El alboroto y la alegría era exactamente lo que yo esperaba. Ahora, por primera vez estaba en la casa de la familia de mi padre en España. Por supuesto que nos conocíamos a través de las redes sociales, casi todos los días nos veíamos por facetime o FB, pero yo nací en el otro lado del mundo y nunca nos habíamos encontrado en persona. Este viaje había sido planeado por mucho tiempo, siempre supe que, a los 18 años, cuando me graduara de high school pasaría el verano en Avilés.
Aquí, ahora no faltaba nadie; mi tía Teresa, su esposo Arturo, sus tres hijos (Lourdes, Luisa y Alejandro) también estaban los novios de mi prima, la novia de Alejandro y algunos amigos más.
A pesar de lo cansado que me sentía por el viaje, el ambiente, el vino y la exagerada cantidad de comida me tenían más que despierto.
En medio de toda aquella fiesta mis ojos se encontraban con los de Lourdes y me hacían recordar las tantas veces que habíamos hablado por horas en facetime. Usualmente nos encontrábamos cuando yo regresaba del colegio y estaba solo en mi cuarto, mientras para ella era el final del día y estaba acabada de salir de la ducha, envuelta en una toalla con el pelo mojado y su sonrisa perenne. En más de una ocasión dejaba que la toalla se desprendiera de su cuerpo y cayera sobre sus piernas, enseñando sus senos redondos y firmes, con unos pezones rosados que parecía que se querían escapar de sus tetas. Eso me excitaba enormemente, sentía como se me paraba el pene instantáneamente, y me lo tocaba sin que ella pudiera ver en su pantalla lo que yo estaba haciendo. Después, cuando la llamada terminaba, me echaba hacia atrás en la cama y me seguías acariciado hasta sentir el torrente de semen salir como balas de una escopeta.
Tía Teresa dirigía el flujo de vinos y tapas como si fuera un director de orquesta. Su voz, aunque muy sutilmente daba las órdenes que todos cumplían sin chistar.
Cerca de media noche tío Arturo comenzó a despedirse de cada uno con un beso en cada mejilla, él trabajaba en el salón de emergencias del hospital y hoy le tocaba el turno de la noche.
Yo deseaba que el resto también se fuera y poderme quedar solo con Lourdes, pero mientras mis deseos eran muchos mis esperanzas eran pocas, el novio no se despegaba de ella ni por un instante.
“Esta fiesta ya se está poniendo aburrida”. “vamos primo a la plaza a seguir con los vinos y las tapas”. Enseguida Lourdes y el resto aprobaron la idea, pero la tía Teresa me saco del apuro diciendo. “marinin está muy cansado, déjenlo que valla a dormir. Ya habrá tiempo para más juergas otro día”. Y así en menos de un minuto la casa queda sin gente, pero llena de botellas vacías, platos, vasos y toda la evidencia de la fiesta.
“Te ayudo a recoger un poco tía” le dije por compromiso.
“Estás muy cansado, acuéstate a dormir. Mañana será otro día”.
Para llegar a mi habitación tenia que pasar por la de Lourdes, la puerta estaba abierta y pude ver en medio de mucho reguero una sesta con ropa sucia que estaba cerca de la puerta. Sin pensarlo estire la mano saque lo primero que tocaron mis dedos y seguí camino a mi cuarto.
Me quite toda la ropa y me metí en la cama, me puse las bragas que afortunadamente saque del cesto y la puse sobre mi cara. El olor me penetró por la nariz, pero siguió metiéndose en mí, deje que el aroma de sexo femenino penetrara en mi cuerpo y me llenara por dentro.
No supe si paso un minuto o una hora en ese éxtasis, pero me saco de ese estado el sonido de la puerta abriéndose, los pasos rápidos hacia mi cama y un cuerpo caliente que me abrazaba.
En medio de mi sorpresa sentí unos labios que se pegaban a los míos, una lengua que buscaba la mía y unos segundos después la voz de tía Teresa que decía. “siempre he soñado en follarte y por fin lo hare realidad.”
Ahora estaba completamente despierto, abrase su cuerpo de mujer madura, sentía el flujo de sangre que llenaba mi pene y lo hacía crecer hasta casi explotar. La vos seguía dándome ordenes al oído. “chúpame las tetas”. Me dijo mientras las ponía cerca de mi cara, chupe una primero, sentía el pezón grande que casi no me cabía en la boca, mientras acariciaba con mi mano la otra teta que esperaba su turno, “así me gusta, que rico chupas” “sabía que ibas a resultar muy caliente”, “chúpame la otra ahora”. Seguía dando órdenes mientras buscaba mi pinga dura y la apretaba en sus manos. Hice lo mismo, estiré la mano sin dejar de chuparla y encontré su bollo ya muy mojado, no solo lo sentí con mis manos, pero lo sentí con todo mi cuerpo, “méteme le dedo despacio” me dijo; “acaríciame el clítoris, que está poniéndose duro como un pene pequeño”.
Mientras la acariciaba sin dejar de chupar sus tetas sentí como abrió las piernas y sin darme ningún aviso se metió mi pene despacio dentro de su vulva, lo hizo con mucha destreza y a pesar de ser una mujer de mas de 40 años y haber tenido tres hijos, su vagina era mas estrecha de lo que yo esperaba. “que grande la tienes, me gusta sentirte dentro de mi” decía en voz muy baja.
A pesar de que todas las luces de la casa estaban apagadas, podía verla sentada encima de mi con las piernas a ambos lados de mi cuerpo, la luz de la luna que entraba por la ventana alumbraba un cuerpo hermoso que se movía con ritmo sobre mí, y podía sentir mi pinga apretada en sus entrañas aun creciendo más dentro de ella.
