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Me masturbo leyendo un libro y me pillan

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Los relámpagos amenazaban lluvia y la tormenta era inminente. Claudia estaba sentada en el chaise longe marrón del amplio salón. Con decoración minimalista, pero de gustos caros, de primera impresión, se sabía la clase social a la que pertenecían los dueños de aquel chalet de la sierra madrileña. Era una mujer que rozaba casi los cuarenta, pero se mantenía en forma. Su cuerpo tonificado por las clases semanales de Pilates le formaban una cintura delgada y un culo prieto.

De unos años para atrás se obsesionó con mantener su juventud, usando cremas faciales, corporales y aceites. Le gustaba untarse el aceite de coco después de la ducha y recrearse con su piel. Fantaseaba con que algún hombre le acariciara los lunares de sus piernas despacio, se recreara en ellos y se los besara. Un rastro de lunares que ascendían con intermitencia desde su tobillo, hasta su entre pierna, para acabar justo al lado de sus labios mayores.

Claudia estaba casada con un alto ejecutivo de la industria automovilística, el matrimonio tuvo un hijo. Criado en los mejores y más caros colegios de la zona residencial de Madrid. Se dedicó en exclusiva a criarlo dejando de forma puntual su carrera como agente inmobiliaria. Pasaron los años, el niño ya era un hombre, y llegó el tiempo de ir a la universidad. Eligieron una universidad de estudios avanzados de economía en Irlanda. Allí se fue el chaval a cursar su carrera durante los próximos cinco años.

Ahora Claudia se dedicaba a su bienestar y la gestión de las propiedades de la familia. Su marido estaría de congreso del automóvil en Frankfürt todo el fin de semana, así que Claudia disponía de tiempo para estar sola y disfrutar de un tiempo de ocio. Se preparó un buen almuerzo de salmón y ensalada y una copa de vino blanco. Hizo algo de ejercicio de cardio en la bici estática y se dio una ducha para quitarse el sudor. Como cada día, se deleitó extendiendo el aceite de coco sobre sus manos, sus muslos y sus pequeños pechos que se mantenían suaves y tersos.

El tiempo que le quedaba de tarde lo pasaría sentada en su chaise longe marrón leyendo, con el acompañamiento de la tormenta. Con ansia abrió el libro, de título “Pasión en el Caribe”, donde una mujer viuda se enamoraba de un joven moreno que trabajaba en el hotel donde se hospedaba. A Claudia le excitaba leer novelas eróticas, mantenía su llama interior. Empezó el segundo capítulo que estaba leyendo.

“La pareja salió del ascensor y de la mano caminaron por el pasillo del hotel. Anne le acarició con la yema de los dedos la piel morena, desde su muñeca hasta el brazo. Pablo era un cubano fornido y musculado, piel oscura, pelo rizado y amplia sonrisa blanca. Un joven dotado para el baile y para el sexo. Anne había descubierto lo primero, fue su profesor de salsa los días anteriores en las actividades del hotel. Ahora quería averiguar lo segundo. Si follaba tan bien como bailaba, la llevaría al séptimo cielo. Pablo le besó el cuello con sus gruesos labios y le pasó la lengua hasta la oreja. Anne se estremeció y se le erizaron los pelos. Sintió que acababa de mojarse solo con un beso. Hacía años que no le pasaba, desde su juventud. La pareja avanzó el pasillo hasta el final. Antes de meter la tarjeta electrónica, Pablo cogió de la nuca a Anne y le giró la cara hacia él. La besó con pasión….”

Claudia se imaginó cada detalle del relato. Se mordía los labios conforme leía cada palabra y sus pulsaciones aumentaban. Un ligero cosquilleo le ardía en la vulva.

“Pablo le introdujo la lengua y saboreó la saliva de Anne, ella se dejó besar. Las fuertes manos de Pablo subieron hasta el escote y metió un dedo por debajo del sujetador. Anne tenía los pezones duros, él lo sabía, y quería comérselos de inmediato. Le abrió la camisa de botones y con su lengua rosada le lamió los pechos. Anne suspiró y puso los ojos en blanco...”

Claudia suspiró también. Quería que le comieran las tetas así. Se miró los pezones, también los tenía duros, eras puntiagudos y de color rosado oscuro. Perfectos para lamer. Se llevó el dedo a la boca y depositó un poco de saliva sobre su yema, luego mojó su pezón, que brilló con la humedad del líquido. Ahora eran más apetecibles. Claudia daba movimientos circulares a su pezón mientras seguía leyendo.

