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Zumbándome a la abuela Clotilde

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La abuela Clotilde no es mi abuela, pero es como si lo fuera. De hecho ha sido como la abuela de muchos chicos de mi barrio. Cuando hace años no se llevaba que los abuelos cuidaran a sus nietos, ella siempre estuvo ahí, con nosotros. Yo perdí a mis abuelas casi recién nacido y por eso tuve una unión especial con ella.

Recuerdo las tardes en que íbamos a su casa y nos tomábamos la merienda allí.

Luego con los años entendí que muchas veces era que porque nuestros padres querían quedarse solos en casa haciendo el amor y nos mandaban a jugar con nuestros amigos y acabábamos en casa de Clotilde.

Nos lo pasábamos muy bien charlando de cosas del colegio, de las chicas o chicos que nos gustaban y como hicimos piña entre nosotros y nos unimos aún más de lo que ya lo estábamos.

El tiempo pasó y algunos compañeros dejaron al barrio y se mudaron a otras partes de la ciudad. Yo todavía sigo aquí.

Ahora Clotilde ya es abuela. Tiene por lo menos 75 años aunque le gusta arreglarse como si tuviera 20 años menos.

Una vez a la semana le llevo la compra a casa. Desde que murió su marido hace 5 años he tomado la costumbre de hacerlo, porque aunque se encuentra bien de salud y es activa, me gusta recordar los buenos momentos que pasé en su casa cuando era pequeño.

Me prepara siempre un vaso con cacao y galletas como hacia entonces.

-Como echo de menos a los chicos, me dice ese día en que le he llevado la compra.

-Si. Ya no queda nadie de nosotros en el barrio. Le contesto.

-Anda, tomate el cacao y las galletas.

-Están buenísimas. Le digo mojando una en la leche.

-Estoy reuniendo recetas antiguas para hacer unas galletas todavía mejores. Me comenta subiéndose las gafas en la nariz y repasando unas hojas viejas. Puede que la semana que viene tenga alguna receta nueva. ¿Vendrás el lunes?

-Claro, abuela Clotilde. Dime que necesitas y te lo traeré.

-Ah, pues, se queda pensando un momento. Un poco de canela y más harina. Creo que con eso tengo todos los ingredientes.

Se giró para apuntar las cosas y en ese momento me fijé en sus caderas que se marcaban con esa falda que llevaba. La verdad es que para su edad estaban bastante bien y también me fijé en su trasero. Era grande y la verdad me sorprendió que me hubiera gustado. Nunca hasta ahora la había visto como mujer, solo como si fuera mi abuela.

Pero ¿en qué estoy pensando? Clotilde me saca 55 años y ¿cómo me iba a atraer una mujer de su edad?. Deben ser tantos vasos de leche con cacao que me tienen confundido, jajaja.

Me despido de ella y me voy.

En casa están mis padres cuando llego. Andan ocupados con sus cosas y desde hace meses no pasamos mucho tiempo juntos por culpa de su trabajo.

Les saludo y no les cuento que he estado en casa de Clotilde porque tampoco creo que me escucharan. Hablan del trabajo y de cosas por estilo. Me voy directamente a mi habitación.

Saco un álbum de fotos de cuando era pequeño y las repaso. En la última hoja hay tres fotos que nos hicimos en casa de Clotilde mis amigos y yo. Sonrió y me doy cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo.

Claudia una compañera de trabajo me llama al móvil. Charlamos un buen rato y después me echo la siesta.

Me despierto ya tarde. Mañana ya es lunes y he quedado en llevarle las cosas que le faltan para las galletas.

Es lunes. Subo a su casa con un par de bolsas de la compra, aparte de la canela y la harina, he decidido comprarle algo más de comida.

Llamo a la puerta, pero no me abre.

Vuelvo a insistir y veo que la puerta se abre.

-Clotilde, la llamo. Clotilde, tienes la puerta abierta.

Miro por el salón y no la veo. Entonces me habla.

-Pasa, pasa. Perdóname que estaba en la ducha, me dice.

Dejo las bolsas en la mesa y miro que ha puesto una foto nueva en el salón. Deben ser sus nietos.

Entonces veo la puerta del baño entreabierta, se ve desde el salón, y me fijo en que está desnuda de espaldas a mí. Puedo ver su culo grande casi apoyado en la puerta.

Dios, esta tremenda. La veo girarse para ponerse el sujetador y veo su par de pechos caídos, pero con unos pezones enormes, como los botones de una radio antigua.

Tengo que sentarme en el sofá. ¿Qué me está pasando? Pienso.

Trato de tranquilizarme por lo que acabo de ver, cuando Clotilde sale del baño, aunque solo con la ropa interior puesta.

Veo que por sus bragas asoma algo de vello púbico. No se ha debido depilar en mucho tiempo.

Se acerca hacia mi. Se agacha para darme las gracias con un beso y sus tetas tocan mi cuerpo. Una erección ha surgido de repente en mi pantalón.

