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Era viernes por la noche. Angelines esperando a que su padre saliese de la tienda se entretuvo mirando escenas nocturnas de esas que pasan desapercibidas, por fugaces, cómo el beso chiquitín, furtivo, que le dio en la mejilla una niña a un niño que caminaban detrás de sus padres, o las caricias de
Angelines era una muchacha de 18 años. Hacía seis meses que le muriera el novio corneado por un buey y estaba enfadada con Dios, con la gente, con los animales, estaba enfadada con el mundo. Se había vuelto arisca, maleducada y a toda pregunta daba una mala contestación
Benedicta, una joven de 26 años, de un metro sesenta centímetros de estatura, morena y guapa que estaba comiendo pato a la naranja con el cura en la cocina de la casa parroquial, y le decía el cura
Tenía ganas de comer una paella valenciana y fui a Valencia cuando casi nadie va, después de las fallas. En la calle Iglesia de Vera entré en el Restaurante Casa El Famós, un lugar muy sencillo y agradable con mesas con cuatro y ocho sillas, manteles que podrían ser de cualquier casa, en el que
Rubén era un cincuentón, millonario, alto, moreno, con el cabello teñido de negro, y en buena forma para su edad. Su profesión conocida era la de abogado, pero durante más de veinte años fuera ladrón de guante blanco, cosa que solo sabía su madre y su hija Irma, una mulata preciosa, hija de una
Tenía yo por aquel entonces 42 años. Pasaba de las once de la mañana. Iba vestido con mi ropa de caza, mi gorra, mis botas, mi cinturón con cartuchos del que colgaban tres conejos y llevaba la escopeta de cartuchos al hombro. Mi perro olió algo y salió corriendo. Seguí monte arriba y me encontré
Mi nombre de guerra es Gatita, tengo 23 años, soy morena, ni alta ni baja, con buenas tetas y mejor culo, soy sumisa, bisexual y dicen que soy guapa. Me gustan las fiestas swinger en las que rule el alcohol, el bondage, el bukkake... Me gusta coger más que comer, o sea que soy más puta que las
Nicole debía medir un metro setenta, tenía la mano izquierda en su cabello y con la derecha sujetaba un bolso blanco. Llevaba puesto un top de manga larga blanco y gris que mostraba su ombligo por el que bajaban dos cordones del top. Su cintura era de avispa. Los jeans, rotos en ambas piernas y
Había vuelto a Galicia, pero no me quitaba la cabeza la morena más sexy que jamás había conocido. Echado boca arriba sobre mi cama, Recordaba sus grandes y esponjosas tetas, su dulce voz cuando me dijo: "No voy a dejar que su lengua profane mi sexo" Recordaba mi lengua lamiendo su culo y a la morena
Esta historia se la contó un comunista a un chavista de Podemos, el de Podemos se la contó a un amigo mío de su mismo gremio, y este la soltó en una sobremesa. Va de un chorizo y de tres hermanos, ellos eran curas y ella monja
Los Becerros y los Mata Burras eran dos familias que vivían en una aldea gallega llamada Castroviejo. Desde tiempos ancestrales se llevaba a matar. La sangre estuvo a punto de llegar al río cuando Juan el Becerro supo que le quitara la novia Benito el Mata Burras. Suerte que ese día estaba en la
Marcos y yo hacía muchos años que no veíamos a Jesús. Estábamos sentados en tres sofás en la sala de estar de la casa de Marcos. Su esposa estaba trabajando. Su suegra, antes de regresar a su casa, puso sobre una mesa camilla que teníamos delante una cafetera, el azucarero con una cucharilla, tres
En la puerta de mi habitación vi una sandalia, más adelante la otra, después una blusa marrón, más adelante unos pantalones vaqueros, más adelante el sujetador, al lado de la cama unas bragas y encima de la cama estaba ella, con su larga melena negra cubriendo sus tetas
Facundo era un fotógrafo ambulante que hacía fotos por las aldeas, debía tener unos 60 años, vestía con un traje gris, llevaba una boina francesa en la cabeza y calzaba unos zapatos negros. No era de extrañar que le gustara a las mujeres de las aldeas, ya que la mayoría de ellas vestía con vestidos
"Soy hijo de mi abuelo y padre de mi nieto", así se lo dijo Pedro a mi sobrina Chelo, una muchacha morena, de pelo negro y largo, pecosa, delgada, con tetas pequeñas y con un culito pequeño y respingón que se marcaba en sus pantalones vaqueros
Era la una la madrugada de un sábado del mes de mayo e iba cargado, no llegaba a borracho, pero le llegaba bien. La noche estaba estrellada y el tráfico brillaba por su ausencia. Al pasar por delante de un escaparate de ropa vi a un maniquí desvistiendo a otro. Seguí andando hasta que me di cuenta
Mi esposa y yo habíamos tenido una discusión muy gorda y se había ido para la casa de su madre. Yo reía delante de mis amigos y familia pero la procesión iba por dentro. Esa tarde había quedado sin tabaco y fui a la casa de enfrente a pedir un cigarrillo. En esa casa vivía una tía de mi esposa y sus
En un barrio gallego de Pontevedra de cuyo nombre me acuerdo bien, se sucedieron una serie de violaciones que nunca salieron a la luz, ya que violador era para las violadas lo que para sus abuelas fuera Rodolfo Valentino. Algunas se contaban entre ellas lo sucedido pero no lo denunciaban. Voy a
Me tenía malo con sus fotos en las que estaba desnuda y con las confesiones sobre sus pajas porque el marido no le daba lo que necesitaba. Averigüé donde vivía. Pillé el auto de alquiler y me fui a buscarla bajo una falsa identidad de médico
Anastasia, hija de madre rusa, padre gallego y criada en Galicia, estaba a cuatro patas sobre la cama y ya echaba por fuera, Lucas, su tío, haciéndola sufrir, le había comido el coño, y cuando estaba a punto de correrse, dejara de comerlo. Le había follado el coño, y de nuevo, cuando se iba a correr
Maribel estaba en el monte, dormida, tomando el sol cómo las lagartas. Yo tenía 40 años. Iba con mi perro León en su busca cuando la vi de aquella guisa, descalza, con su falda verde arremangada bien arriba de las rodillas y con las manos detrás de la nuca, lo que al estar con una camiseta blanca de
A la habitación la iluminaban tres velas blancas colocadas sobre una mesa a la que se sentaban un hombre y tres mujeres, estaban con los ojos cerrados y con las manos apoyadas sobre la mesa. Svetiana, la médium, después de rezar una oración para que no entraran en el círculo espíritus diabólicos
Jaqueline, una veinteañera morena, con media melena de cabello negro, ojos oscuros y con todo muy bien puesto, o sea un bomboncito, había empezado a trabajar la semana anterior en el club Arco Iris sirviendo copas. La acompañaban tres bomboncitos más, Lorena, Begoña y Andrea. Lorena tenía la piel de
—... ¿Sabés cuál es el mejor dulce de leche argentino, primo? —¿No, cuál es? —El de la concha. A ver, sabía que los argentinos le llamaban concha al coño. Yo estaba en mi cama. Mi prima estaba en la puerta de mi dormitorio, descalza, con unas medias negras y un picardías que enseñaba la mitad sus
Moncho era un hombre moreno, de estatura mediana. Fuera el herrero del pueblo durante 40 inviernos, en primavera, verano y otoño tocaba la trompeta en una orquesta. Andaba en los setenta años. Después de zamparse un buen trozo de queso, dijo