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Un jueguecito morboso

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Suena el timbre de casa. Me siento algo nervioso. Llevo ya un rato esperando sin saber qué hacer, viendo un programa de esos en los que no paran de gritarse entre unos y otros, y sin sentirme cómodo con ninguna postura apoltronado en mi sofá de piel. Me levanto y me dirijo hacia el interfono situado justo al lado de la puerta de entrada. En la pantallita aparece ella y, tal como habíamos pactado, abro sin mediar palabra. No tardará más de un par de minutos en subir a mi piso, y tampoco tardará demasiado en volver a irse.

Nos conocimos en una popular red de contactos en internet y, tras varias conversaciones a través de la mensajería del sitio web y whatsapp, decidimos vernos en persona en un café de Barcelona. Charlamos, reímos, nos miramos, nos dimos el visto bueno... Ese día no pasó nada. Tan solo fue una primera toma de contacto. No disponíamos de demasiado tiempo puesto a su condición. Rosa es una mujer casada de 41 años.

Ella es risueña, divertida y charlatana. No para de hablar y da la impresión de estar siempre de buen humor. De piel pálida, cabello largo y negro, y ojos marrones. El día que nos vimos llevaba un pantalón tejano claro y ajustado, el cuál dibujaba perfectamente el contorno de sus anchas caderas, sus muslos, su culo... Y una camisa de color blanco roto que, a pesar de llevar bien abrochada y no mostrar escote, se intuía sobradamente que Rosa poseía unos pechos grandes y, a simple vista, diría que naturales.

Escucho el eco de sus pasos por el pasillo de mi planta cada vez más cercano. Se detiene. Suena el timbre. Abro... y comienza nuestro sencillo juego de hoy.

Nos miramos a los ojos. Sonreímos. Nadie dice nada. Una sola palabra y deberá marcharse, y yo volver a mi sofá. Es parte de nuestro juego.

Lo primero en lo que me fijo es en su abrigo. Debe ser de la marca Desigual, con mucho colorido, curioso, original, y a la vez bonito. Abrochado hasta el cuello prácticamente y tapando todo su cuerpo hasta unos pocos centímetros por encima de sus rodillas, cubiertas por unas medias negras que apenas transparentan, y calzando unas botas oscuras, altas y de tacón.

Al verla me arrepiento de no haberme vestido un poco mejor. Llevo una sudadera de chándal gris con capucha, y unos pantalones a juego. Aunque realmente me he decantado por esta prenda por comodidad. Comodidad hacia ella. Lo tendrá más sencillo.

Doy un paso atrás para dejarla entrar, y una vez nos encontramos ambos en el recibidor, cierro la puerta. Nada más hacerlo me giro hacia ella, y sin apenas darme tiempo a nada, se pega frente a mí, sujeta mi sudadera levantándola levemente con su mano izquierda, para posteriormente introducir los dedos de su otra mano por la cintura de mi pantalón hasta encontrar mi polla, la cual no tarda en despertar de su siesta.

Me quedo quieto. No puedo hacer nada. No puedo tocarla, no puedo besarla, no puedo hablar. Tan sólo quedarme quieto y esperar a que ella haga lo que ha venido a hacer. Así son las normas de nuestro juego.

Realmente sí hay algo que puedo hacer mientras tanto. Disfrutar de ello.

Acaricio su aliento con mis labios. Su intensa mirada, sus caricias... Crean un Todo rebosante de erotismo. Me tiene donde quería. Sabe que me está poniendo de lo más cachondo. Lo sabe por mis suspiros, y porque cierro mis ojos para dejarme llevar. También porque mi polla y mis huevos ya no caben en su mano.

Lentamente y tras una última caricia que recorre todo mi miembro, desde su base hasta la punta, retira su mano del interior de mi pantalón, e inmediatamente después lo sujeta por la parte de mis muslos para comenzar a bajarlo. Despacio. Muy despacio. Saborea este momento. Lo disfruta. Observa a medida que lo baja cómo la base de mi polla va quedando al descubierto. Ahora mis huevos. Finalmente mi glande a medio cubrir. Está algo más que morcillona. Y deja caer mi pantalón hasta mis pies.

