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Morbo y frenesí con pareja de 60 años

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Mi nombre es Luis, tengo 31 años y vivo en Santiago de Chile, enorme y ruidosa ciudad que te mantiene en estado de alerta constante, acumulando cada minuto un poco más de estrés en nuestra espalda y cabeza. De contextura soy delgado, atlético gracias al deporte, pelo castaño y ojos negros.

Desde que soy adolecente me he acercado al sexo para mantener cierto nivel de tranquilidad y armonía, largas jornadas dedicaba a masajear mi bulto y descargar mis emociones de manera viscosa y caliente, observando todo tipo de cuerpos y géneros. En algún momento cuestioné mi sexualidad, veía hombres y mujeres de todas las edades y tallas en imágenes y videos pornográficos, eso me ponía muy duro, y me di cuenta así a temprana edad que lo que me excita es el éxtasis, la borrachera del placer, la calentura, no el tipo de cuerpo o si es hombre o mujer.

En una sociedad como la nuestra los prejuicios pesan y mucho, por lo que no me atreví a dar rienda suelta a mis deseos más allá de lo que podía encontrar en los miles de sitios virtuales dedicados a estimular nuestro morbo, hasta que sucedió lo que me motiva a compartir parte de mi vida en esa historia.

Hace un año me vine a un barrio en la comuna de Maipú con unos amigos, el entorno es tranquilo y cargado de actividades vecinales. Llegó el mes de septiembre, donde en Chile celebramos las fiestas patrias, por lo cual nuestro barrio se organizó y creó competencia culinaria por pasaje. Como veníamos recién llegando al sector, le manifesté a mis amigos lo bueno que sería participar junto a nuestros vecinos, así que me inscribí como colaborador a nombre de nuestra casa, donde se nos asignó hacer el clásico ponche de durazno junto a la casa 184.

Al ser nuevo en el barrio no conocía más que de vista a los vecinos de mi pasaje, por lo cual fui inmediatamente a la casa 184 a coordinar el trabajo que se nos encomendó. Día sábado en la tarde, a punto de llegar la primavera y el sol cálido despidiendo el invierno, me acerco a la puerta y toco el timbre. Luego de un par de minutos se abre la puerta, tras ella aparece una mujer de 60 años, melena blanca, 1.60m de altura y con unos pechos enormes, gordos y turgentes que fácilmente le llegan al ombligo.

- Hola buenas tardes, soy Luis su vecino, me toca trabajar con su casa para hacer el ponche

- Hola Luis si me comentaron que vendrías, yo soy Graciela, estábamos con mi marido a punto de tomar once, pasa adelante.

Haciendo caso a la invitación de Graciela, entré a la casa y vi la mesa puesta donde se encontraba su marido, Ricardo, un caballero de unos 65 años, alto (1.80m) y esbelto.

Tomé asiento y nos pusimos a conversar de la vida en general, me contaban de sus 2 hijos y los 5 nietos que tienen, yo de mi trabajo y estudios, etc. Pasaron alrededor de 3 horas cuando ya se hizo de noche y Ricardo me invita a probar el vino que tiene guardado para que podamos hacer el ponche, y le pide a Graciela que traiga. Nos ponemos a beber los tres y en pocas horas vaciamos la botella. Seguimos contando historias de vida mientras Graciela se para a buscar más vino y un sonido estalla desde la cocina, me paro rápidamente y voy a ayudar, la botella se encontraba destruida en el piso nadando en la posa de vino. Graciela agarra un paño y se agacha a limpiar la poza, su blusa suelta deja entre ver parte sus pechos desnudos que caen como dos enormes melones moviéndose de un lado para otro mientras refriega el piso, lo que me provocó una erección inmediata. Tratando de despegar la vista de los pechos de Graciela, me sumo a la limpieza en medio de una erección tremenda, ya medio borracho de tanto vino la calentura se amplificaba, por lo que decidí volver cuanto antes a mi casa a hacerme una paja en su honor. Luego de limpiar todo y con mi ropa interior humedecida por el líquido que salía de mi pene, comencé a despedirme, en ese momento Ricardo se para de la mesa y me pide que espere unos minutos, la última botella para conversar escuchando su tocadiscos en la sala de estar, donde saca un tremendo disco de Pink Floyd y yo en su honor saco un caño de marihuana (Santa Sativa), esperando que mi pene se calme.

