristina quería indagar sobre mí, quien era, de donde venía, así que les comenté:

– Soy venezolano, tengo 26 años, allá en Caracas dejé madre viuda y hermana mayor ya casada. Me vine a Mallorca a los 18, invitado a pasar el verano por mi tía Lisa, Tita cariñosamente, quien luego me propuso que me quedara a vivir con ella y estudiara mi carrera aquí. Eso hice, me recibí de abogado y enseguida hice un postgrado en Mercantil. En el ínterin, entré a trabajar con uno de mis profesores en su Gabinete Jurídico, donde actualmente ocupo una plaza de Abogado Junior entre otros 3 abogados más. Tengo una relación especial con Tita, muy muy especial. Es la mujer que amo, con quien vivo y comparto todo. Ella es la ex esposa del menor de mis tíos paternos. Se separaron hace años, porque ella no pudo darle hijos, pero la relación de cariño y amistad con mis padres continuó intacta. Cuando terminé el bachillerato, el liceo, allá en Caracas, Tita estaba de visita y me ofreció venirme con ella a Mallorca por el verano, que ya había comenzado. Mi madre, ya viuda para entonces, dijo que si y me lancé a esta aventura que ha sido mi vida con ella. Al principio nos comportábamos como tía y sobrino, pero en poco tiempo dimos pasos irreversibles hacia lo que hoy tenemos. Nos amamos, pero cada uno tiene su propia vida y sus espacios. Ella tiene sus amantes, además de mí y yo, pues, aquí estoy contigo, Ángela. Salgo con chicas cuando quiero y con cuantas yo desee, pero realmente solo me siento bien con ella y ahora me encontré contigo y me siento muy bien por ello. En este momento, Tita está con uno de sus amantes, Antonio, en Venezuela, en Canaima, Salto Ángel. Tal vez esta noche llame, si se logra comunicación. Para el próximo domingo ellos estarán acá, así que, si vuelven conmigo, la podrán conocer.

Ángela me miraba dulcemente, con esos ojazos que me enamoraban y me preguntó:

– ¿Y tú crees que sería correcto que vengamos a su casa, a sus dominios? ¿No le molestará?

Yo le respondí:

– Para nada, somos muy civilizados. A ella le agradarán, es una persona de mente muy abierta, sumamente simpática. Estoy seguro que le gustará conocer a quien me tiene atrapado en este momento.

Ángela sonreía, seguía mirándome con esa dulzura que me amarraba a ella y Cristina entonces intervino:

– ¿Te sientes atrapado por mamá? - a lo que respondí:

– Si, Cristina, estoy atrapado. Nunca había conocido a una mujer como ella. Les advierto una cosa, Lisa es el amor de mi vida, eso no lo discuto con nadie, pero desde que conocí a tu mamá, todo ha cambiado para mí. Bien sé que Ángela está casada, que tiene una familia y una vida hecha, que hay años de diferencia entre nosotros, que ella vive en Madrid, pero siento que nada de eso importa. Yo soy un hombre educado, de buenas costumbres, con principios, pero como bien dice Tita, de mente abierta. Cuando conocí a tu mamá, mejor dicho, cuando la vi la primera vez, quedé prendado de ella. Por eso me metí a sacarla de allí, quizás arriesgándome a meterme en problemas. No lo pensé, esa mujer me atrapó y por ella hubiera hecho cualquier cosa en ese momento. Luego, que ustedes sus hijos, su familia, nos vieran esa noche en la cama, me turbó, pero seguí adelante por… por ella. Me pareció y así lo sentía entonces, descarado de mi parte meterme en la vida, la casa y la familia de una mujer casada, frente a sus hijos. Pero a ella no le importó, entonces ¿Porque iba a importarme a mí?

Ángela me miró, como avergonzada, bajó la cabeza, pero de pronto nos dijo:

– Esto que les voy a decir a ustedes dos ahora, no lo repetiré nunca más y menos a otras personas. A ti, Cristina, mi hija, te adoro por encima de todas las cosas, así como a Niko. Ustedes son mi cielo y mi sol. Tu padre, por otra parte, ha sido mi esposo y por qué no decirlo, mi amante durante 23 años. El hombre que me ha hecho feliz en la cama, muy feliz, tengo que reconocerlo, pero el que también me ha sometido como persona, me ha minimizado. Sabes bien, hija, que soy una persona cordial, alegre, pero sin derecho a manifestarme, soy una sumisa. Eso ha hecho de mi tu padre. Y me ha puesto los cuernos a su gusto, todos estos años con muchas y diversas mujeres, algunas de las cuales reconozco que pintan bien, pero otras que considero que me ha insultado al acostarse con ellas. No voy a puntualizar, pero yo le he devuelto algunos de esos cuernos, con amigos suyos, para que le doliera. Y él lo sabe, ha acusado el golpe más de una vez. ¿Por qué seguimos juntos? Porque soy su hembra y él es mi macho. Solo por eso. Este verano, como de costumbre, nos trajo acá a Mallorca, la oportunidad anual para deshacerse de nosotros y hacer a sus anchas. Sólo estuvo con nosotros cinco días y se regresó a Madrid por “asuntos urgentes que requieren su presencia”. Claro, desde aquí no podía cogerse a la mujer de su socio, a su secretaria ni a la nueva amante que se puso en primavera. Así que se fue. Y yo, se suponía que debía comportarme como la esposa abnegada, sumisa, de siempre. Cuidar de la familia en su ausencia. Él, que siempre habla de rectitud, de respeto, de valores y principios. Pero con el pene no reconoce nada de eso. Por eso me fui de marcha con ustedes, a buscarme una diversión. Por eso fui tan descarada con Miguelito, ese lindo chico que me llevé a casa la otra noche y que exprimí durante dos noches y sus días. Ustedes se escandalizaron, pero yo ya no podía más. Por eso salí a la disco con ustedes esa noche en que el degenerado de Saúl me vendió a los “negros”. Pudo haberme costado caro, porque una cosa es tener sexo maravilloso con un lindo Miguelito y otra muy diferente ser ultrajada por cuatro mulatos salvajes, con pollas gigantescas. Cuando Ale me ha contado como encontraron a su amiga Pili, me dio escalofríos, porque pudo haberme pasado a mí también. Pero lo he hecho porque en esencia, no solamente soy Ángela Rodas, esposa de Federico Carrillo, madre de Cristina y Nicolas, ama de casa. No, soy primero que nada una mujer y este hombre que está aquí a mi lado me ha hecho sentirme así, mujer, deseada. Me ha hecho gozar como nadie, me ha convertido en su hembra. Eso es lo que soy en este momento, la hembra de este macho. Y así quiero seguir. Lo siento, hija, porque sé que amas a tu padre, pero necesito ser sincera contigo. A ti no te podría engañar nunca.