Se incorpora y nos quedamos uno frente al otro. Nos miramos. Me resulta algo incómodo porque se queda quieta, y yo ahí, con mi pene fuera y los pantalones por los tobillos. Pero al ver su expresión me doy cuenta de algo. ¿Qué le pasa? ¿Se echa para atrás? Quizá se lo está pensando... Duda, pero ¿por qué?

Comienza a dibujarse una sonrisa más bien pícara en su rostro. Me siento excitado, pero también con algo de vergüenza por la imagen del momento en sí. Y una frase suena repetidas veces en mi pensamiento: Creo que voy a ser su juguete... Su juguete... Su juguete...

Me gusta la idea.

Baja sus manos hasta la parte inferior de su abrigo y desabrocha el último botón. Me mira. Sonríe. Y sigue... Desabrocha el siguiente, y al tercero se detiene. Vuelve a mirarme. Se incorpora con gesto pícaro sobreactuado y a su vez gracioso, y adelanta una pierna para que pueda deleitarme con la vista.

Sus medias oscuras sólo alcanzan hasta mitad de su muslo y quedan sujetas por unas delgadas tiras que lo recorren hasta perderse bajo su abrigo. No lleva pantalón. Tampoco falda. El tercer botón que abrocha su abrigo queda estratégicamente colocado de tal manera que no me deja ver si lleva o no ropa cubriendo su zona más personal, y me corroe la curiosidad. La odio. Me excita. La deseo.

Ahora es turno de los botones superiores. Desabrocha el segundo, puesto que el primero ya lo estaba. Al tercero abro los ojos como platos y sonríe. ¿No lleva nada? El cuarto... Sí, lleva algo, pero ¿qué es? El quinto...

Su ombligo queda cubierto por lo que parece un corsé, y un generoso escote me hace pensar que no hay absolutamente nada sujetando sus pechos. Verla así me acelera el pulso. El corazón no tardará en atravesar mi pecho, y la respiración me... Creo que he dejado de respirar.

Tan sólo lleva abrochado su botón estratégico. A saber quién pondría ahí ese botón. Algún ingeniero industrial o un físico nuclear, quién sabe. Intento hacer fuerza con la mirada, pero no consigo desabrocharlo. Me siento impotente y con el rabo ahora más tieso.

Coloca una mano en su cintura y separa un poco las piernas, creando una postura de lo más erótica. Mueve de un lado a otro sus caderas, de un modo cómico, pero que la hacen irresistible. Yo sonrío. Ella me mira a los ojos, e inmediatamente después dirige su mirada hacia mi polla. Su movimiento eroticómico se va ralentizando a la vez que se muerde el labio, y se acerca hasta que mi glande roza ligeramente su abrigo.

Las yemas de sus dedos acarician mi pecho a medida que se agacha despacio, muy despacio, a la vez que me mira a los ojos y pasa su lengua por la comisura de sus labios. Sé hacia dónde se dirige. No hay lugar mejor en este instante. Pero entonces sucede algo inesperado, algo que no formaba parte de su improvisada coreografía. Su mágico botón no soporta la tensión de tan sensual movimiento y, accidentalmente, se abre el abrigo.

Por la expresión de su rostro intuyo que no sabe qué hacer. Así que opta por no hacer nada mientras observa mi reacción. Y mi reacción es disfrutar de lo que veo.

Unos pezones de grandes aureolas rosadas. Sus pechos posan sobre un pequeño corsé de color negro, el cual no hace acto de sujetar nada, tan sólo los deja caer sobre éste creando una imagen de lo más porno. Y no. No lleva nada cubriendo su zona prohibida. Desde mi campo visual sólo alcanzo a ver algo de vello cubriendo su apetitoso coño. Suficiente para endurecer por completo mi polla, haciendo que ahora apunte hacia su objetivo. Su boca.

Por su expresión intuyo que sabe que me encanta lo que veo. Relame sus labios y acerca su boca hasta mi miembro. Sigue mirándome a los ojos. Abre su boca. No deja de mirarme. Tengo la punta humedecida por la excitación, y mis huevos repletos de amor. Acaricia con sus labios mi glande en su totalidad, absorbiéndolo como si de un chupachups se tratase y saboreando el amargo fluido que lo cubre. Y cierra los ojos. Disfruta su sabor. Le gusta.