- Yo: Espero que no les moleste un poco de marihuana

- Ricardo: Que bien huele, adelante, hace tiempo no fumamos con Graciela. Graciela!! Ven con nosotros, mira lo que tenía escondido Luis.

Graciela se incorpora a nosotros sentándose junto a su marido en el sofá y yo desde la silla del frente prendo mi encendedor para aplicar fuego mientras de fondo suena “The Great Gig in the Sky”. Empieza a correr la marihuana y la habitación se comienza a cubrir de humo, el cuerpo se siente más liviano y Ricardo con Graciela se quedan unos segundos en silencio. Los observo detenidamente y veo que el semblante de sus rostros se altera, se observan fijamente y se comienzan a besar de manera apasionada, veía como sus lenguas se entrelazaban y como bebían la saliva el uno del otro, el pantalón de Ricardo se abultaba y de la camisa de Graciela aparecía la figura de sus pezones erectos. Algo sucedió en ese momento en que el vino, la música y la marihuana hicieron sinergia para desbocar los deseos sexuales de esta ya entrada en edad pareja.

Seguía observando y mi erección ya no daba para más, verlos besándose con esa calentura despertó un fuego gigante, y sin quererlo ni pensarlo saqué mi miembro jugoso y me puse a masturbarme mientras los veía. Ricardo se dio cuenta de la situación y en un tono algo irónico le dice a Graciela.

- Ricardo: Amor, mira a nuestro vecino, es un pervertido, mira cómo se masturba mientras nos observa a nosotros, un par de ancianos. Dale una lección.

- Graciela: Estas seguro amor? No se me vaya a pasar la mano jajaja.

Yo en silencio veo como Graciela cruza hacia mi, se pone de rodilla, me agarra la verga y suavemente la empieza a lamer desde la punta, tomándose todos mis líquidos y saboreándolos. Continúa con su trabajo bajando a mis testículos, metiéndoselos en la boca, y luego subiendo nuevamente a la punta de mi verga una y otra vez.

En el sofá del frente Ricardo se comienza a desnudar liberando un miembro erecto de al menos 18cm, lo mismo comienza a hacer Graciela, la cual desabrocha su blusa y aparecen el par de tetas más grandes que he visto, deben haber sido unos 140cm de carne colgando, coronadas por 2 enormes pezones con aureolas gigantes y rosadas.

Ya muy excitado y caliente viendo toda esta escena, sin previo aviso me voy cortado rebosando de leche la boca de Graciela, la cual al parecer sintió las palpitaciones de mi pico dentro suyo respondiendo con chupadas más profundas e intensas. Algo nervioso aún por la situación, y sin saber cómo respondería Ricardo al hecho de que me corriera en la boca de su mujer, me quede congelado, lo cual cambiaría con el actuar de Ricardo, quien se acerca a Graciela todavía cubierta de leche en sus labios y boca, y la comienza a besar. Ambos se hunden nuevamente en un apasionado beso lleno de morbo y semen, mi semen. Ricardo lengüeteaba sus labios buscando gotas de mi leche y Graciela con su lengua inundada de mí semen le daba a Ricardo quien le daba de vuelta a Graciela.

El éxtasis en el que se encontraban sumergidos Ricardo y Graciela me motivó de manera inmediata, volviendo a mi erección como si nunca hubiera eyaculado y como si llevara un año sin descarga. El morbo y la pasión de ambos me embriagaron más que las 3 botellas de vino y el pito de marihuana que nos fumamos. Luego de desnudarme me lancé un piquero entre ellos, como si su éxtasis fuera una piscina en la cual podía nadar libremente. Me sumo al beso entre ambos y lo primero que siento es mi fuerte olor a mi semen que hay en sus bocas, lo que me pone más caliente, hundo mi lengua en Graciela y luego en Ricardo, los tres arrodillados en la alfombra desnudos fundidos en erotismo.

Graciela se para, agarra con ambas manos una de sus enormes tetas y la comienza a lamer, ante ello Ricardo se va a su otro enorme seno y se hunde en el, chupándolo con frenesí. Entre los gemidos de Graciela observo su entrepierna canosa, y veo como unas gotas se deslizan desde su vagina por su muslo, como si fueran dulce miel me lancé sobre sus líquidos a beber de ellos, encontrando en el camino su vagina de labios prominentes y sabrosos. Con una pierna de Graciela sobre mi hombro, una teta en la boca de Ricardo y la otra en la propia boca de Graciela, lamí y bebí ese chorrito sin parar, entrando mi lengua profundamente, pasando por su clítoris y recorriendo también su delicioso ano hasta que se tuvo que arrodillar nuevamente por los tiritones que le provocaron el exquisito orgasmo que le dimos.

