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Trío en la playa nudista

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—Llevas un bañador muy pequeño.

Me dijo mirándome descarada y directamente a la polla, siguiendo la línea de su mirada me di cuenta de por donde iban los derroteros.

Tengo que admitir que yo me había fijado en él, en su cuerpo fibroso, en su bañador mínimo y en su sonrisa franca. Era casi una atracción entre los demás, en la playa sobresalía.

No sería el único que lo había mirado con lujuria pero probablemente sí el mas parecido en edad y constitución. Diez y nueve años. Sonriendo no me quedó mas remedio que responder:

—El tuyo no es mucho mas grande.

—Me gusta exponer lo mas que puedo al sol. Aún sería mejor si pudiéramos exponer más.

—Aquí desde luego no se puede, las marujas nos crucificarían.

—¿Y si buscamos algún lugar mas discreto?

—Soy Mario, me dijo.

—Y yo Alex.

Preguntó. Al otro lado de unas rocas siguiendo la linea de la rompiente empezaba la zona nudista. Recogimos nuestras cosas casi con prisa y nos encaminamos hacia allá. Nada mas pasar las rocas donde no podían vernos desde ninguna de las dos zonas acerqué mi mano a su bañador.

—¿Puedo ayudarte?

—Aquí ya podemos quitárnoslos. Así que si quieres echarme una mano...

Quería echarle las dos.

Yo ya me había sacado el mío por los pies y lo había tirado encima de mi mochila. Casi me sorprende una rubia madurita de pechos generosos que venía detrás de nosotros bajándose los tirantes de un escueto bañador con la polla de mi nuevo amigo en la mano. Tampoco me hubiera importado.

En vez de sorprenderse, lo que hizo fue echarle una buena ojeada a nuestros rabos desnudos, colgando entre nuestros muslos y sonrió. Despacio sin alejarse de nosotros termino de bajarse el bañador.

Con deliberados movimientos sensuales, ondulantes terminó de descubrir su cuerpo. En ese recodo, aislados del resto del mundo, nos mirábamos unos a otros sin asombrarnos y empezando a sentir deseo.

Tres desconocidos compartiendo una intimidad mas profunda que con algunos de mis amigos. Sus pubis depilados, sus pieles bronceadas, sus cuerpos, nuestros cuerpos, el de los tres ya completamente desnudos, depilados, suaves, deseables.

Por un segundo nos quedamos sin palabras pero la atracción entre nosotros era evidente, saltaban chispas en la caliente atmosfera.

Solo el sol dorado nos contemplaba mientras nos mirábamos los unos a los otros. Sonia se acercó aún más a nosotros. Rompiendo el silencio, nos saludó:

—Hola chicos, ¿vais a la zona nudista? a exhibir esos cuerpazos. Podríamos ir juntos, ponernos juntos. Soy Marta por cierto.

—Alex y Mario.

Por supuesto que aceptamos, incluso recogí sus cosas de la arena como un perfecto caballero y nos internamos en la exposición de carne en busca de un lugar tranquilo donde ponernos.

Por el camino no perdíamos detalle. He de admitir que a pesar de la estupenda compañía se me iban los ojos detrás de algunos de los cuerpos dorándose en la arena.

Un poco alejados de los demás extendimos las toallas. Ella me propuso:

—¿Te pongo crema primero a tí?

—Me encantaría.

Aunque el chico no quería perder la presa y recibí un masaje a cuatro manos sobre mi piel. Estirado en la arena, boca arriba con mi polla apuntado al cielo, las manos de ella subiendo por mis piernas y las de él bajando por mi pecho y vientre hasta juntarse en mis depilados huevos.

Dos desconocidos metiéndome mano desnudo del todo, en público y bajo el sol. No se les daba nada mal, su masaje me estaba poniendo en órbita. Ellos a cuatro patas, perpendiculares a mi cuerpo no dejaban de sobarme.

Mis manos tampoco descansaban, la derecha en la polla y la izquierda en las generosas tetas que colgaban a mi lado, pellizcando sus pezones con suavidad. Me hicieron ponerme boca abajo entre risas.

