Carla se encontraba en su habitación cuando sintió que alguien la estaba mirando. Se alarmó al momento y como un rayo se dio la vuelta esperando que no fuera su marido
Me estaba volviendo a correr, soltando pequeños chorros de mi vagina sobre mi sobrino, líquido que luego lamía y depositaba entre mis labios empapándolos aún más al pasar su legua sobre ellos y volviendo a meter en su boca mi clítoris succionándolo
Mi vieja, al verlo allí, observándonos impotente, pareció calentarse aún más y aceleró el ritmo de su lujuriosa cabalgata, mientras lo miraba con cara de puta y un sonriente gesto de burla. Sus ojos eran de fuego en ese momento, como poseídos por el diablo.
Esa noche mi viejo acudió a su partido de tenis semanal. Yo pensé en él mientras me cogía a mi madre: ¿Qué pensaría de su esposa ejemplar si la viera totalmente enculada por su hijo mientras él andaba corriendo como un boludo detrás de una pelotita fosforescente?
El viernes de tarde partimos hacia la costa. Después de casi tres horas de viaje llegamos a la casa, la cual era tan exuberante como nos había contado mi padre, o incluso más. Pero yo sólo estaba interesado en la exuberancia de mi madre.
El comienzo de la nueva semana encontró a mi madre volviendo a su habitual vestimenta: sobria, recatada, aburrida. Pero la decencia le iba a durar muy poco.
Cuando entré en la cocina, no tenía idea de que lo que estaba a punto de ver cambiaría mi vida para siempre. No sospechaba yo que allí mismo, en el seno de mi hogar, me iba a encontrar de cara a la perdición, ni que ésta iba a tener la forma del culo de mi madre.
Yo experimentaba un lujurioso terror cada vez que me hacía a la idea de un nuevo encuentro familiar, y más al considerar la exaltación de los atributos femeninos de mamá producto de su avanzado embarazo
Si bien quedaba lugar para una ínfima pizca de incertidumbre en favor de que mis tías estuvieran equivocadas, había algo acerca de mi madre de lo que no tenía ninguna duda, y era que detrás de su apariencia de inocente ama de casa, se escondía terrible puta adoradora de pijas con dotes bestiales.
Mi madre se llama Rita y siempre fue una muy recatada señora. Yo nunca la había visto haciendo ostentación de su cuerpo antes de la última fiesta familiar, a la cual mi padre, afortunadamente para él, no pudo asistir.
Mis manos se fueron a sus piernas y comencé a sentir sus carnes en mi piel mientras mi miembro ya estaba a punto de estallar. Mientras la acariciaba sus muslos, hice mi petición: Me gustaría tocarte los pechos
Ella solo gemía y gritaba de placer. “Si puto, cógeme por el culo.” “Que rico se siente amor, dame más fuerte” “Este culo va a estar así siempre que quieras”. Sólo soporté unos 5 minutos más entre ritmos lentos y rápidos.
Yo no quería cuidar a mi sobrino, por eso decido, con una amiga, en que él sea el que me tenga que servir, pero la situación se nos va un poco de las manos.