Ricardo guía a Graciela y la pone acostada de lado, sus tetas enormes se posan en la alfombra y de manera automática mi verga me guía al espacio entre sus pechos, y la comienzo a penetrar, mientras Graciela se pellizca y masajea los pezones. Atrás Ricardo le abre un poco sus piernas, y penetra su vagina haciendo que se agite aún más su respiración y movimientos, emitiendo unos gemidos intensos.

- Graciela: Amor, quiero el pico del vecino en mis tetas toda la semana

- Ricardo: Para ti lo que quieras

- Graciela: Entonces dame también leche en mi culito

Escucho el dialogo entre ambos, mientras me miran fijamente a los ojos sin involucrarme en el, y Ricardo se cambia de orificio, mientras Graciela suelta un suspiro de placer. Agarra sus tetas firmemente y me empieza a pajear con fuerza entre ellas, mientras Ricardo aumentaba las embestidas en el culo de Graciela, ambos empiezan a gemir y gritar y veo fijamente a Ricardo cuando este eyacula en el ano de su esposa, y yo en sus suaves y enormes tetas.

Fue tanta la excitación de mirarnos con Ricardo mientras eyaculábamos, que nos comenzamos a besar sobre Graciela, luego me dirigí al culo de ella a beber a lengüetazos y sorbos la leche de Ricardo, y Ricardo volvió a las tetas de su mujer a tragarse mi leche y compartirla con ella. Nuevamente me sumé a su beso viscoso, pero ahora con la tibia leche de Ricardo recién ordeñada desde el exquisito y oloroso culo de Graciela. Lo que nuevamente me puso a mil, teniendo mi verga totalmente erecta junto a la de Ricardo en cuestión de segundos.

Graciela estira sus manos y con la izquierda comienza a pajear a Ricardo, mientras con la derecha me masturba a mi. Con Ricardo nos paramos y pusimos nuestras vergas duras, venosas, jugosas y palpitantes a merced de su mujer. Con nuestros picos a la altura de su rostro, ella los comenzó a lamer y a pasárselos por la cara, con sus dos manos agarra nuestras vergas juntas y empieza a masturbarnos al mismo tiempo, sentía como el pico de Ricardo se frotaba con el mío en las manos de Graciela, ambos miembros resbalosos y cubiertos de semen y saliva. La excitación fue tremenda, con Ricardo nos comenzamos a besar y pasar la lengua por nuestros rostros, el me escupía saliva en la lengua y yo la devolvía. Con sus manos me comenzó a tocar por la espalda hasta bajar a mi culo, donde me comienza a acariciar el ano, luego saca sus dedos los mete en mi boca, y con mi saliva cubriéndolos vuelve a mi ano para introducir uno de ellos.

Llena de placer, Graciela toma ambos miembros y se los mete a la boca, seguimos frotándonos juntos pico con pico entremedio de la lengua resbalosa de Graciela, donde comienzo a sentir las palpitaciones de Ricardo, era inminente que ya se correría, por lo cual estiro mi mano y también busco el culo de Ricardo para meterle un dedo y masajear su ano, provocando una descarga inmediata que llevó a una reacción en cadena, el calor, la viscosidad, el éxtasis, sudor y sentir hincharse las venas de la verga de Ricardo junto a mi verga, lograron que me corriera enseguida junto a él, llenando por completo de leche la boca de Graciela quien liberó una mano para tocarse rápidamente y con fuerza la vagina de la cual comenzó a salir un chorro de líquido como si estuviera orinando mientras se retorcía y tiritaba de placer. Nos fuimos los tres al mismo tiempo.

Nos quedamos desnudos un rato en la alfombra, seguía sonando Pink Floyd al fondo, no podía borrar la cara de felicidad de mi rostro por la experiencia vivida, y notaba que en sus caras también se dibujaba una cómplice sonrisa. El ponche para la celebración de fiestas patrias nos quedó delicioso, y desde ese día mis visitas a la casa 184 se han vuelto más frecuentes gracias a la hospitalidad de Ricardo y Graciela.

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