—¡Girate!

Y siguieron con la espalda, frotándomela con fuerza hasta llegar al culo al que ambos prestaron especial atención. No sé cual de ellos amasaba mis nalgas y de quien eran los dedos que hurgaban en mi ano, lubricados con el bronceador.

La polla apretada entre mi vientre y la arena, durísima, me dolía por las ganas de correrme y el placer que sentía. Pero era agradable seguir excitado, muy cachondo.

Como venganza lo elegí a él para ser el siguiente, dejando que ella se cocinara a fuego lento manoseando a dos chicos jóvenes. Esperando su turno.

Entre los dos sobamos su piel, todo su cuerpo excitándolo todo lo posible, tanto como me habían excitado a mí. Hasta conseguir agarrar su durísima polla. Marta entre tanto le tenía cogidos los huevos y le amasaba el rabo como si quisiera quedarse con ellos y llevárselos en su bolso.

A su vez él, mientras tanto, tenía uno de sus dedos juguetón que se perdía entre mis nalgas, en mi ano. La otra mano estaba entre los largos y poderosos muslos de nuestra amiga. Yo se la había dejado a punto, mis dedos aún olían a sus jugos. Al poco de que Mario se dedicara a masturbarla ella se corría apoyada en mi vientre.

Pero al darse la vuelta ayudé a la madurita a tumbarse en la toalla entre nosotros. Extendí un buen chorro de crema en sus tetas para sobarlas a placer. Rozando mis manos con las de él que tampoco quería perderse ese gustazo.

Amasaba las dos generosas masas de carne. Sus tetas enormes nos permitían acariciarlos casi sin estorbarnos. Pellizcando sus pezones con suavidad para darle placer.

Por encima del cuerpo de Marta nos mirábamos a los ojos y nos dimos el primer beso, suave apenas rozando nuestros labios. Al vernos ella nos dijo:

—Yo también quiero.

Nos inclinamos sobre su cabeza juntando la tres bocas. La cosa enseguida se volvió lasciva, No se cual de los dos sacó primero la lengua pero al notar una de ellas buscando la mía enseguida separé mis labios y empecé a darles saliva a los dos.

Ella tampoco paraba quieta y como antes nosotros, estiró los brazos y nos agarró las dos pollas cada una con una mano y siguió masturbándonos despacio. Sin abandonar los pechos con una mano, deslizamos la otra bajando por su vientre.

Bueno era voluptuosa así que no era plano del todo, pero completamente delicioso. Llegué tarde al ombligo donde estaba la mano de mi amigo acariciándolo así que pasé de largo, más abajo, entre sus muslos en busca de la depilada vulva.

Al pasar el índice entre sus labios descubrí que estaba encharcada. Ya se había corrido al menos una vez. Sus labios hinchados rojos calientes y al tocar el clítoris se le escapó un gemido y aceleró el ritmo de sus manos.

Le clavé un dedo en el coño penetrándola. Pronto se me unió mi amigo y terminamos follándola con un dedo cada uno. Su coñito los recibía agradecido. Llevándola a un segundo orgasmo igual que ella lo hacia poco a poco con nosotros.

El aumento de volumen de de sus suspiros y gemidos y las contracciones de la vulva. Apretando nuestros dedos nos indicaba que se acercaba su corrida y con él la nuestra. Ambos nos corrimos a la vez apretando su vientre y sus tetas incluso los muslos del otro con nuestro semen.

Tan calientes estábamos que fue algo explosivo. Lo extendimos con las manos por su suave epidermis como si fuera mas bronceador intentando disimular un poco por si alguien nos había visto.

Era increíble. Nosotros haciendo de todo, en público en un rincón un poco apartado de la arena. Nadie nos prestaba atención. Cuando levantaba la cabeza y miraba alrededor, nadie dirigía la vista más de unos segundos en nuestra dirección.

Una pareja de chicas se puso cerca de nosotros. Pronto empezaron con sus propios juegos tan desnudas como todo el mundo en aquella playa.

