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Mi profesor es todo un profesional

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Caminaba nerviosa por el pasillo de la facultad y tan solo se escuchaba el ruido de mis tacones. Ese estado de inquietud me había invadido desde que me asignaron como tutor de trabajo final de carrera al que había sido el protagonista de mis sueños más tórridos durante tantos años de clase, Pablo. Estatura media, de pelo castaño y de complexión normal. Dos cosas habían captado mi atención desde el primer día: sus ojos y sus manos. Ese azul chispeante me ponía a mil y verle explicar mientras gesticulaba hacía que imaginase sus manos recorriéndome.

Era bastante obvio que me había arreglado para él: vaqueros ajustados, camisa azul y zapatos de tacón. Ya habíamos cogido bastante confianza, nos enviamos e-mails diariamente y había estado en su despacho en más de diez ocasiones. Lógicamente no había ocurrido nada, simples roces accidentales, sonrisas y confidencias sobre otros alumnos o profesores. Yo sabía que Pablo estaba casado y que al menos era doce años mayor que yo. Poco importaba eso, yo soñaba continuamente con que me tumbase encima de su mesa y me hiciera suya.

Llegué a la puerta y llamé discretamente.

-Adelante -le escuché decir.

Pasé con cuidado ya que vi que estaba hablando por teléfono. El despacho era compartido y la mesa de Pablo estaba de espaldas a la puerta, por lo que él no me había visto todavía. Vi que llevaba puesto un jersey verde y unos vaqueros. Me senté en la silla que había enfrente de su mesa y solté mi bolso y los papeles que llevaba en las manos.

-No, esa fecha no puede ser. El congreso podría ser más adelante -seguía hablando él hasta que me miró. Yo sabía que estaba diferente. Me había arreglado el pelo (no lo llevaba en coleta como siempre) y maquillado un poco.

- Vale, ya me comunicas lo que decidas. Adiós -colgó y después me sonrió.

- Buenas tardes. Ya te traigo lo que me pediste, a ver si te gusta -le dije mientras le daba unos papeles.

-Sí, seguro que sí. Te veo diferente. Me gusta -respondió mientras comenzaba a leer lo que le había dado.

Yo continuaba nerviosa, quería provocarlo, ver si era tan inmune e indiferente como parecía, así que me quité la chaqueta y desabotoné discretamente uno de los botones de la camisa. Me incliné hacia la mesa y apoyé los codos en ella mirándole.

-¿Y bien? -pregunté en voz baja.

Él levantó la mirada y miró directamente mi escote.

-Pues está bastante bien la verdad. Cumples con mis expectativas-contestó mirándome ahora a la cara.

-Me alegro. ¿Hay algo que pueda mejorar? -intentaba mostrarme lo más ambigua posible.

-Sí. En esos estantes de ahí detrás hay una obra que me gustaría que consultases. ¿Puedes cogerlos? Es el tercero de esos grises, el de arriba.

Me sentí decepcionada pero me levanté y me giré hacia los libros. Tampoco es que el despacho fuese muy grande, apenas tuve que dar dos pasos. Miré los libros detenidamente y notaba su mirada en mi espalda, o quizás mejor, en mi culo.

- Ya sé que parezco un poco lela pero no se a cuál te estás refiriendo -le dije sin girarme y fingiendo mirar los libros.

Escuché como se levantaba y se aproximaba. Se colocó justo detrás de mi, tanto que casi me rozaba. Alzó su brazo y tocó el lomo de uno de los libros pero no lo cogió. Se quedó así. Era mi oportunidad, me giré y le miré a los ojos. Pablo se acercó un poco más pero continuaba sin tocarme.

-¿Por qué me provocas? -susurró contra mis labios.

-Yo no hago nada -respondí todo lo inocente que pude.

Fue demasiado. De repente se pegó a mí con tanta fuerza que me empotró contra la estantería. Poco me importó. Me besaba con pasión a la vez que me agarraba de las caderas y me rozaba con su paquete. Yo no perdí el tiempo y puse una mano en su culo mientras con la otra le acariciaba la espalda por debajo del jersey.

-¿Por qué te sientas siempre en primera fila a mirarme así? ¿Me querías poner cachondo? Pues lo has conseguido -decía contra mi cuello y empezó a desabrocharme la camisa. Mi sujetador era rosa y cuando terminó con los botones no me quitó la camisa, me la dejó puesta y se puso de rodillas. Me besó el borde del vaquero y comenzó a subir despacio. Llegó a mi ombligo y siguió subiendo lentamente.

