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Ya me dijo tu madre lo puta que eras

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El ascensor de obra se paró de repente cuando llegábamos al piso 56 casi al final de la torre,  fue el que accionó el botón de paro y no precisamente para admirar las magníficas vistas sobre toda la ciudad, sabía que ya empezaba el juego, un juego de negocios al que yo no me había prestado, pero que era necesario que jugara, sin mediar palabra y simplemente mirándonos a los ojos me di la vuelta y esperé, esperé a sentir su aliento por detrás de mí, notar como sus manos sobre mis hombros iban bajando despacio por mi cuerpo, rozando mis pechos y abrazándome en la tripa, apretando su cuerpo al mío notando su erección por detrás de mí.

Si al menos fuera un hombre atractivo, si al menos hubiera sido de mi edad, pero ninguna de las dos cosas, quizás hace años fuera atractivo, pero ahora a sus 65 años era todo menos eso, solo un viejo poderoso y verde que utiliza su posición para coger lo que le apetecía y lo que le apetecía ese día era yo, eran mis pechos que agarraba con fuerza mientras me besaba el cuello, levantándome un poco la falda y metiendo su mano por debajo me apretaba con fuerza mi sexo, sus dedos intentaban meterse furtivamente sin que los hubieran invitado por debajo de mis bragas, pero daba igual la invitación, ya que él estaba acostumbrado a que todo el mundo le dijera que sí.

Tenía la mirada perdida en el horizonte, dejando que aquel hombre me metiera mano y todo por culpa de mi madre, tenía sus dedos metiéndose en mi vagina, dedos ásperos como él que entraban sin que yo estuviera preparada sin ningún tipo de lubricación, tenía que cambiar de actitud porque si no lo iba a pasar mal, sabía que no había marcha atrás y que aquel viejo me iba a follar así que tome la determinación de dejarme llevar, no podía hacer otra cosa si no quería que me hiciese daño, me costó, pero empecé a sentir sus dedos moviéndose dentro de mí ya no como extraños, sino como a un familiar que no aguantas pero tienes que sonreír.

Giré mi cabeza para sentir sus labios sobre los míos y que mi mano buscara su pene por debajo del pantalón, sus dedos seguían metiéndose en mi vagina que empezaba a humedecerse, con fuerza me dio la vuelta y me empotro contra el cristal del ascensor tirando mi casco de obra al suelo, su pelvis se apretaba con fuerza contra mis nalgas sintiendo nuevamente su polla, me besaba con su lengua sin descanso y sus manos volvían apretar mis pechos con fuerza, tenía miedo, tenía mi mejilla en el frio cristal y mi aliento dibujaba en él mi respiración, cerré los ojos cuando con decisión sus manos buscaron mis bragas bajándomelas hasta las rodillas y sujetándome de la tripa me separo un poco del cristal flexionando mi cuerpo, mi mirada ahora al suelo embarrado del ascensor esperando a notar como me penetraba con su polla.

Un grito salió de mí y no de placer, sino de dolor, me acababa de clavar toda la polla, sin meterme tan solo su glande, sin meterla poco a poco y despacio, a él no le importaba nada de eso, a él no le importaba si yo disfrutaba o no, la sentí entrar como papel de lija, pero el dolor poco a poco fue pasando cuando la sentía entrar una y otra vez, sus manos sobre mis caderas ayudándose en cada empujón, su polla iba entrando mejor pero sin darme placer alguno, sin hacerme daño pero sin disfrutar hasta que se apartó para correrse entre mis muslos, ni un gemido de placer, tampoco de dolor salvo cuando me penetro, estaba fría como el hielo y sabía que él lo notaba y a pesar de haberme follado yo sabía que no estaba contento, si quería su firma en el documento de mi madre tendría que dar más de mí, ser más cariñosa, ser más puta, ser una verdadera zorra.

Todo había empezado aquel lunes de mañana cuando mi madre me invitaba a una comida de negocios con un inversor, quería que viera de primera mano unas negociaciones que se preveían duras, yo acababa de terminar la carrera de arquitectura y me faltaba un año para licenciarme también en empresariales, estaba sobradamente preparada y ya estaba trabajando con ella, en su empresa de construcción.