Intento disimularla como puedo. Me acomodo el pantalón cuando ella se pone delante mío a mirar en las bolsas lo que le he comprado.

Tengo su culo frente a mi y esto no mejora para nada mi erección. Al contrario, crece un poco más y hace daño de tan dura que la tengo.

Clotilde se lleva las bolsas a la cocina. Vuelve al poco y se sienta a mi lado. Sigue en ropa interior.

-Perdona que no me ponga el vestido, pero me acabo de duchar y sigo teniendo calor. ¿No te importa verdad?

-No, para nada. Estás en tu casa. Le respondo sonriendo. Pero si no te importa necesitaría usar el baño. Le comento.

-Claro cariño, me dice. Ya sabes donde está.

Cierro la puerta y le echo el pestillo. Me miro en el espejo y me doy cuenta de que estoy muy caliente.

Mi polla parece que estuviera viva. Me la saco y apunta hacia el lavabo.

Mojo mi mano con un poco de agua y me hago una buena paja.

Me corro al poco tiempo. Pongo toda la taza salpicada de semen y la limpio rápidamente. No quiero que Clotilde piense que estoy haciendo lo que realmente acabo de hacer.

Me lavo las manos después de tirar de la cadena y salgo. Antes me he secado bien el sudor para que no queden pruebas de mi excitación.

-Bueno, abuela Clotilde le digo. Tengo que irme ya.

-Está bien cariño. Ven esta tarde y ya tendré las galletas listas. Sigue en ropa interior.

-De acuerdo. Cierro la puerta y bajo corriendo las escaleras.

Buf, pienso, no puedo creer lo que me ha pasado. Me he puesto cachondo viendo a la abuela Clotilde y luego en ropa interior y me la he cascado en su baño.

Si podría ser su nieto. Bueno dejémoslo pasar. Corramos un tupido velo.

Me olvido de todo. Pero llega la tarde y he quedado en volver a probar sus galletas.

Subo de nuevo y toco el timbre. Me abre al poco. Lleva puesta una bata de cuadros. Parece que se haya maquillado y pintado los labios.

-Pasa. Tomaremos la merienda en la cocina.

-Vale.

Me siento en la silla y ella se agacha para sacar las galletas del horno. Su culo se pone en pompa porque se ha agachado del todo en vez de flexionar las piernas.

Cojo una y está buenísima la verdad. Me dice que si apetece tomar un vaso de leche con las galletas y le digo que si.

Saca el brik de leche de la nevera y nos prepara dos vasos.

Los calienta en la sartén. Nunca le gustó demasiado calentar la leche en el microondas.

Me ofrece un poco de cacao y yo lo acepto. Ella se sienta frente a mi y cruza las piernas. Noto como si se hubiera echado crema porque le brillan.

No hablamos nada en un rato mientras me como otra galleta y otra más.

-Está haciendo calor estos días ¿verdad? Me pregunta.

-Pues si. Es cierto.

-Tanto como para calentar a una anciana como yo.

-No eres tan anciana Clotilde, le digo.

-Ya. Y también hace tanto calor como para calentar a mi nieto postizo. Me dice riendo.

Yo agacho la cabeza cortado.

-La leche con cacao está increíble. Le digo como respuesta.

-¿Te gusta la abuela Clotilde?

-Abuela, por dios.

-No lo niegues tesoro. Cuando te fuiste, volví al baño a recoger mi ropa sucia y descubrí unos goterones de semen en el suelo del baño.

¡Dios! Pensé. Pero si lo había limpiado todo bien.

-Yo no… Pero no tengo fuerzas de rebatirla.

-¿Te hiciste una paja a mi salud, verdad?

-Yo, yo.

-No lo niegues tesoro. Me debiste ver desnuda desde el salón y te excitaste.

-Joder abuela… no sabía que decir.

-No pasa nada. No soy realmente tu abuela, así que no importa. Además, me gustó sentirme deseada de nuevo después de tantos años. Por lo que he contribuido con algo a tu merienda.

-¿Eh? No sabía dónde meterme.

-No te preocupes. Solo es una viagra que conservaba de cuando vivía mi marido. La machaqué y la eché en la masa de las galletas. Yo no he probado ninguna.

Entonces me levanto de golpe. Mi polla está tiesa y siento una tremenda excitación.

-¿Quieres follarme cariño? No sabes cuánto tiempo llevo sin hacerlo.

-Abuela por dios, compórtese. Me salió llamarla de usted.

-Dime que no me deseas. Y se bajó la bata dejándome verla en ropa interior.

Joder con la abuela. Pese a su edad estaba bastante buena. Una tripa no muy pronunciada. Arrugas en su cuerpo, si, pero y ¿Qué me decís de esas dos tetas enormes que había visto antes? Estaba deseando ver su coño peludo. La viagra me había puesto como un toro.

