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Limpiamos la pileta con el primo de mi primo (parte 2)

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Estábamos los dos muy transpirados por la limpieza de la pileta y el regadío y su cuerpo brillaba espléndido al sol.

-Vamos a ducharnos, me dijo Lucas y le obedecí como si fuera su mascota.

La ducha estaba al aire libre, detrás del cuarto de baño de la pileta y el de herramientas, y tenía un duchador. Mientras él se bañaba, dirigió el duchador a mi cuerpo y aproveché para desnudarme y enjabonarme. Estaba muy caliente, bien empalmado. Me dejé llevar mientras él me giraba y me enjabonaba desde atrás, lavándome bien la pija, mientras yo empujaba mi culo contra su verga bien parada y lo tomaba de sus nalgas para atraerlo más hacia mí, si era posible. Recosté mi cabeza sobre su hombro, señal más que suficiente para que me besara suave y largamente, mientras me seguía acariciando. Se me doblaban las piernas de placer, así que lo enfrenté y mientras nos enjuagábamos, lo besé en la boca y volví a agarrar sus glúteos. Se apartó apenas y me dijo que le parecía que me gustaba mucho su culo.

-¡Todo de vos me gusta! No sé de dónde agarrarme, te quiero besar todo, te quiero chupar todo, te quiero tener adentro de mí todo el tiempo.

-¡Guau! Nunca me dijeron todo eso, me contestó.

A mí se me caían las lágrimas de la emoción y la calentura. Incluso estaba agitado, así que poco a poco me soltó, y me propuso limpiar su ano con el duchador.

-Acercalo de a poco y apoyame la punta, me pidió, mientras abría sus nalgas.

Lo hice y gimió de placer.

-Sacalo ahora, y se volvió hacia el cerco verde, echando chorros de agua por su culo hacia aquel lado, tal vez con alguna impureza. Me pidió repetirlo dos veces más hasta que el agua salió tan limpia como había entrado y luego hizo lo mismo conmigo varias veces. Me sorprendió, pero me gustó. Eché mis dos primeros chorros, creo que más sucios que los suyos, hasta que en los últimos dos salió agua solamente.

Me dijo que era para limpiar bien lo que íbamos a usar. Fui lamiendo su cuello, los pectorales, le comí los pezones duros, bajé por sus abdominales de hierro, sin dejar de lamer uno solo y llegué a la gloria, que era su hermoso glande rosado y mojado que empecé a lamer y chupar con delicadeza, sin dejar de mirar su cuerpo y sus ojos. Se la chupé un rato largo sin soltar sus glúteos.

Me hizo ponerme de pie y me besó otra vez. Luego hizo lo mismo conmigo, lamiéndome y chupándome hasta que casi estuve a punto de acabar, por lo que me apretó bien la base del pene para calmarme. Me giró y me abrazó desde atrás, empezando a besarme la espalda hacia abajo hasta que llegó a mi culo y comenzó a besarme el ano, con lengüetazos cada vez más profundos que me daban oleadas de inmenso placer.

-Seguí, seguí, por favor, le pedí.

Volvió a subir por mi espalda mientras yo me apoyaba en la pared del cuarto de herramientas. Me besó de nuevo en la boca, largamente, suavemente, entrelazamos nuestras lenguas varios minutos mientras con su pija apoyaba mi culo. Me hizo inclinarme un poco y volvió a besármelo y ensalivarlo, hasta que le pedí que me la metiera. Me separó los glúteos y fue penetrándome de a poco, mientras yo trataba de empujar mi culo hacia su pija dura. Despacio me fue penetrando y me preguntaba si me dolía.

-No, me gusta mucho, le dije y fue apurando la metida, hasta el fondo y se quedó adentro. Empecé a dilatar y contraer mi ano.

-¿Quién te enseñó eso?, me preguntó.

-Mi compañero de banco, le dije, para gozar más de la pija.

Empezó a moverse hasta sacarla casi toda y volver a meterla, hasta que pudimos acompasar nuestros vaivenes y yo trataba de atrapar su pija cuando salía y abrirme cuando entraba. Me cogió así varios minutos, y cada tanto me apoyaba hacia atrás para poder besarlo. Me inclinó más el cuerpo y empezó a bombear más rápido hasta que llegó a mi punto G y le grité

-¡Ahí, ahí!, empujando más mi culo hacia él en cada embestida suya y acabé sin tocarme.

