Ella se agachó para recoger una bolsa del supermercado que tenía en el suelo y yo advertí por su escote los grandes senos que debía esconder aquella mujer bajo el vestido. Cerré la puerta y no lograba quitarme de la cabeza el escote de doña Amanda.
La nena trans comenzó a besarme, lamerme, morderme el culo, mientras movía en círculos la cosita en mi hoyo. Yo jadeaba y gritaba gozando. Luego, su lengua inquieta fue a mis bolas, perineo, pene, hasta que repentinamente me sacó la zanahoria y la reemplazó con dos dedos. A fondo. Y tres, cuatro...
El espectáculo era estupendo: piernas hermosas, un culito precioso, y una pija a medio parar. Naty se abrió sus nalguitas, mostrándome un círculo palpitante, y comenzó a descender. Mi poronga, al máximo, apuntaba hacia arriba. Ella apoyó el culo. Y empezó a moverlo alrededor.