-Vamos al sofá tesoro. Siempre me ha apetecido hacerlo contigo allí.

¿Siempre le ha apetecido hacerlo conmigo? ¿Y desde cuando? Pensé.

No puedo hacer nada. Y tampoco pongo resistencia. Ella me lleva de la mano al salón y yo no reacciono.

Me sienta en el sofá mientras deja caer la bata sobre la mesa del salón.

Se quita el sujetador y sus dos enormes y caídas tetas se liberan.

-Anda, chúpamelas bien. Solo así te dejaré probar mi coño.

Me empeñé en chuparla hasta que se humedeciera bien. Está excitado, como loco y me entregué a la pasión.

Alterné como me gusta entre un pezón y otro y así estuvimos un buen rato, ella de pie y yo sentado mientras se iba humedeciendo, cosa que aprecié por la mancha que apareció en sus bragas y no porque me hubiera dejado tocárselo.

Cuando ya no pude más, mi polla ardía, intenté hacerla una cubana, pero ella no me dejó. Insistió en que le siguiera comiendo los pechos y los pezones.

-Abuela, tengo el rabo a punto de explotar. Le dije. Déjame correrme y después te follo bien.

-No cariño. Verás lo que voy a hacerte. Querrás correrte dentro.

Luego se dio la vuelta y se bajó las bragas hasta los tobillos, pero sin dejarme tocarle el coño. Me tuve que conformar con amasar sus nalgas gordas como si amasara la masa de una pizza o de unas empanadillas.

Cuando terminé estaba a punto de reventar. Mis huevos estaban cargados a tope y a punto de disparar.

Ya por fin Clotilde se subió sobre mi y fue clavándose la polla muy despacio. Entró como si nada. Su coño peludo me rodeaba. Me extrañó que a su edad lubricara tan bien, pero luego me dijo que se había preparado antes de que yo llegara y se había untado con lubricante por el coño. Además se había vuelto a excitar después de mucho tiempo al descubrir mi corrida en el suelo de su baño.

Al poco de empezar a subir y bajar yo me corrí. No duré ni cinco minutos. Estaba tan caliente que no puede aguantar demasiado.

Pero Clotilde siguió cabalgándome. Así con el lubricante y mi corrida la penetración era mucho más fácil y además se deslizaba como pocas veces cuando había follado con chicas de mi edad.

Solo se oía el pluf, pluf, del roce de mi polla al entrar y salir. Clotilde no gemía, solo respiraba acompasadamente y se apoyaba en mi pecho para darse impulso.

Yo la miraba como embobado mientras seguía el movimiento de sus tetas subiendo y bajando con cada cabalgada que me daba.

Intenté cambiar de postura y terminar encima de ella sobre el sofá, pero no me dejó.

Siguió un rato más hasta que noté como su coño me apretaba aun más fuerte y termino corriéndose elevando algo el tono de voz.

-Me corro cariño, me corro, me corro, me estoy corriendo, después de tanto tiempo con una polla. Aaaah.

Entonces explotó su orgasmo y echó la cabeza hacia atrás.

Mi polla medio flácida por la corrida anterior ya estaba erecta hacía rato de nuevo y entonces fui yo el que empujó hacia arriba con las caderas para follármela y que ella no hiciera más esfuerzo.

No tuve que seguir mucho rato porque ella estalló en un segundo orgasmo, esta vez bastante escandaloso y yo la acompañé con una nueva corrida en su interior.

Nos quedamos un rato en el sofá, ella sobre mi y me empezó a besar. Yo la correspondí y nos acariciamos los cuerpos como dos enamorados.

Después la ayudé a incorporarse. La alfombra se manchó con la mezcla de sus fluidos y mi semen.

-Vaya cariño. Ha quedado fatal. Tendré que llevarla al tinte, me dijo riendo.

Quiso que nos ducháramos juntos, pero lo rechacé. Sin duda me la hubiera follado otra vez si hubiera entrado con ella en la ducha.

Me había quedado satisfecho, pero no sabía si por su edad tantos polvos seguidos podrían hacerle mal, sobre todo para su corazón.

Después de duchase ella me tocó a mi.

Me pasó la toalla y me sequé bien. Ella ya se había puesto la bata.

-Las galletas estaban buenísimas abuela. Deberías probarla con algún amigo. La animé.

-¿Tú crees? Me respondió picarona.

-Sin duda tendrían mucho éxito.

-Tal vez, dijo pensativa. Debería probarla con mi vecino Jacinto. No me quita ojo de encima. Pero sería solo para probar otra polla cariño. La tuya me ha encantado.

-Entonces nos vemos el lunes que viene y echamos otro polvo si no te importa abuela Clotilde. Le digo mientras me despido dándole un beso en la mejilla.

-Claro que si picarón, jejeje. Me da un beso en la boca y me toca el culo.

Joder con la abuela Clotilde.

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