Nunca me había pasado eso y se me aflojaron las piernas del placer. Él seguía al palo y me siguió cogiendo. Me sentí desfallecer de gusto. Continuó varios minutos hasta que se me volvió a parar la pija y él acabó derramando toda su leche dentro de mí. Estaba en éxtasis. Me apoyé hacia atrás contra su cuerpo y nos besamos, así como estábamos. Su pija no se ablandaba.

-¡Qué máquina de coger!, le dije.

Nos enjabonamos y lavamos las pijas, paramos el filtro y nos tiramos a la pileta. Estuvimos un rato largo, nos abrazamos y besamos con mucha calentura y nos pajeamos mutuamente. Fue a sentarse en la escalera y le quedó la pija justo fuera del agua, así que no dudé y volví a lo mío de chupársela otro rato largo. No me cansaba de hacerlo y acariciar su cuerpo de atleta.

-Quiero que me cojas, le dije, necesito que me cojas otra vez.

-Vamos a ponernos protector solar porque nos vamos a quemar.

Así lo hicimos, aunque a mi disgusto porque no podría lamer su cuerpo como quería y se lo dije. Me contó que traía uno casero a base de zanahoria que era comestible y me dio otro beso de lengua. Empezó a ponérmelo con mucho cuidado y suavidad por todo el cuerpo, concentrando sus caricias en mi culo blanco y ansioso. Después me tocó a mí, se recostó sobre las baldosas atérmicas y me dediqué a pasarle por el cuerpo mientras volvía a chuparle su pija húmeda y enhiesta. Él iba guiando mis manos porque yo estaba totalmente perdido. Luego se puso boca abajo y me ofreció su hermoso trasero que acaricié con bastante crema, aunque su piel blanca era bastante poca.

-¿Tomás sol desnudo?, le pregunté.

-Casi, me pongo el hilo dental de mi hermanastra, me dijo y me puso a mil.

-¡Qué manos suaves tenés! Andá a buscar el gel lubricante que dejé en la ducha, me pidió.

Pensé que había llegado mi hora de gloria. Pero cuando me acerqué, seguía boca abajo.

-Ponete gel en los dedos y ponemelos de a uno en el culo, despacito.

-Sí, bombón, le dije, ya no podía contenerme de decir lo que pensaba.

-Así, suave, de a poco, me pidió.

Yo no daba más de lo caliente que estaba y mientras le metía mis dedos se fue irguiendo hasta quedar de rodillas. Se volvió y me dio una mamada de campeonato que casi me hace acabarle en la boca, mientras me horadaba el ano con sus dedos con gel lubricante. Le pedí que esperase porque no quería correrme rápido. Se puso en cuatro patas y me dijo:

-Es todo tuyo.

Lo tomé de la cintura y de a poco se la fui poniendo, mientras él con una mano abría sus nalgas. Vencí la primera resistencia, gimió y empujó para atrás hasta que la tuvo toda adentro. Así se fue moviendo lentamente haciendo toda la tarea hasta que pude tomar el compás y en unos minutos acabé lo que me quedaba dentro de su culo, me salí y recosté a su lado.

-Estuvo buenísimo, me dijo.

Y me volvió a besar largamente, recostándose sobre mí.

-¿Me toca a mí?

-Es lo que más quiero, le respondí, pero te quiero ver cuando me cogés. Tengo muchas ganas de tenerla adentro, le dije, resoplando.

Me levantó las piernas contra sus hombros y me la fue poniendo muy suave, muy dulce, hasta que me la metió toda. Me bombeó despacio primero y luego con más ansia, varios minutos, más de un cuarto de hora. Ya se me paraba de nuevo, cuando me dijo que fuéramos a la ducha. Me hizo apoyar en los grifos y me volvió a coger, siempre muy delicadamente, tomándome varias veces de la cabeza para besarme con mucha pasión sin dejar de cogerme. Me movía todo lo que podía para sentirla más a fondo, hasta que lo sentí acelerar sus impulsos y acabar largamente dentro de mí.

Quedamos así, unidos un rato largo, hasta que se salió y nos lavamos mutuamente las pijas y los anos con bastante jabón.

-Sos una máquina, le dije.

-¿Te parece? Claro, si estás otra vez al palo y ya te la quiero comer de nuevo, le respondí.

-Hablando de comer, Toby debe estar por traer los sándwiches, me recordó.

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