La vecina caliente
No pude resistir más. La tumbé en el sofá, abriéndole las piernas como un libro prohibido. Su coño estaba abierto, invitador, con labios mayores hinchados y un clítoris protuberante que asomaba como una perla rosada. Entré en ella de un solo empujón, sintiendo cómo su calor me engullía, apretándome con paredes vaginales que se ...