Fuimos las dos muy guapas al restaurante donde este inversor ya nos esperaba, ya desde un primer momento me resultaba una persona repulsiva, no sé que era, quizás su forma de andar, su forma de hablarnos como si fuéramos dos mujeres tontas, sus expresiones machistas y salidas de tono, mirando nuestro escote continuamente y haciendo pequeños chascarrillos sobre la diferencia entre una y otra, era un ser repulsivo pero en esos momentos vital para el negocio de mi madre, notaba como me miraba y como me desnudaba con sus ojos, me sentía tan incómoda que me disculpe con la excusa de ir al servicio a retocarme no sin antes escucharle decir que si necesitaba ayuda para bajarme las bragas que se las pidiera y no sé qué me molestó más si aquella grosería o la risa de mi madre, al volver ya no estaba pero la cara de mi madre era todo un poema y reflejaba que algo había pasado.

-Mamá de donde los sacas ja, ja, ja, que tío más -En ese momento mi madre me interrumpió.

-Lara ya está hecho, mañana firmará.

-Anda que me he perdido, estupendo mama, felicidades.

-Firma con una condición Lara

-Vale y cuál es

-Tú

-Como que yo

-Quiere que pases un día con él

-Ah bueno si solo es eso, haremos de tripas corazón y de niñe… ¿Cómo que pase un día con él, mamá?

-Quiere estar…

-A no, no, no, no, ¿quieres que sea su puta?

-Es necesario hija, compréndelo yo si pudiera…

-Ya, si pudieras, pero no puedes, pues sabes qué, que paso, paso de ti, de tu negocio y del puto viejo verde.

Me levanté de la mesa como alma que lleva el diablo y me fui de allí corriendo, al día siguiente daba mi brazo a torcer cuando mi madre me comento el estado de la empresa y que necesitábamos esa inyección de capital o iríamos a la quiebra y eso nos lleva otra vez al momento actual, saliendo del ascensor en la última planta de un edificio ya terminado, solo faltaba parte del interior y allí en medio de aquella estancia nada más salir del ascensor había un montón de cajas amontonadas en el suelo, todo el material de electricidad, fontanería y carpintería para que los obreros pudieran terminar la obra, de hecho ya lo estaban haciendo y menos mal que no había nadie al estar en la hora de la comida porque me sentiría muy incómoda, lo malo que por otro lado nos encontrábamos solos en la planta.

Le notaba molesto, parecía que no había sido lo que él esperaba o lo que mi madre le había vendido, así que respire hondo.

-Juan le gustan las vistas.

-Bueno, las he visto mejores y sobre todo las he disfrutado más.

-Esas no Juan, estas.

Cuando miró hacia donde yo estaba, le cambio la cara, estaba sentada en una de las enormes cajas llenas de materiales, el casco en el suelo y con la melena suelta, mi blusa a medio abrir dejándole ver mi sujetado blanco de encaje, mis piernas abiertas con la falda recogida en mi cintura y mis bragas, mis bragas negras en una mano, amarrándolas con fuerza sin soltarlas, estaba abriendo y cerrando mis piernas invitándole a mirar como mi coñito se abría y cerraba, como mis labios se pegaban y despegaban, ahora si, ahora sí que le estaba invitando, ahora sentía como se humedecían mis labios, ahora si me estaba comportando como lo que él quería, como una puta.

-Que, le gustan estas vistas.

-Estas si, estás claro que me gustan niña.

-Si quiere puede verlas más de cerca. -Al decirle esto me abría bien de piernas y con los dedos de una mano abría los labios dejándole ver la rosada piel mi vagina.

-Lo estoy deseando niña, lo estoy deseando.

-Pues no lo desee, acérquese porque tengo esto y mucho más para usted.

-Ya me dijo tu madre lo puta que eras, pero se queda corta niña, ya que lo digo yo que he conocido a muchas zorritas como tú.

Estaba curada de espanto en esos momentos y no me afecto lo que decía, estaba más pendiente de su polla que estaba fuera de su pantalón cuando llego a mí, la recuperación fue increíble, ahora parecía más grande y más dura, esta vez no la metió directamente sino que jugo con mis labios mientras me desabrochaba la blusa y me quitaba el sujetador, su boca sobre mis pezones jugando con su lengua y su polla sobre mi coño, pasando su glande por toda mi abertura pero sin meterse y si, esta vez si consiguió sacar un gemido de placer, esta vez mi coño estaba húmedo, preparado para que me follase, empezó a besarme, a buscar mi lengua con la suya a la vez que mis manos rodeaban su polla acariciándola, masajeando sus testículos y esta vez fui yo la que abrazada a él, la que mientras me besaba el cuello fui poco a poco metiéndome su polla en mi vagina, despacio la dejaba meterse dentro de mí, que fuera deslizándose por mi carne hasta tenerla entera dentro de mí.