Yo casi ni me lo creía y le acaricié el pelo mientras volvió a bajar y me desabrochaba el botón del pantalón. Bajó la cremallera y tiró de ellos para quitármelos mientras se ponía de pie. Me deshice de los zapatos como pude y terminé yo de quedarme en ropa interior. El tanga iba a conjunto con el sujetador y él me dio la vuelta hasta que yo quedé mirando los libros.

Dirigió su mano a mi coño por debajo de la tela. Yo estaba muy cachonda y lo mojada que estaba no dejaba lugar a dudas.

-¿Notas mi polla? Lleva queriendo follarte desde el primer día que te vi sentada con carita de buena- decía mientras se apretaba contra mi culo.

Me di la vuelta y le desabroché el cinturón y después el pantalón.

-¿Y a qué esperas -pregunté dejando libre una polla de tamaño considerable.

Volvió a besarme y me cogió una pierna. Me la puso sobre su brazo y apoyó la mano en un estante para dejar mi coño expuesto. Llevó hacia su polla caliente y me provocaba sin llegar a penetrarme. Cuando lo hizo gemí. Me encantaba sentirlo dentro de mí, notando como empujaba y cada vez me ponía más y más cachonda.

-¿Te gusta? A mí sí, es mejor de lo que me imaginaba. ¿Notas como entro en tu coño? Sé que lo estás disfrutando -decía morboso mientras me mordía el cuello.

Me iba a correr, lo notaba, las piernas me flojeaban. Él también pareció notarlo porque en ese momento agarró mi otra pierna, me levantó y continuó follándome contra la estantería. Yo tenía las manos en sus hombros y él me penetraba más rápido ahora. Cuando me corrí no pude evitar gritar y clavarle las uñas en la espalda. Apenas segundos después él embistió fuerte y se dejó caer contra mí y los libros. Noté como se corría y le mordí suavemente la oreja.

Me dejó que pusiese los pies en el suelo y se giró mientras se subía el pantalón. Yo me vestí rápidamente ya que me di cuenta que la puerta había estado todo el tiempo con la llave sin echar y cualquiera que hubiese abierto nos habría visto.

Él se sentó de nuevo en su silla y cogió los folios.

-Esto tiene posibilidades, habría que revisarlo con detenimiento ya que me tengo que ir. ¿Qué tal si nos vemos la semana que viene? Por la tarde, a eso de las 7 -dijo sin levantar la mirada de los papeles.

Yo me senté mientras me ponía los zapatos.

-Sí, me parece bien -contesté mirándole sin saber cómo actuar.

-Bien, pues hasta la semana que viene. Y trae falda si puedes -pidió sin mirarme.

Yo sonreí, asentí, recogí mis cosas y me marché.

El silencio continuaba en el pasillo.

¿Cómo podía alguien concentrarse así? Él estaba explicando y yo le miraba desde primera fila.

-Enrique quería engendrar un hijo varón y Catalina no era capaz de dárselo. El rey se encaprichó de Ana Bolena y solicitó la anulación de su matrimonio al Papa Clemente VII...

Parecía que nada lo alteraba. Continuaba hablando y ella estaba cada vez más cachonda. Apenas le escuchaba. Se imaginaba esas manos recorriendo su cuerpo.

-¿Y bien Sara? ¿Cómo se denomina a todo este proceso? -preguntó. Cuando me di cuenta de que me estaba hablando a mí me quedé en blanco y no supe que contestar.

-¿Me estaba escuchando? Señorita no sé qué le sirve sentarse en primera fila. Me gustaría saber qué la mantiene tan absorta -me dijo mientras se giraba para continuar señalando las diapositivas que aparecían en el proyector y explicarlas. Bien sabía él en qué estaba pensando yo. Recordé como me empotró contra su estantería y esa polla dentro de mí. Me sentía cada vez más mojada.

Eso no se iba a quedar así. Me había dejado como una idiota delante de todos los demás. Levanté la mano y esperé.

-¿Si? ¿Alguna pregunta? -me dijo dirigiéndome una mirada un tanto escéptica.

-Sí. He leído algunos artículos que dicen que Enrique tenía una enfermedad genética que le imposibilitaba tener hijos varones pero tuvo uno ¿no? -pregunté mientras mordía discretamente la tapa de mi bolígrafo.