“Anne no aguantó más los besos de Pablo y le suplicó que la penetrara. El joven le dio la vuelta y la puso contra la pared. La falda casi transparente de baile de Anne se elevó en el aire y dejó ver su braga de encaje blanca. Pablo le dio una palmada en el culo y se lo agarró con fuerza. Le susurró al oído algunas palabras en español que ella no comprendió, pero su acento le mojaba cada vez más.

Anne no supo porqué aquel joven la veía atractiva, era una mujer del montón, una viuda bajita y de pechos pequeños. Ahora le daba igual, solo quería sentir su enorme pene negro dentro de ella y que la llenara de semen….”

Una gota transparente se filtró por el borde del tanga que llevaba puesto Claudia. Leer esa escena le había hecho mojarse. Sintió un enorme calor y unas ganas irrefrenables de meterse los dedos. Se llevó dos de ellos a la boca y los llenó de mucha saliva. Deslizó la mano bajo su tanga y restregó su clítoris. Estaba enorme y palpitaba. El torrente sanguíneo se acumulaba en su coño y eso hizo que se le pusiera caliente. Un llama ardiente que pedía ser apagada, con sus dedos o con una polla negra como la del protagonista del libro.

“Pablo dobló la espalda de Anne para dejarla a su altura perfecta. Se sacó su pene, era enorme, oscuro, con un glande rosado y delicioso. Estaba muy duro. Depositó saliva sobre él, lo agarró con fuerza y separó las nalgas de Anne. Ella suplicó que no se corriera dentro, pero necesitaba sentirla. Pablo le habló al oído muy bajo. - Quiero tu culo –Ella asintió. Sus manos se estremecieron al sentir que el pene de Pablo entraba en su ano. Estaban en medio del pasillo del hotel, y eso le excitaba a ella…”

Los relámpagos eran más fuertes y comenzó a llover. Claudia ajena a todo aquello, se metió los dedos dentro de su coño, bien hasta el fondo. Con las yemas de sus dedos, podía sentir la rugosidad de su vagina. Se imaginaba una polla negra llenándola. El sonido mojado de su flujo se entre mezclaba con el de la lluvia. El salón se inundó a un olor de coño y aceite de coco muy intenso. Claudia soltó un gemido fuerte que resonó en el salón, estaba a punto de correrse. Sus dedos se deslizaban con mucha facilidad y el flujo blanco de su coño le corría hasta el culo. Estaba empapando el sillón y si seguía así, probablemente soltaría un buen chorro. El orgasmo era inminente.

Un fuerte ruido desde la calle le hizo detenerse en su corrida y se desconcentró. Odiaba quedarse a medias de un orgasmo. La lluvia en el exterior era intensa. Miró por la ventana para averiguar qué había pasado. Un chico joven, de unos 20 y pocos años, estaba observándola desde la ventana. El joven llevaba unas cajas de cartón llenas de libros. Claudia, vestida solo con la camisa larga de andar por casa y el tanga debajo, salió a la puerta del chalet.

-¿Qué haces? -Claudia llevaba el libro en la mano.

El joven parecía tímido y tartamudeaba de los nervios. Sabía que Claudia le había pillado espiándola mientras se tocaba.

-Soy el hijo del vecino. Estoy de mudanzas y… -los libros estaban desparramados por el suelo y se estaban mojando de la lluvia. El chico también estaba empapado. Claudia supuso que estuvo un buen tiempo mirándola.

-Entra, te vas a resfriar.

Claudia le ayudó a recoger los libros. Entraron en la casa y los puso sobre la mesa del salón. Eran ejemplares de arte y pintura. Claudia le dejó una toalla para que se secara el pelo.

-¿Estudias esto? -ella hojeó varias páginas. Una pintura llamó su atención.

-Es el nacimiento de la Venus de Botticelli. Una diosa romana, símbolo de la fertilidad.

Claudia se sorprendió al oír esa información. No se había percatado del joven, pero ahora lo miraba de otra forma. Que supiera eso le dio un toque de atención. No era muy alto, delgado, de complexión fibrosa. Ojos grandes y expresivos y el pelo de media melena. Sus manos eran grandes, como su torso. Quizás hubiera practicado natación durante un tiempo. Se dio cuenta que empezaba a fantasear con el joven en su mente. El chico terminó de secarse y le pasó la toalla a Claudia. Ahora él la miraba. Sus piernas brillaban por el aceite de coco y vio que no se había puesto ropa para abrirle la puerta.

-Mejor que te cambies la camisa, te puedo dar una seca de mi marido, pero me la tienes que devolver mañana.

- Si... si claro... -el joven tartamudeaba.