Con su mano sujeta la base de mi polla y de forma delicada comienza a masturbarme. Primero muy despacio. Unos segundos más tarde acelera el ritmo. Me encanta. Lo sabe. Uff...

Sin dejar de masturbarme se introduce parte de mi gordo falo en su boca. Siento cómo lo abraza con su lengua y aprieta con sus labios. Yo exhalo. Ahora lo hace más fuerte y rápido. Y como no afloje... creo que no podré aguantar demasiado. Ahora que pienso, ¿si en nuestro juego no podemos hablar, significa eso que no podré avisarle cuando...? Lo mejor será que cumpla con las condiciones y calle.

Ya no sujeta apenas mi polla, pero sí acaricia ligeramente mis huevos hinchados.

Desde mi glande hasta la base. La absorbe completamente una y otra vez con ansia. Y cada vez más rápido. No pares por favor. Umm...

No veo si me mira a los ojos, y prefiero no comprobarlo. Permanezco con los ojos cerrados para no ver como se balancean sus enormes tetas, o esos pelitos que asoman sobre su coño. Prefiero no ver nada de eso. Sólo el hecho de pensar en ello hace que me sea prácticamente imposible aguantar mucho más.

Pero no puedo evitarlo y abro los ojos. Dios...

Sus pechos asoman por completo a través de su abrigo abierto y se balancean a cada movimiento. Sus pezones duros como el hielo. Y su mirada viciosa. Me mira a los ojos a la vez que se traga una vez tras otra mi gran polla. Pero lo que hace que no pueda seguir siendo capaz de contenerme, es ver cómo se introduce un par de dedos en su coño mientras me engulle. Y comienza a hacerlo mucho más rápido tras averiguar, imagino que por mi cara, que voy a correrme.

Sabe que la explosión es inminente y aun así no deja de devorarme. Joder... Siento cómo todo lo que tenía guardado para este momento comienza a alborotarse en mis huevos y se abre camino recorriendo el interior de mi polla. Voy a correrme en su boca. Uff... Joder...

Entonces llega a mis oídos un sonido el cuál adoro. Sonido celestial. Esa música procedente de su coño húmedo al introducir sus dedos también mojados. Lo hace muy rápido. Me pone muy perro ese ruidito. Va a correrse conmigo.

Intentamos contener nuestras palabras. A cambio sólo surgen gemidos... un Uff, un Ahh... Me corro dentro de su boca con una energía brutal. Ella la mantiene cerrada, apretando mi polla con sus labios. Como siga saliendo mi cálida leche de esa manera acabará por asfixiarla.

Gime con fuerza, aunque con la boca cerrada, y dos dedos en el interior de su coño. Se está corriendo, y lo hace mientras comienza a tragar mi esperma caliente.

Me quedo vacío. Me tiemblan las piernas. Estoy relajado. Lentamente me libera de su boca procurando no dejar rastro de poción mágica. Y me observa con mirada perversa.

Ríe porque no es capaz de levantarse al estar de cuclillas, y tras un par de intentos cae hacia atrás quedando sentada sobre su culo.

Vaya... Ahora sí puedo ver su raja en un primer plano. Está totalmente mojada, y sólo la parte superior de ésta y el pubis contienen algo de vello. Precioso. Morboso.

Al darse cuenta cierra sus piernas rápidamente y pone cara de ¿Qué haces mirando ahí, cochino? Me sorprende. Total, acaba de comerme la polla y tragarse mi semen. Mirarle el chocho no creo que sea tan grave, ¿no?

Y se incorpora con una torpeza de lo más cómica. Es adorable. Me encanta esta mujer.

Se me ocurre que debe querer ir al baño o, como mínimo, necesitar una toalla. Pero no me mira, se está abrochando el abrigo, y el pacto era que no podíamos hablar durante todo el juego desde que llegaba hasta que salía por esa puerta, tras haberse metido mi polla en la boca hasta correrme. Así que espero y mientras tanto me subo el pantalón.

Impecable. Parece que no ha pasado nada. Sigue con su pelo perfecto, su abrigo abrochado y sin rastro de bebida energética en sus labios. Le hago gestos para que vaya al baño, pero me deja desconcertado ver que, tras guiñarme un ojo y regalarme una pícara sonrisa, abre la puerta de mi piso y...

Se larga.

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