Estire las manos, agarre sus pechos, y los apreté entre mis dedos, sentí como su ritmo se intensificaba, y sus gemidos cada vez eran más altos, sabíamos que no había nadie mas en la casa y que podía gritar su placer a los cuatro vientos. “quiero que te vengas cuando te diga, quiero sentir el torrente de tu semen dentro de mi en el momento preciso”. Yo trataba de contener mi eyaculación, pero cada minuto resultaba difícil aguantar, la sensación de su vagina y la imagen de su cuerpo moviéndose encima de mi me dejaban sin control. “ahora, vente ahora, dámela toda, ahora, lléname de ti. Ahora”. Relaje las piernas y deje que un torrente de leche calienta pasara por mi cuerpo y atreves de mi pene entrara en ella. La vi temblar encima de mi mientras se llenaba de mi juventud.
Nos quedamos sin movernos por unos minutos, podía ver el sudor correr por su cara, por su cuello, y las gotas bajar por sus tetas y gotear sobre mí. “que rica eres Tía” fue lo único que pude decir. “que rica eres”. Entonces se sonrió, saco mi pene que aún estaba parado, y con mucha destreza deslizo su cuerpo sobre el mío, y dijo. “el rico eres tú marinin, quiero que me folles con tu lengua”. Y sin decir mas nada se sentó en mi cara y puso su bollo mojado sobre mi boca. Su jugo baboso mezclado con mi leche todavía caliente me entró en la boca y lo tragué para no ahogarme, sentí el sabor y el calor del sexo mezclado de un hombre y una mujer. Pase la lengua a todo lo largo de su bollo, agarre sus nalgas con mis manos y el aprete para que se moviera encima de mí. Mi lengua encontró la punta su clítoris duro, y lo chupe como yo hubiera querido que ella me chupara la pinga. Sus gritos de placer podían haberse sentido en todo el vecindario, pero no nos importaba, su cuerpo se contorsionó y de pronto sentí otro torrente que entraba en mi boca y pasaba rápido por mi garganta. Despacio se apartó, y con mucha ternura me limpio la cara y los labios con su lengua.
Su voz cambió de tono, ahora era mucho más dulce, menos autoritaria. Seguía limpiando mi rostro con su lengua. “Te has portado muy bien, haces todo lo que te pido sin protestar, eso me gusta, me excita pensar que durante todo el verano puedo hacer contigo lo que me plazca, tu rico pene es más mío que tuyo”. Decía con sus labios tocando los míos.
“Como me he portado tan bien me merezco un premio. ¿No crees?”.
“Pues sí, te mereces algo así como una recompensa”. ¿Qué quieres de premio? ¿Quieres que te deje follar con Lourdes?
“Quiero que me dejes metértela en el culo. Creo que me gustaría mucho”. Le dije sin pensarlo.
“Eso no, la tienes muy grande y me va a doler. Pídeme otra cosa”.
“Pero es eso lo único que quiero. Te prometo ser bueno y hacer todo lo que me digas, pero por favor dame ese regalo. Déjame metérmela en el culo.”
Sentí que su mano tocaba mi pene. “sigue bien parado, te quiero complacer, pero no quiero que me duela.”
Sentí que su cuerpo se separaba del mío, me di cuenta que hasta ahora todo lo que habíamos hecho fue con ella enésima de mí.
“Hazlo despacio, si te digo que pares, paras”. Dijo mientras se ponía en cuatro sobre la cama”.
Le acaricie la espalda, pase mi mano por su bollo mojado, vi sus nalgas esperando por mí. Me puse detrás de ella arrodillado, pasé mi mano mojada de sus jugos y el mío por el culo, sentí que suspiro.
Por primera vez en toda la noche vi mi pene. Estaba más grande que nunca, más duro que nunca. Con mis dos manos le abrí ligeramente sus nalgas, puse mi pene en su ano, sentí que se movió alejándose de mí, pero no dijo nada, puse mis dos manos en la cintura y empuje su culo hacia mí, sentí la presión de su ano en la punta de mi pinga, esperé a que me dijera que parara, pero no lo hizo, suspiro mas fuerte.
Le pegue una nalgada con la palme de mi mano, se sorprendió y casi da un brinco, le volví a pegar y sentí como habría las piernas y dejaba que yo la penetrara, pude ver que la cabeza de mi pene estaba dentro de ella, me exite tremendamente, aprete su cintura para poder controlar su movimientos y empuje. Ella hizo un gemido, casi un llanto. No pidió que parara. Empujé más, sentí su voz, ahora completamente diferente, pidiendo, rogando. “Soy tuya, estas dentro de mi culo, haz conmigo lo que quieras.” Empujé más duro, ahora mi pene estaba completamente dentro de ella, sentí que mis nuevos apretados contra ella. Con mis manos en la cintura le indique que se moviera, no lo hizo y le pegue otra nalgada con la palme de mi nano, entonces suspiro profundamente y empezó a moverse al ritmo que mis manos le indicaban. Sentía su culo caliente apretando mi pinga y sentía sus suspiros y suplicas. Empujé una vez más, y sentí como la llenaba una vez mas de mi leche, que corría dentro de tía Teresa como un rio espeso.
Escuche su voz suave admitir por primera vez. “Soy toda tuya, mi cuerpo es para tu regocijo. “
El saque poco a poco, le bese la espalda y quede tendido encima de ella.
Se levantó despacio. Me beso los labios salió del cuarto sin decir nada más.