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Mi entrenador

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Hola mi nombre es Francis, tengo 26 años, pero la historia que os voy a contar me ocurrió cuando tenía 18 años recién cumplidos. Antes de nada, quiero dejar claro que es una historia absolutamente real y que me costó mucho tiempo asimilar, y ahora quiero compartirla.

Desde los 12 años jugaba al fútbol en el equipo de mi pueblo. Estaba acostumbrado a convivir con otros chicos, y nos lo pasabamos genial.

El entrenador era un tipo grande, musculoso, con barba y peludo, se llamaba Joaquín. Joaquín era un hombre muy serio y exigente, pero nos trataba bien. Circulaban ciertos rumores de que le gustaban mucho los chicos, y que a veces se le iban los ojos y alguna mano, pero yo nunca vi nada de eso .A veces, entraba a las duchas con nosotros a ducharse, lo típico, y me fijaba sin maldad en ęl porque pensaba que de mayor quería tener esos músculos. También me di cuenta de que era verdad eso que decían de que tenía una polla enorme. Lo era. Bastante larga, muy gorda y llena de venas. A nosotros nos hacía gracia como le colgaba eso, lo llamábamos bicho.

Una tarde, me quedé haciendo recuperación física, mis compañeros se habían ido, solo quedábamos otro chico el entrenador y yo. El chico fue a ducharse antes que yo porque su padre vino a por el, así que me quede solo y me fui a la ducha.

Al poco el entró para ver si quedaba alguien, y me vio duchandome. Me miró muy fijo y empezó a desnudarse, yo pensé que para ducharse como otras veces. Pero se quedó allí mirando, y empezó a hablarme, a decirme que se había fijado en que a veces lo miraba. Yo me disculpé y le dije que miraba porque me llamaba la atención estar tan fuerte, que quería ponerme así y tal, pero que no quería molestarlo.

En ese momento, no me sentía intimidado ni podía imaginar lo que sucedería después, ya que estaba acostumbrado a ver a todo el equipo desnudo y duchandose. Pero cuando me di cuenta, resulta que la polla de Joaquín estaba empalmada. Era enorme, se había puesto muy gorda y tenía las venas hinchadas. Yo no sabía que hacer...

El, mirándome de arriba a abajo, me decía que mirar no tenía nada de malo, que es normal sentir curiosidad, y empezó a enjabonarse sin dejar de mirarme. Se pasaba el gel por la polla, desde los huevos hasta la punta de su gordo capullo, yo no podía dejar de mirar, estaba nervioso porque no podía salir de la ducha, así que seguí duchandome como si tal cosa, pasando, pero no sé si por los nervios o porqué me di cuenta de que a mí también se me había puesto dura. El me miró y me dijo que la tenía muy bien para mi edad, yo no conteste, intentaba taparme con la mano disimulando, no entendía nada porque a mí no me gustaban los tíos ni siquiera había prestado nunca atención al sexo. De repente el acerco la mano llena de jabón y empezó a tocarmela, yo estaba paralizado, pero sin poder controlarlo se me puso aún más dura, tanto que yo mismo me sorprendí porque nunca se me había puesto así. El se pegó a mi de tal manera que acercó su polla a la mia, no había comparación claro, y las agarró las dos juntandolas, empezó a pajearlas al mismo tiempo. Yo no quería mirarle a la cara, así que miraba hacia abajo y veía como con una mano apretaba las dos pollas subiendo y bajando, notaba como mi capullo rozaba con el suyo que cada vez parecía más gordo, y más nervioso me ponía, porque en ese momento reconozco que me gustaba la sensación. Después de un rato, se agachó y se metió mi polla en la boca, empezó a comerla y yo ahí sentí mucho asco al principio, me quite hacia atrás pero el me agarró el culo y se la empujaba hacia dentro. Al principio traté de apartarme porque no quería reconocer que eso me gustó, era como una lucha interna. Como sujetaba con tanta fuerza mi culo, me era imposible quitarme. Sentía como succionaba, como con una mano masajeaba mis huevos mientras con la otra me agarraba el culo y me obligaba a follarle la boca.