Él tardó unos segundos en contestar y se quedó mirando mi boca. Sí, a mí también se me estaban ocurriendo mejores cosas que hacer con mi lengua.

-Sí, el que sería Eduardo VI, hijo de su tercer matrimonio con Jane Seymour-me contestó y continuó su exposición.

La clase duró unos veinte minutos más y yo seguí sin prestar demasiada atención, mirándole el culo cuando se giraba a escribir en la pizarra.

-Vale chicos, hasta aquí la clase de hoy. Por favor la semana que viene traed lo que os he dicho y estad más concentrados en clase-dijo mientras todo el mundo comenzaba a levantarse y a abandonar el aula ya que la siguiente clase era en otro edificio.

Yo hacía como que colocaba mis apuntes y esperé a que todos se marchasen. Pablo encima de la tarima dirigía miradas a la puerta y cuando nos quedamos solos fue hacia ella con las llaves en la mano. Cerró la puerta. Lo que me faltaba. Por mí como si me follaba allí mismo.

Se giró y me miró.

-No juegues con fuego porque te puedes quemar -dijo. Andaba hacia mí y dejó las llaves en una de las mesas de la primera fila.

-No sé a qué se refiere profesor-le contesté acercándome también a él.

Cuando nos quedamos frente a frente no me tocó. Me moría por besarle y devorarlo pero aguanté su mirada. Cogió mi culo y me apretó contra él.

-Si vuelves a mirarme así te juro que no podré aguantar y te follaré delante de todos-me susurró con ese tono que hacia enloquecer. Le puse las manos también en el culo.

-¿Es una amenaza o una promesa? -le pregunté con "ojitos inocentes". Él sonrió y me besó. Notaba sus manos por todas partes y empecé a gemir contra sus labios.

Me desabrochó el pantalón e introdujo su mano para acariciar mi coño por encima de la tela de mi tanga.

-¿Vendrá esta tarde a mi despacho señorita? -apartó la tela y un dedo estaba a la entrada de mi coño y empezaba a invadirme lentamente. Demasiado. Lo quería dentro de mí ya.

-Sí -contesté con el aliento entrecortado. Él me mordía el cuello.

-Eso ha sonado demasiado soso. Prueba otra vez -dijo mientras me lamía y retiraba su dedo, o al menos parecía amenazar con ello.

-Sí, esta tarde iré a su despacho profesor... a que me folle-estaba tan cachonda que hubiera dicho cualquier cosa.

-Eso está mucho mejor. Tú sabes que me encanta follarte. ¿Notas mis dedos entrando y saliendo? Ojalá fuera mi polla dándote placer y haciendo que te corras. Pero ahora tengo otra clase -dijo mientras retiraba la mano y se llevaba los dedos a la boca. Los lamió y se giró para subir a la tarima.

Me abroché el pantalón, recogí mis cosas, agarré las llaves y abrí la puerta. Ya llegaban algunos alumnos por el pasillo.

-¿A las 7? -le pregunté.

-Sí, y por favor Sara trae lo que te pedí el otro día -contestó sin mirarme y preparándose para la siguiente clase. Algunos alumnos empezaron a pasar y me marché sin decir nada más.

Estuve toda la mañana sin poder quitármelo de la cabeza. ¿Qué me pasaba con él? Me volvía loca. Me marché a mi piso y media hora antes de ir a verle me vestí. Me puse una falda negra ceñida (que él me pidió), una camisa rosa y botas de tacón alto negras. Sonreí cuando le imaginé entre mis piernas.

Cuando llegué a la universidad ya era de noche. El pasillo estaba silencioso como siempre. Estaba ante su puerta y llamé. No me dio tiempo a respirar, la puerta se abrió, él me agarró del brazo, la volvió a cerrar y me apoyó en ella.

De cara a la puerta apoyé las manos en la madera y noté su polla enfundada en el vaquero contra mi culo.

-Joder llevo cachondo todo el día -dijo mientras me levantaba la falda y se ponía de rodillas. Me bajó el tanga y me mordió el culo. Abrió bien mis piernas. Él veía mi coño desde atrás.

-Date la vuelta -me dijo aún de rodillas. Así lo hice. Comenzó a comerme el coño. Me metía un dedo, dos, me lamía el clítoris y yo no paraba de gemir. No quería hacer ruido pero no lo podía evitar.