Juan esta vez me la metió muy profundamente y sin dolor, esta vez solo me daba placer al follarme sacándome varios jadeos y gemidos, mis manos alrededor de su cuello y él con su polla entre sus manos que la había sacado para frotarse contra mi clítoris, para metérmela y sacarla nuevamente y volver a frotarse contra mi clítoris, ya no había problema de lubricación, estaba tremendamente mojada por fuera y por dentro, acariciándole el cuello, arañándole la espalda cuando me la metía y la casaba otra vez toda para jugar con mi clítoris, fue la primera vez que sentí que quería que me follara, quería realmente follar con aquel viejo verde, que me la metiera y que no la sacara, estaba disfrutando que si, al final había sacado a la puta que llevaba dentro.

Su polla me penetró una vez más pero esta vez para quedarse, Juan puso sus manos sobre mis nalgas, eche mis brazos hacia atrás sujetando el peso de mi cuerpo y mis piernas rodeándole el cuerpo aprisionándole las caderas con ellas, Juan empieza los movimientos hacia adelante y hacia atrás mientras yo le dirigía la profundidad y la fuerza que yo quería con mis piernas, presionándoles con mis pies en sus nalgas, esta vez si estaba aguantando, esta vez sí que me daba placer, el eco de los gemidos y gritos al sentirla cada vez más dentro se desplazaban por toda la planta.

Los dos nos mirábamos a los ojos para ver crecer el placer en los ojos del otro, era tan excitante verle como cambiaba el gesto, como el verme a mí gemir disfrutando de cada penetración, como cada centímetro robado en mi vagina por su polla me hacía volar, sintiéndole cada vez más dentro y alegrándome de la decisión tomada al final, estaba despertando de mi letargo sexual, cada empujón me hacía perder un poco más el control, mis brazos se vencieron al final y me tumbe por completo en la caja, mis pies seguían apretando sus nalgas empujándole hacia mí cada vez con más fuerza y rapidez y mientras mis manos acariciaban mis pechos pellizcando mis pezones.

Juan me cogió de la cintura y empezó a mandar él, empezó a meterme su polla más y más rápido, más y más fuerte y dentro hasta que intento salir, se iba a correr pero no le deje, mis piernas lo presionaban con fuerza, mis pies sobre sus nalgas hacían presión, yo estaba a punto de correrme y quería su leche, ya puesta a ser puta, sería la más puta.

Los dos empezamos a gemir con fuerza, mis gritos empezaron a viajar por toda la planta cuando su polla empezó a lanzar su semen en mi interior, cuando mis piernas dejaban de entrelazarse en su cuerpo y empezaban a temblar, ya estaba aquí un orgasmo, algo de lo que me había olvidado que existía, ya no me acordaba de lo que era y de lo que se sentía, hacia tanto que no tenía relaciones sexuales que me había olvidado y él, el ser más repulsivo de la tierra, un viejo verde de 65 años me follaba para recordármelo.

Ahora que me había reencontrado con el sexo y a pesar de que mi pareja fuera 41 años mayor que yo, no quería dejarlo, ahora quien quería follar era yo, quería que me volviera a follar y no le di tiempo ni para respirar, bajándome de la caja le cogí la polla y se la empecé a chupar, estaba pequeña, flácida, había que trabajarla bien para ponerla nuevamente en forma y saciar mi apetito, empujándolo y apoyándolo ahora a él sobre las cajas de cuclillas le estaba lamiendo su polla, metiéndomela entera y notándola como poco a poco crecía en mi boca, un poco más y ya estaría, un poco más y ya la podría sentir en mi interior nuevamente bombeando y sacando los gritos de mi cuerpo.