Se puso de pie y me dijo, con voz muy grave, "venga, prueba tu". A mi me costaba respirar, no sé si por los nervios. Me negué al principio, le dije que por favor lo dejáramos ya, pero me agarró sonriendo por los hombros y me fue bajando. Me dijo " inténtalo, y si no te gusta lo dejas". Yo tampoco puse demasiada resistencia por miedo a que me hiciera algo peor... Así que... lo hice. Tenia delante de mi ese bicho venoso del que me reía, sus huevos gordisimos colgaban delante de mi cara, recuerdo ese tronco largo y lleno de venas, y en la punta un capullo muy gordo y brillante, la cogí con la mano y no podía abarcarla entera, el me la acerco a la boca, y yo solo quería que todo acabara.

Abrí la boca lo que pude y metió su capullo, no me entraba nada más. Me mantuve quieto, solo con la boca abierta y ese capullo como una manzana dentro de mi boca, nunca había hecho nada parecido, así que para intentar que todo terminara cuanto antes empecé a chupar y lamer, tratando de imitar lo que el me había estado haciendo. El la empujaba más pero más no entraba, yo movía la mano desde la base del tronco hasta arriba, como cuando yo me pajeaba, y la boca para que acabara de una vez. Estaba muerto de vergüenza, pero no podía evitar seguir empalmado y cada vez más. La sensación de excitación me hacía sentir confuso, no debería estarlo, pero no podía evitarlo. Pensé que si el me veía asi, pensaría en hacerme algo más, así que mientras chupaba ese capullo morado y que parecía a punto de estallar, decidí cogermela con la otra mano y pajearme para que se me bajara, pero con eso puse las cosas peor. Parece que a él le gustó, porque empezó a moverse más rápido, así que yo aproveché para que terminara antes, hice un esfuerzo y me la metí más en la boca, apretando para intentar que su polla me entrara más. Me ahogaba, notaba esas venas hinchadas rozarme los labios, cuando sacaba su polla para intentar respirar, la veía chorreando saliva que caía en hilos por todo ese tronco hasta gotear en sus huevos. En ese momento, se los agarró y me los llevó a la boca, solo fui capaz de meterme uno mientras el se pajeaba. De repente empecé a correrme, puedo jurar que jamás había tenido una corrida como aquella, y al verlo, en ese momento el empezó a bufar, tensó su abdomen, apoyé mis manos en sus piernas musculosas y supe que se iba a correr, así que aparté la cara justo a tiempo y vi como de su capullo ya muy muy gordo empezaron a salir chorros de leche que pegaban contra la pared de la ducha. Yo lo ayudaba con la mano, notaba como su polla se hinchaba y daba como espasmos, me acercó de nuevo el capullo a la boca pero agaché la cara, aquella catarata parecía no tener fin, veía salir goterones espesos que colgaban de la punta de ese capullo que casi me asfixia, algunos me llegaron a los labios.

El me miró, me dio una palmada en el hombro, se ducho otra vez, hablamos de fútbol como si ahí no hubiera pasado nada, yo estaba totalmente confuso, me dijo que lo que pasaba en el vestuario se quedaba en el vestuario, que no contará nada o los del equipo me tacharian de "maricon" y que el me iba a cuidar y apoyar. Se fue a vestirse y me dijo que no tardara que tenía que cerrar, así que me vestí rápido y me fui, el dijo de llevarme a casa, pero le dije que no. Tenía que digerir todo aquello. Cuando llegue a casa, me vino el bajón y la culpa, pero por otra parte, estaba deseando volver al entrenamiento al día siguiente. Con Joaquín descubrí que era bisexual y aunque me costó aceptarlo, hoy disfruto mucho de mi condición sexual.

(9,50)