Se puso de pie y me besó. Le abrí el pantalón y me puse de rodillas. Quería esa polla dentro de mí pero la noté caliente y suave y no pude evitar llevármela a los labios. Le lamí delicadamente la punta y después la metí en mi boca. Él intentaba contenerse.

-Para, o esto durará muy poco. He aguantado bastante, las horas han pasado despacio -dijo mientras me ayudaba a ponerme en pie y se sentaba en su silla.

Me hizo un gesto para que me sentase encima. Me subí encima de él y metí su polla dentro de mí. Me quemaba, me atravesaba y estaba tan dentro que me encantaba. Le cabalgaba mientras él me abrió la camisa y me mordía los pezones por encima del sujetador.

-Quiero que te corras ya... y me digas cuanto te gusta que te folle-me susurraba a la vez que me cogió de las caderas y me empujaba hacia abajo para follarme más fuerte. Me corrí con un fuerte gemido.

No me dio descanso. Se puso de pie conmigo encima, y agarrándome puso mi culo encima del escritorio y continuó embistiéndome. Se corrió a los pocos segundos mordiéndome el cuello para acallar su gemido. Se retiró de mí y se sentó en su silla.

Me coloqué la ropa y él hizo lo mismo. Me dirigí a la puerta.

-¿Hasta la semana que viene profesor? -le pregunté.

Me miró y sonrió.

-Sí, hasta la semana que viene señorita.

Le devolví la sonrisa y me fui cerrando la puerta.

Me gustan sus clases pero hoy es completamente infumable. Me remuevo en la silla e intento ponerme más cómoda. Misión imposible. Me fijo en su camisa. Es azul, igual que sus ojos. Está concentrado. No me ha mirado en toda la clase. En cierto modo eso me molesta.

Desde la última vez que estuvimos en su despacho no hemos vuelto a tener otro encuentro. Y no ha sido por mi culpa. Fui a verle el día y la hora acordados y un folio anunciaba en tu puerta: “Por motivos personales no habrá tutorías hoy”. Estoy intrigada. Quiero que termine la clase para poder hablar con él. Me miro el reloj. Aún quedan diez minutos de tortura.

-Sería precisamente bajo el reinado de Jacobo cuando florezca la literatura con autores como William Shakespeare. Este autor escribió una obra que trataba sobre Enrique VIII. Recordad que hablamos de él hace apenas una semana. ¿Alguien sabe cuál es? -pregunta mirándonos. Los que no están con el móvil parecen a punto de dormirse sobre las mesas. Levanto la mano.

-¿Todo es verdad? -medio afirmo medio pregunto.

Me mira con cierta sorna.

-Sí. Veo que ha bajado de las nubes para iluminarnos con su sabiduría-me dice girándose a escribir una fecha en la pizarra y continua con su explicación.

¿Qué es lo que pretende? Me está empezando a hartar.

-Bueno quedan cinco minutos para terminar la clase. Tuvisteis que leer una obra sobre Luis XIV y el examen es dentro de dos días. Por motivos personales es necesario que sea mañana -todos empiezan a protestar. Yo sonrío. Lo terminé de leer hace semanas.

-Dejad de quejaos. Será mañana por la tarde. Y el examen será oral -aún más quejas. Abro un poco los ojos sorprendida pero no me inmuto.

Comienza a recoger los papeles que tiene desperdigados por la mesa y a guardarlos en su maletín. Sigue sin mirarme. Y para mi sorpresa se dirige a la puerta y se marcha. Aumenta mi desconcierto. Por un momento pienso en seguirle pero desecho la idea rápidamente.

Me concentro en las siguientes clases y esa misma noche en repasar el examen. Claro que cada pocos minutos él acude a mi mente. Todo él. Sus manos, sus besos, sus caricias y ese carácter insaciable. Arrugo el ceño. No he visto ese carácter hoy. Me meto en la cama con esa idea en la cabeza.

El día amanece bastante frío. Camino los veinte minutos que me separan de la universidad y tras las rutinarias clases y de una comida rápida todos nos encontramos esperando en el pasillo para realizar el examen oral. El orden no es alfabético, cada vez que él aparece por la puerta dice un nombre al azar y lo tacha de la lista que lleva en la mano. Empiezo a estar nerviosa. Se abre la puerta. Y dice un nombre. El mío.

Está muy serio, lo observo antes de entrar. Paso y escucho como cierra la puerta y camina hacia su mesa. Se cruza de brazos y por fin me mira.

