Relatos publicados por priscilla69  (17)

Yo no sé qué hacer. Me da cierto reparo ir al grano y jugar con su crecida verga que se clava en mi ombligo, con ganas de más.

Fue mientras sus dedos jugaban con mi clítoris, cuando noté una presencia entre los matorrales que había tras las rocas.

No me corté ni un pelo y dirigí mi mano al interior de su bañador. Mis dedos se enredaron en su vello púbico, mientras hacían camino hasta alcanzar su falo punzante...

La mujer reanuda la felación, mientras nota como unas manos desconocidas, acarician su espalda de arriba hasta abajo, hasta llegar a la hendidura de su trasero, que acaricia con suavidad.

Su larga cabellera descansa encima de su pecho, mientras un rosado pezón, se asoma entre una mata de pelo.

Él se da cuenta, pues mis ojos no pueden apartarse de aquella enorme verga, que permanece oculta bajo la tela...

Lentamente y sin prisa, mi chica va recorriendo suavemente con sus dientes, todos los rincones de mi cuerpo

Salgo corriendo y sin más preámbulos, me lanzo directa al falo del negrazo, y me empalo a él como una bandera.

Ya de camino y para intentar romper el hielo, dirijo mi mano directamente a su bragueta. La verdad, no estamos para perder el tiempo.

Tanteando su sexo con sus firmes y a la vez temblorosas manos. Jugando con su lengua y las paredes de su cálida y acogedora vagina.

Aparece un hombre completamente desnudo, y porta una tarrina de helado de fresa bajo el brazo. Lleva los pantalones en los tobillos y la polla bien tiesa, con unos rasguños en el capullo, causados por la enredadera de la pared.

Se despertaba con la verga más tiesa que el mástil de un velero. Le acompañaban sudores fríos, y unas punzadas en los testículos, que al rozarlos descubría que los tenía duros como las piedras que hallaba en el camino hacia la ermita.

Comenzó a pasar sus dedos por mi bajo vientre, con dirección a la parte baja de mi bikini, que separó con diestro de mi cuerpo, para llegar a mi lugar favorito. Eran dedos osados y juguetones que, resbalando con la espuma, fueron a parar a mi clítoris.

Leves contracciones le anuncian que el final se acerca. Él, susurra pecaminosas y perversas palabras a su oído, pero ella está tan concentrada en el orgasmo que se le avecina, que apenas las puede descifrar.

Esa boca llena de sensualidad, baja lentamente por su cuello hasta su otro pezón describiendo círculos con su cálida saliva a su alrededor. Lo agarra con fuerza entre sus dientes, provocando un dolor leve y soportable, cargado de erotismo.

Después de dejarse tocar a fondo su sonrisa vertical, el personaje abre la cartera y le entrega el billete.

Está siempre tan duro y tan apunto, que a veces siento dolor en mis entrañas. Pero al mismo tiempo siento tanto deseo, que la humedad se ha instalado de forma perenne en las partes más vulnerables y tiernas de mi cuerpo.