Hasta que Marta se incorporó un poco girándose y se lanzó a comer la polla de mi amigo lamiendo los restos de su semen y las salpicaduras del mío en su pubis, muslos y vientre.

Eso ya no se podía esconder, si alguien nos miraba se daría cuenta de lo que hacíamos. Aunque en aquella parte de la playa eso no le importaba a nadie o por lo menos lo que sentirían sería envidia.

Su giro me dejaba sus poderosas nalgas muy a mano para poder acariciarlas y amasarlas. Incluso para poder deslizar un dedo por su raja hasta encontrar el ano.

Yo me incliné sobre ella, lamiendo su pubis, chupando su coño y la lefa de ambos que había caído por allí. Me lo facilitó separando sus fuertes piernas y yo poniéndome entre sus poderosos muslos. Dejé que él se agachara sobre mi cabeza para besarnos cuando yo conseguía separar la lengua de la encharcados labios de su vulva.

Mi polla necesitaba atención. Y viendo que ya todo aquello era imparable. Sabiendo que la gente que teníamos cerca o no nos prestaba atención. O estaba ocupada en similares manejos decidí que podíamos disfrutar sin más preocupaciones.

Sin quitar su nabo de la boca de ella Mario buscaba el mío con la suya. tirando de mi cuerpo para que se la acercara. Así quedamos formando una especie de triángulo. Cada uno con la boca ocupada en dar placer a uno de los otros dos.

Pronto, como yo hacia lamiendo los restos de semen sobre la piel de Marta. Mi piel recibía la lengua de Alex en una rueda de lamidas y placer.

Seguimos comiéndonos los unos a los otros hasta que nuestras pollas volvieron a ponerse duras sin importar que la poca gente que había en la zona nos viera. Sé que yo conseguí arrancarle a nuestra madurita por lo menos otro orgasmo antes de separar la lengua de su chochito.

Nos planteamos ir al mar a lavarnos y refrescarnos un poco. Pero ninguno de los tres tenía esa intención pues bajábamos por la arena con las pollas duras y una calentura de campeonato.

Marta tenía una idea muy clara. Quería una doble penetración, era la primera vez que disponía de dos pollas para ella. Según caminábamos nos lo decía:

—Os quiero a la dos a la vez Alex por delante y Mario por detrás.

Desde luego yo estaba loco por follármela, o él o el primer agujero que pillara. Así que en cuanto llegamos a una zona que cubría lo suficiente para disimular un poco ella se subió en mis brazos.

Rodeó mi cintura con sus muslos y dejó que mi duro rabo buscara el camino a su caliente interior prácticamente solo. Con un poco de ayuda, noté la mano de Mario agarrando y guiando mi glande entre sus labios.

Enseguida él se nos abrazó por detrás de Marta y su pene enseguida encontró el camino al ano de la chica. No tardamos en sincronizarnos, ella subía y bajaba en nuestros brazos clavándose cada vez nuestros falos.

Alguien se deslizó nadando a nuestro lado, pero pasó de largo enseguida.

A la vez que notaba sus poderosas tetas en mi pecho y las manos de Mario en mi espalda sujetándome y acariciando, la mía recorrían sus pieles y en mi polla notaba el calor de su coño. Al oído muy suave me dijo:

—Correte dentro.

Aunque Mario lo hizo antes que yo en su culo yo no tardé mucho más en llenarle su vulva con mi semen. Ella ya se había corrido varias veces entre los dos. Ahora sí que dejamos que el agua se llevara las pruebas de nuestra pasión.

Nos quedamos un rato mas en la arena disfrutando del sol y de suaves caricias a nuestros cuerpos con la excusa del bronceador o sin ella. Pero seguíamos deseando más de los demás, yo sí, al menos me había quedado con ganas de más, de Mario y Marta de vernos a los dos juntos en acción.

Así que decidimos seguir la pequeña orgía. Por fin subimos a continuar la fiesta en la habitación de hotel de ella.

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