-¿A qué esperas? Esto es un examen oral ¿no? -me pregunta dirigiéndome una mirada significativa.

Me quedo un poco impresionada ante esa sugerencia pero no tardo en sonreír.

-Sí, es un examen oral. Pero ¿quién es el que va a realizarlo? -le digo acercándome a él y llevando mi mano a su polla. La acaricio por encima del pantalón.

-¿Qué quieres? ¿Qué te coma el coñito? Ese que seguro está chorreando de imaginar cómo te follo -y empieza a desabrochar mis pantalones.

Le beso insaciable mientras se deshace de mis vaqueros y me sube a la mesa. Algunos de los folios caen al suelo. Ninguno les presta atención. Estoy sentada y se arrodilla entre mis piernas, las cual abre suavemente. Ante él queda mi tanga blanco ya mojado. Lleva su boca hasta él. Lo huele y después lo lame un poco. Noto su lengua y me excita muchísimo. Lo sabe.

Me quita el tanga y vuelve a colarse entre mis piernas. Me da lametazos largos y suaves a la vez que comienza a introducir un dedo dentro de mí. Me vuelve loca. Apoyo las manos en la mesa y me esfuerzo por no emitir sonidos. Sé que el pasillo está lleno de alumnos, que si alguien abre la puerta nos pillarán. Eso me pone más cachonda.

Me introduce dos dedos y acelera el ritmo de su lengua. No puedo contenerme y se me escapan pequeños gemidos. Estoy a punto de correrme. Acelera de nuevo y por fin me corro. Tengo la respiración acelerada y noto mi coño palpitante y muy mojado. Quiero esa polla dentro, follándome y haciéndome correrme de nuevo.

-Te toca -dice comenzando a desabrocharse el pantalón. No me hago de rogar. Me relamo mientras me pongo de rodillas. Sé que le gusta verme así, sometida a él. Y a mí me encanta sentirme así porque en cierto modo poseo algo de poder sobre él.

Después de lamerle la punta y rodearla con mi lengua me la introduzco poco a poco en la boca subiendo y bajando, cada vez introduciéndola más. Me excita muchísimo sentirla tan caliente y dura. Quiero que me atraviese. Me agarra la cabeza para que vaya más deprisa y aún me la introduzca más. Gime un poco y se retira.

-¿Te han follado en una clase? Me imagino que no. Te voy a follar aquí, encima de la mesa. ¿Sabes por qué? -me dice mientras me agarra y me sube de nuevo a la mesa.

-¿Por qué? -pregunto sintiendo su polla en la entrada de mi coño. Estoy deseando que me embista.

-Para que así cada vez que estemos en clase te imagines aquí subida y a mi follándote. Me gusta saber que estás cachonda -dice morbosamente metiéndose dentro de mí y apretándome contra él agarrándome del culo.

-¿Y usted profesor? ¿Podrá concentrarse? -le digo antes de besarle.

Me folla como nunca antes lo ha hecho. Sus ganas y su fuerza me atraviesan y me hacen agarrarme a sus hombros. Suelto gemidos suaves pero sé que si supiese que no hay peligro no podría evitar gritar...

Me aprieta contra él y empieza a hacer movimientos circulares. Está torturando mi clítoris, me enciende mucho más y necesito que acelere el ritmo. Le muerdo el cuello para demostrarle que estoy impaciente pero continua haciéndome sufrir con ese movimiento lento. Me encanta. Pero a eso podemos jugar los dos.

-Imagínese cuando esté explicando y yo esté en primera fila, con el coño empapado pensando en que me folle. ¿Se le pondrá dura? Me encanta su polla -le digo en voz baja.

Continua embistiéndome pero con mayor fuerza. Sé que le queda poco porque sus manos sujetan mi culo con más firmeza. Se desploma encima de mí y suspira contra mi cuello. Me corro al notar su última embestida y me rozo contra él para prolongar esa sensación.

Se retira y empieza a ponerse los pantalones. Me bajo de la mesa y hago lo mismo.

-Bien, pasada la primera parte del examen con un sobresaliente, continuemos. ¿Qué puedes decirme sobre el autor del libro? -dice como si no hubiera sucedido nada sentándose en la mesa y señalándome la otra silla enfrente suya.

Ante todo es un profesional. Y ante todo sigue siendo mi profesor.

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