Claudia fue en busca de la camisa. Le dio la espalda al chico y de forma elegante caminó de puntillas. Sus gemelos se elevaron y sus glúteos se pusieron firmes. La camisa se le subió un poco y asomó la parte baja de sus nalgas. El joven le clavó la mirada. La sangré comenzó a correr hasta su polla. Notó en menos de un segundo que le crecía y se ponía dura. Una situación incómoda estando en casa de una vecina pensó. Pero ese culo le parecía muy apetecible. Claudia eligió la camisa. Antes de regresar al salón se metió los dedos debajo del tanga. Seguía húmeda y cachonda. Sus pezones se transparentaban por la camisa y se notaban duros. Ella sonrió y salió al salón de nuevo.

-¿Qué hacías en mi ventana? -ella le ofreció la camisa. El joven se quitó la camisa mojada frente a ella.

-Ya le dije que estoy de mudanzas y... estaba lloviendo...

-Me estabas espiando –Claudia dio un paso al frente. Se acercó al joven. Ver su pecho desnudo le había excitado aún más.

-Vi que estaba leyendo... -el joven cogió la novela erótica que estaba sobre la mesa para justificarse.

-Me estaba tocando mientras leía. ¿Te gustó ver eso?

El joven se mantuvo en silencio. En su mente estaba la imagen de Claudia tumbada en el chaise longo metiéndose los dedos. Chupando el flujo que salía de su coño y volviendo a introducirlos de forma salvaje. Él sabía que estaba húmeda, podía percibir el olor de su coño.

-¿Quieres verlo de nuevo?

Estaban separados por un metro de distancia, pero sintieron que estaban uno pegado al otro. Claudia se metió los dedos en su boca y los llenó de saliva. Al sacarlos de la boca, hilos de saliva le corrieron por las mejillas y el labio inferior y cayeron al suelo. Bajó la mano y la metió bajo el tanga. Sin dejar de mirarle a los ojos, comenzó a frotarse el clítoris en círculos. Con movimientos lentos y suaves. El tanga estaba empapado y era de color oscuro de tanto flujo que se acumulaba. La saliva le deslizaba por la cara interior de los muslos. El joven no apartó la mirada. Su cara era de lascivo. Quería follársela. Su polla estaba reventando el pantalón y le dolía. Claudia gimió al meterse el dedo anular hasta el fondo de su coño. Lo sacó y recortó la distancia entre los dos. El joven supo enseguida lo que ella quería. Abrió la boca para dejar que el dedo de Claudia entrara. Jugó con su lengua y absorbió el flujo de ella. Sabía dulce, a coco. Claudia se erizó entera cuando notó su lengua caliente rodear su dedo. Le excitó que quisiera tragarse su flujo.

Con la mano libre, Claudia acarició el pecho del joven y su vientre. Con un movimiento rápido desabrochó su cinturón con una mano y la introdujo bajo sus boxers de color rojo. Palpó una enorme polla, con su glande voluminoso. El joven no dejaba de lamerle los dedos mientras ella sacudía su polla despacio. Al sacarla entera del bóxer un chorro de flujo salió de su polla y cayó al suelo. Estaba brotando un líquido transparente. Era la señal de que estaba muy excitado y de empezar a mamársela.

Claudia se puso de rodillas y bajó hasta los tobillos la ropa interior y el pantalón del joven. La polla quedó al descubierto. Era suave, tenía los huevos depilados y bien formados y altos. Una polla joven y tersa. Claudia deslizó el prepucio y dejó ver el glande. Sus labios carnosos chuparon la gota que acababa de salir de su polla. Seguía lubricando. La lengua de Claudia se deslizó por toda la base de la polla, siguiendo el recorrido de las hinchadas venas, de color azul intenso. Hasta la base de los huevos. Lamió sus testículos y los llenó de saliva. Estaban apetecibles, así que Claudia abrió la boca y se introdujo uno para chuparlo. El joven se estremeció y su espalda dio un profundo espasmo. La mezcla del dolor punzante y el placer de sus labios calientes le abrumó.

El joven posó su mano en la cabeza de Claudia, y ella supo que quería que se la comiera entera. Abrió su boca al máximo y se metió la polla hasta la mitad. Un primer esfuerzo. Al sacarla un resto de saliva le cayó por el labio inferior. El joven apretó su cabeza para que se la volviera a comer. Esta vez más profundo. Claudia escupió sobre la polla y la acarició para lubricarla. Quería llegar al fondo, comérsela hasta el final. Sintió la polla muy dura en su boca, para poder tragarla, Claudia bajó la lengua y notó como el glande le rozaba el paladar superior. La polla entró hasta el fondo de su boca. El joven gimió de placer y le mantuvo la cabeza pegada a su estómago durante unos segundos. Claudia sacó la polla de su garganta con una fuerte arcada. Sus ojos se humedecieron debido al esfuerzo. Un sobrante de saliva cayó de su garganta y le empapó las tetas sobre la camisa. Sus pezones se transparentaban cada vez más.

