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Daniel, finalmente, vuela de regreso a Berna, pero ya nada es igual cuando de allí salió hacia Madrid, pues enseguida se dará cuenta de que el amor de su vida es su hermana Sandra. Así que abandona Suiza, volviéndose definitivamente a Madrid, tras de Sandra.
La besé de nuevo. Volvió a morderme y tiró de mi pelo hacia atrás. Pero esta vez fue su lengua la que atravesó mi boca. Inspiró profundamente con la nariz mientras nuestros labios continuaban unidos.
Y llegamos al final de la historia... Que os haya gustado es lo que desearía y si me lo comentáis, lo mismo a favor que en contra, si os ha gustado, o no os ha agradado, pues os lo agradecería infinito, así como si os tomarais el tiempo para calificarle, según vuestro bien juicio os dicte.
Año 1921, fines de la Guerra Rusa; en un lugar, al sur de Siberia Occidental, acaba de darse un combate entre Rojos y Blancos. Entonces Nadia, fusilera roja encuentra, muerto, a Aleksei, comandante de los Blancos e hijo mayor del que fuera su amo, el príncipe Boronsov.
Tan pronto Dani acabó en mis entrañas se desplomó sobre mí, agotado: Le recibí amorosamente entre mis senos, acariciando suavemente su cabeza. Todo él olía a sudor, a sexo; seguro que ese olor era en sí nauseabundo, pero para mí embriagador
Un hombre se encuentra en una reunión familiar con su hermana y, de repente, descubre que la desea de manera creciente y descontrolada. La quiere sólo para él.
Tras pasar por varios campos de prisionneros , en el Otoño de 1944 Günter von Labnitz llega a un campo cuyo comandante jefe es una mujer, casualmente la que von Labnitz se tropezara en las alcantarillas de Stalingrado.
El capitán Günter von Labnitz es destinado a Stalingrado. Allí un día, casualmente, se encuentra con una joven oficial soviética en las alcantarillas de Stalingrado
Sonsoles era La Puta del Barrio, la tía que se abría de piernas para cualquiera que se lo pidiera. La chica que le hacía a los tíos cualquier cosa que se le pidiera, por sucia, abyecta, que ésta fuera
Estimados lectores, pues sencillamente que la historia acaba como creo que a todos más nos gusta. Luego sólo me resta, como es natural, agradeceros de corazón haberme aguantado hasta aquí, esperando no haberos aburrido demasiado. Un abrazo a todos os mando y como siempre, hasta siempre amigos.
Junio de 1943; Frente Ruso. En el alto Donetz coinciden dos francotiradores, dos virtuosos del arte de matar. Uno alemán, el otro ruso; el alemán, hombre; el soviético, mujer. Los dos se buscan para matarse mutuamente, en una forma de guerra personal entre ellos dos solos.
Y llegamos al final de la historia. Muchas gracias a todas/os vosotras/os, queridas/os amigas/os, que hayáis llegado hasta este final, deseando que os haya gustado, o, al menos, no os haya aburrido demasiado... En cualquier caso, muchas, muchísimas gracias a todas a todos.
Emilio y Julia están a punto de separarse, pues llevan tiempo campando por sus respetos, liados con sucesivos amantes. Así,Carla, su hija, concibe un plan para mantenerlos, juntos, en casa: Constituirse ella en amante de su padre y su hermano, Álvaro, en el de su madre.
La madrugada que siguió a la Noche Nupcial de Hanna, su marido, Herman Müller, tomó un tren que le llevó al Frente Ruso... Luego, en Octubre de 1943, el OKH, Alto Mando del Ejército, le comunica que su marido desapareció en el frente, seguramente muerto.
Yo, abocado ya a mis cincuenta que a mis cuarenta y muchos años aún era soltero... Solterón y sin deseo alguno de dejar mi particular celibato, pues era fijarme un par de veces en la misma mujer, yo ponía pies en polvorosa...
Epílogo a este relato, en que cierro el círculo de la vida en común de nuestro protagonistas, Juan/Vanechka y Elena/Yelena. Sólo que ya no son ellos dos solos, sino tres, pues se les ha agregado otro prota más, un Vanechka de dos añitos, al empezar este Epílogo
Con este capítulo llegamos al fin de la historia, que, como de otra manera no podía ser, saliendo de, digamos, mi pluma, es de un feliz, que da asco, por lo empalagoso. Aunque, mis queridas, mis queridos, sus amenazo con un Epílogo, en el que cerraré la vida en común de nuestros protas