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La nena trans comenzó a besarme, lamerme, morderme el culo, mientras movía en círculos la cosita en mi hoyo. Yo jadeaba y gritaba gozando. Luego, su lengua inquieta fue a mis bolas, perineo, pene, hasta que repentinamente me sacó la zanahoria y la reemplazó con dos dedos. A fondo. Y tres, cuatro...
El espectáculo era estupendo: piernas hermosas, un culito precioso, y una pija a medio parar. Naty se abrió sus nalguitas, mostrándome un círculo palpitante, y comenzó a descender. Mi poronga, al máximo, apuntaba hacia arriba. Ella apoyó el culo. Y empezó a moverlo alrededor.
La había conocido por Facebook dos meses atrás. En la tercera charla me mandó fotos de ella, desnuda. Yo le envié las mías, y dijo que le encantaba mi pija grande, de hombre maduro. Le conté que deseaba estar con una trans, para sentirla como mujer con pija.
Si la chica, mal vestida y descuidada era hermosa, con el vestido que se había colocado, arriba de tacos, estaba convertida en una modelo erótica. Con los zapatos casi alcanzaba el metro noventa de estatura; el vestido corto apenas superaba dos centímetros la curva de sus glúteos.
Quería contratar a una chica que además de mantener limpia y ordenada mi casa y ropa y cocinar, fuese jovencita y sexy para estimularme sexualmente. Medí sus formas: 94 de busto, 62 de cintura y 92 de cadera; nada mal…
- ¿Nada mal para qué señor? – preguntó.
Mi cuarto era lindo, hasta tenía televisor y un DVD. Me desnudé, saqué mi escasa ropa de la mochila, y abrí el placard para ver donde la acomodaría. Entonces vi la “ropa de trabajo”...
Sentí los juguitos de Gabi. Entonces la alcé y puse boca arriba sobre la cama. Admiré su cuerpito adolescente, separé sus piernas y comencé a lamerle sus suaves muslos. Fui bajando hasta sus pies, lamí los tobillos, chupé cada uno de los deditos, mientras mis manos acariciaban el culo y concha.
Al principio me pajeaba cuando escuchaba a Silana cogiendo. Esto era casi todos los días. Luego me hacía la paja aunque ella no estuviese. Al cabo de dos semanas, las pajas por ella eran tres o cinco por día, todos los días.
Ella era una morochita preciosa, de 18 años, aspecto de putita. Yo, mochilero de 31 años. La llevé a mi pieza, nos desnudamos, me dijo que era virgen, y...