Claudia se la metió de nuevo, entraba más fácil y sacaba más saliva. El picor de su garganta era agradable. Le encantaba el delicioso sabor de aquella polla joven y dura. No quería dejar de mamársela nunca.

Comenzó a llover con fuerza otra vez. El gorgoteo de la garganta profunda de Claudia era el único sonido reinante en la casa. Sus espasmos cada vez que se sacaba la polla de la boca y volvía a metérsela, hacían que su coño se mojara. Tuvo un orgasmo al sacarla de su boca y sentir el semen caliente en su lengua. El joven no pudo aguantarse más. Se había corrido con la mamada de Claudia. Nunca le habían comido la polla de esa forma.

-Lo siento –él no supo qué decir.

-No pasa nada, me gusta tu polla. Ven.

Claudia cogió de la mano al joven y lo llevó hasta el chaise longe. Ella se tumbó boca arriba y se quitó el tanga. Su coño estaba humedecido. Tenía el vello recortado por el centro en forma de línea. Ella abrió las piernas y se introdujo dos dedos. Jadeó varias veces y le hizo una seña al joven. Él encajó su cabeza entre sus muslos y comenzó a lamer sus labios. Con los dedos abrió los labios mayores y metió su lengua. Claudia se sacudió de placer. Un torrente de flujo le bajó desde el abdomen y salió por su coño. Él se lo tragó y siguió comiéndoselo.

El clítoris estaba expuesto y lubricado con la saliva del joven. Sus labios lo chuparon con delicadeza, a cada succión, Claudia se corría. Perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo. La saliva corría hasta su ano y el joven se dio cuenta que le palpitaba el esfínter de la excitación. Se chupó un dedo y lo metió despacio en el culo de Claudia. Ella jadeó al sentir que le entraba hasta la mitad.

-Quiero que me folles el culo –ella le miró a los ojos, su pelo estaba alborotado y sus mejillas sonrojadas y sudor le excitaba aún más a él.

La polla del joven volvió a ponerse rígida. Esas palabras le excitaron. La súplica por que le follara el culo le había motivado de nuevo. El joven volteó con energía el cuerpo de Claudia y ella obedeció poniéndose a cuatro patas para ofrecerle su culo. El joven escupió sobre su polla e introdujo el dedo más profundamente. Claudia jadeaba de placer. Con su mano derecha abrió su nalga para despejar el camino de la polla. El glande le rozó el esfínter mojado y se metió unos centímetros dentro. Ahora la polla estaba muy dura, las venas se hincharon al entrar en el estrecho culo de Claudia.

Empezó a empotrarla a cuatro patas sobre el chaise longe. El culo estaba totalmente dilatado y entraba con facilidad pasmosa. Claudia jadeaba como una perra y pedía que le follara más fuerte el culo. El glande crecía a cada momento y casi no podía introducirse más. Claudia le agarró de la cadera para que empujase con más fuerza. Quiso sentir la polla hasta lo más profundo de su ser. El olor de su culo y el semen la excitaba. El joven toqueteó con su índice el clítoris de ella, estaba muy sensible y rosado. Ella gritó de placer, se estaba corriendo otra vez. El joven se agarró la base de la polla para contener el flujo de sangre y hacerla más grande. Claudia pegó un alarido al notar como se hinchaba la polla en lo más profundo de su culo. Volvió a correrse. Estaba muy llena. Un segundo más tarde, notó el semen caliente del joven. Una oleada de calor le invadió por la espalda y le hizo perder el sentido y marearse. La sangre le bajaba hasta el clítoris y explotó con un chorro de corrida que le salió bajo el clítoris mojando todo el chaise longe.

El semen blanco y espumoso que salió del culo de Claudia era abundante. Ella llevó el dedo para acariciar su esfínter y lamer el resto que le goteaba. Estaba satisfecha. Pensó que así sería la follada de Pablo a Anne en el libro. Y eso le hizo estremecerse de nuevo. El joven se subió la ropa y se terminó de secar el sudor. Ahora su sonrisa ya no era la de un niño tartamudo. Era parte de una fantasía que no olvidaría jamás. Él se despidió no sin antes recoger sus libros de arte. Claudia se quedó tumbada en el sillón. La tormenta había amainado y dejó de llover. El sol entraba por la ventana del salón. Claudia cogió de nuevo del libro de “Pasión en el Caribe” y comenzó a leer la página siguiente.

Se le escapó un suspiro de su boca. En la tercera línea, Claudia ya tenía de nuevo la mano entre sus piernas. La tarde de lectura iba a ser larga, probablemente estaría toda la noche leyendo.

FIN

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