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Los inmigrantes (III)

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‘Hay experiencias que duran sólo una vez y son buenas. Hay otras que duran varias veces y son muy buenas. Pero hay otras que duran toda la vida: esas son las imprescindibles’. Parodiando al poeta y autor Bertolt Brecht diría lo mismo. Buscando mi realización en mi vida bisexual encontré a la pareja que se acercaba a todo lo que había buscado durante gran parte de mi vida.

Después de nuestro primer encuentro Catherine y yo continuamos enviándonos mensajes con un contenido cada vez más erótico. Me enviaba fotos suyas desnuda en posiciones sugestivas y en compañía de amigas con quienes claramente se veía que disfrutaba plenamente de su compañía. Charlábamos también acerca de cuáles posiciones sexuales nos gustaban más. Mientras tanto Manuel su esposo nos alentaba a continuar con nuestra relación.

Un día ella me escribió sugiriéndome que le gustaría tener un arnés. Sin preguntarle por sus motivaciones inmediatamente le contesté entusiasmado que tenía uno guardado hacía mucho tiempo pues lo había comprado para dejarme penetrar por una chica pero que después nunca más se había vuelto a presentar tal oportunidad. Le dije que en nuestro siguiente encuentro se lo llevaría de regalo para que además lo usase conmigo.

Pues bien, ese día decidí viajar cerca al pueblo donde ellos residían. Conseguimos un discreto hotel cuya habitación era muy pequeña para los tres, pero adecuada para nuestros propósitos. Nos desnudamos y procedí a sacar de mi mochila el arnés con el consolador que le había prometido a Catherine. Ella se quedó mirándolo con lascivia y no dudó en ajustárselo a sus caderas. Me quedé emocionado mirándola, pensando en cómo me sentiría cuando ella me penetrase. Manuel mientras tanto le tomaba fotos con su celular al mismo tiempo que pasaba su mano sobre su pene cada vez más erecto.

Casi de inmediato Catherine me pidió que me pusiese en cuatro. Accedí obedientemente. Me sentía como un esclavo accediendo a las órdenes de mi ama. Ella lubricó con vaselina el consolador y de un solo empellón lo entró en mi culo. Sentí de inmediato un intenso dolor que fue desapareciendo a medida que Catherine metía y sacaba aquel pene de silicona. Aquella penetración me hizo estremecer y gemir de placer.

Cambiamos de posición. Me coloqué entonces boca arriba con las piernas apoyadas sobre los hombros de Catherine. En esa posición ella me penetraba muy profundamente, tan profundamente que nos abrazamos y nos besamos como un par de amantes. Mientras tanto Manuel nos observaba y se masturbaba al mismo tiempo.

Le pedí a Manuel que se acercara. “En un trío debemos participar los tres” le dije. Cogí la verga de Manuel y comencé a chupársela. Manuel hizo lo mismo mientras Catherine continuaba penetrándome. Sentía cada vez más que estaba llegando al orgasmo. Manuel ya no me chupaba sino que cogió mi pene y empezó a masturbarme cada vez con mayor intensidad hasta que casi gritando me dejé llevar por un éxtasis brutal eyaculando de lleno sobre el vientre de Catherine.

Después de recuperarnos un rato le pedí a Catherine que se volteara para penetrarla analmente. Luego Manuel hizo lo mismo conmigo y nos quedamos los tres en un tren anal hasta que exhausto me derramé en el culo de Catherine y nos quedamos los tres acostados uno al lado del otro sudorosos y jadeantes-

Había sido otra experiencia de algo que prometía ser cada vez más emocionante.

Continuará.

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