Mientras se la iba chupando me quitaba la blusa dejándola en el suelo, mi sujetador y de un costado me desabrochaba la cremallera de mi falda quitándomela también, solo me deje los zapatos de tacón, no muy apropiados para una obra pero no pensaba que fuéramos a quedarnos allí, me levante desnuda frente a él ya con una erección incluso mayor que la segunda que le había provocado, me miraba incrédulo pero feliz porque estaba recibiendo más de lo que esperaba, a sus 65 años no se iba a ver más en una como ese seguro, levante mi pierna derecha poniéndola encima de las cajas con mi rodilla a la altura de mis pechos y le cogí la polla metiéndola en mi coño.

Una vez más saboreaba el dulce placer de tenerla dentro de mí, mis flujos habían empapado toda mi vagina, mis flujos y su semen, hacia que penetrase con gran facilidad, él no tenía que hacer nada, ya lo hacía yo todo, con mi pierna izquierda estirada, bien apoyada en el suelo al igual que la derecha pero flexionada sobre la caja, me iba inclinando hacia él haciendo que su polla se fuera metiendo en mi vagina, hacia delante y hacia atrás en un baile de gemidos, en un baile con sus manos sobre mis pechos, chupándome mis pezones, me acercaba a él para besarle y juntando por completo nuestro sexo, nuestras lenguas en un baile erótico fuera de nosotros, en esos momentos sentía su polla tan dentro de mí que me encantaba esa sensación, casi la notaba palpitar dentro de mí.

Una vez más mis gritos inundaban la estancia y se hacían presentes cuando un nuevo orgasmo paralizaba mi cuerpo haciéndome temblar, teniendo su polla bien metida en mi interior, Juan cogiéndome de las nalgas empeño a meterme su polla con rapidez haciéndome disfrutar más y más hasta que exploto nuevamente, esta vez ni se inmutó, dejo que su polla me llenara de su semen como una manguera que saca el agua en el incendio, un incendio que tenía en mi interior y necesitaba apagar, nuestros labios se juntaban nuevamente y mordiéndonos los labios disfrutaba de un tremendo orgasmo que todavía en esos momentos me atravesaba el cuerpo y que hizo que le mordiera más de la cuenta haciéndole sangre en su labio.

Fantástico, maravilloso, era lo que pensaba y me decía a mi misma por dentro, Juan saco su polla y apoyándonos sobre la caja jadeábamos los dos con fuerza, su mano tocándome la vagina, metiendo un dedo y sacándolo mojado con su semen, enseñándomelo y llevándomelo a mi boca me lo hacía tragar, un momento tan erótico que me hubiese gustado follar otra vez, pero en ese momento sentimos subir el ascensor y oímos como los obreros volvían a su trabajo, algunos pasos ya por los pasillos acercándose a nosotros, los dos nos tuvimos que vestir deprisa, Juan lo tenía más fácil, ya que solo era subirse el pantalón, pero yo estaba desnuda y tuve que ponerme las bragas deprisa y corriendo, la falda, abrocharme el sujetador y la blusa y meterla por dentro de mi falda que estaba toda arrugada, los pelos alborotados y con el casco mal puesto empezaba a saludar a los obreros.

Algunos de ellos no venían de abajo, pensábamos que estábamos solos, y no era así, los que subían me miraban con extrañeza al verme tan mal vestida, pero los que ya estaban allí me miraban de arriba abajo sonriendo, desnudándome con sus miradas mientras se tocaban disimuladamente la polla con su mano, lo habían oído todo, quizás nos habían visto follar, estaba tan avergonzada que no podía mirar al frente, tapándome con mi casco la cara y una vez en el ascensor les oía gritar y reír, poniéndome de puta para arriba, Juan me miraba y me decía que no les hiciera caso a pesar de que él también lo pensaba, es más él me iba a pagar con su firma en un papel.

Ya bajando Juan me decía que encuentro llegáramos firmaba los documentos y así lo hizo, los documentos que certificaban que había pasado con nota la asignatura de puta.

Al llegar a casa mi madre lo primero que hizo fue preguntarme si lo había conseguido, si había firmado, no me pregunto como estaba solo si había firmado y yo subiendo las escaleras con dirección a la ducha solo le conteste una cosa.

-Mamá, tu puta ha cumplido.

-Ya, pero ha firmado hija.

Ya desde lo alto de las escaleras me volvía a dirigir a mi madre, pero esta vez llorando y gritándola.

-Como te he dicho mama, tu puta ha cumplido, su semen mojando mis bragas lo certifican.

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