Ángela se levantó y se fue a la habitación, a llorar. Cristina intentó seguirla, pero la detuve:

– Déjala, necesita estar sola. Dale espacio y tiempo. Es tu madre, pero como ella lo ha explicado bien, también es una persona, una mujer… y tiene necesidades.

Cristina y yo permanecimos sentados en la terraza, fumando y bebiendo una copa de brandy Duque de Alba. Nos mirábamos, pero aparentemente no teníamos nada que decirnos. Permanecimos callados hasta que Ángela regresó:

– Hija, ¿Me has entendido? ¿Me comprendes? Quiero saber de tus labios que piensas de mí, si te parece que me volví loca de repente, si piensas que soy una maldita zorra, una egoísta que solo piensa en sí misma. Dime algo, si necesitas abofetearme por puta, hazlo, pero te necesito… - la chica miraba a su madre, con esa dulzura típica de ella; se le arrimó y empezó a mesarle los cabellos, a acariciarle las mejillas; le dio un beso en la frente y le dijo:

– Mami, te amo… y te admiro. Eres una persona maravillosa, siempre has sido una buena madre y he comprendido todo lo que me acabas de confesar. Lamento mucho que hayas pasado por esas cosas. Ciertamente amo a mi padre, pero madre es solo una y padre, pues cualquiera podría serlo. Primero tú que nadie en mi corazón. Te apoyaré en todo, incondicionalmente, porque te amo. Si Alejandro te hace feliz, quédate con él. Es tu vida y solo a ti te corresponde vivirla. Y Niko te apoyará igualmente, confía en mí. Es mi hermano y lo conozco mejor que nadie. Sabes que cuando estoy triste, me gusta dormir con él. Te advierto, Alejandro, no hacemos nada raro, duermo abrazada a su espalda, encucharados, pero yo detrás de él. Allí solo hay amor de hermanos, él me protege de mis demonios desde que éramos unos críos y me respeta, por eso recurro a él. Es la única otra persona en este mundo en quien confío. Mamá y Niko. Y tal vez a partir de ahora, podría ser que en ti. Me has parecido un buen hombre, hasta ahora y me ilusionó mucho cuando, casi sin conocerme, le dijiste al desgraciado ese que ni se le ocurriera tocarnos a mamá y a mí y luego lo golpeaste cuando me tocó. Eso me quedó grabado. Y si tienes a mi madre tan contenta, pues que les aproveche. Lo digo de corazón - se levantó, le dio un par de besos cargados de amor a su madre y otros a mí, en las mejillas. Dio las buenas noches y se retiró.

Nos quedamos disfrutando de una última copa de brandy y luego la tomé de la mano y me la llevé a la habitación. Pícaramente me dijo que ya iba siendo hora de que le diera su tratamiento. Entramos en mi habitación y le pregunté si necesitaba algo de sus cosas, que estaban en la otra habitación, la que le habían asignado las chicas. Y con su mejor cara de zorra me dijo:

– Todo lo que necesito lo tengo aquí - dijo señalándome a mí - y aquí - dijo señalando a lo largo de su hermoso cuerpo. Se quitó el vestido, quedando totalmente desnuda pues no llevaba ropa interior, entró al baño a hacer pis y luego de lavarse, entró en la cama. Allí se acostó boca arriba, a esperarme mientras yo me preparaba.

Esa noche fue de fuegos artificiales, tuve que pedirle que mordiera la almohada, para que no gritara. Se había acostumbrado a ello, allá en su casa, pero yo no quería esos espectáculos aquí, en la casa de Lisa… y mía, por supuesto. Me parecía necesario un mínimo de decoro. Estuvo de acuerdo, medio avergonzada y se dedicó a gozar en silencio, pero no podía evitar gemir. Y gimió mucho. Después del segundo polvo, bestial, le dije que necesitaba dormir de verdad, porque tenía que trabajar en la mañana. Nos abrazamos y así dormí como un lirón hasta la madrugada. Cuando se despertó, le dije de inmediato que no más polvos hasta la noche. Frunció la boca como niña regañada y se volteó para seguir durmiendo. Me bañé, me vestí formalmente, de traje y corbata y bajé a desayunar.

Me recibieron las chicas, les di sus correspondientes besos en sus boquitas sensuales y desayuné. Luego les di instrucciones:

– Por favor, niñas, esas mujeres, madre e hija, son mis invitadas. Atiéndanlas como solo ustedes saben. Que no les falte nada, que no se aburran. En ustedes confío - y me fui a buscar mi coche para dirigirme al centro de la ciudad.

Continuará… algún día…

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