Placeres prohibidos. La melancolía del incesto (3)
Elizabeth, encendida, se arrodilló frente a Atziry, su rostro quedó a centímetros de la vagina depilada de su hija, un manjar que ahora deseaba con desesperación. Pero se contuvo, resistiendo la tentación de lamerla de inmediato. En cambio, volteó a Atziry con un movimiento firme, dejando frente a ella sus nalgas redondas, perfectas...