Nunca he sido muy afecto a acudir a fiestas familiares y mucho menos a bodas y funerales; huyo de ellos como alma que lleva el diablo para evitar las charlas y cuchicheos de familiares a los que casi nunca frecuente y que sienten que los lazos de sangre les da el derecho de inmiscuirse en mi vida
1 Me llamo Camila, tengo veinticuatro años, y voy a compartir mi historia a través de este medio, ya que necesito desahogarme, y qué mejor manera de hacerlo que ante un montón de extraños anónimos. Voy a comenzar a contar mi historia a partir del momento en que mi vida comenzó a complicarse
Año 1955 - Galicia, en una aldea remota. Edelmiro, un hombre de 38 años, alto, moreno y bien parecido, había enviudado y trabajaba en sus huertas de sol a sol para no pensar en lo acaecido un año atrás
Las semanas de examen son, literalmente, una condena. Recuerdas perfectamente cuando estudiabas en esas aulas, esas mismas asignaturas y casi con los mismos profesores, por eso tu nivel de empatía es enorme, lo que no resta sufrimiento
‘DAMASO I, 366 - 384. Fue el único papa gallego. Le gustaban las mujeres y los jovencitos. Fue acusado de adulterio y lo acabaron nombrado santo. ¡Manda carallo!
Al día siguiente cuando desperté con mi esposo al costado tenía un gran remordimiento de lo que había pasado con el director, más allá de que lo había hecho para que mi sobrino no vaya preso
Sus dedos seguían follándome, entrando y saliendo de mi vagina, luego al coger aquel pene, me lo enseñó y lo colocó entre mis tetas y empezó hacer como si me las follase, yo solté su polla y teniendo de nuevo mis tetas en mis manos las apreté contra aquel pene como si hiciera una cubana
Lola tenía 19 años cuando llegó a la ciudad. Venía de un pequeño pueblo cerca de la capital. Su tía conocía a Manuel, un señorito de los de entonces, que vivía con su mujer y sus tres hijos en un casoplón de la capital. Fue ella la que la recomendó a Manuel para que le sirviera en su casa
Silvia y yo habíamos ido de fiestas con intención de pasar una semana de sexo y lujuria con un par de futbolistas. Un negro, con una verga de infarto, hizo que los planes cambiasen a… mucho mejor.
Mi recompensa por soportar largas colas, apretones y gritos de histéricas fue encontrarme y seducir a Judith mientras mi esposa era una fanática más centrada en el concierto...
Don Antonio cumplía todos los días su rutina de ir a la plaza cercana a su domicilio en horas de la tarde. A esa hora coincidía la salida de clases del colegio del barrio y el desfile de chicas ataviadas en sus uniformes colegiales eran un regalo para la vista de Don Antonio