Kiko tiene publicados 117 relatos que han recibido un total de 4.643.506 visitas, con una media de 39.688 visitas por relato. El total de valoraciones recibidas es 3.796 y la valoración media (9,43).
Caía aquella tarde de verano del mes de agosto cuando Justa llegó en un viejo Land Rover de color gris a una pequeña aldea gallega de montaña donde vivían su tío paterno. La aldea tenía poco más de cuarenta casas. En una de ella estaba la taberna, en otra el herrero tenía su fragua, en una tercera
El bar era un antro de delincuentes de poca monta, pero tenía una mesa de billar nueva y a mí el billar me encantaba. Mis buenos dineros me tengo ganado con aquellos pazguatos que iban a las descargas de tabaco rubio y andaban con los bolsillos llenos, ya que los ilusos se pensaban que sabían jugar
Sábado 12 de agosto de 1972. Rebeca subía una cuesta de tierra en su Mini de color verde y se encontró con un carrillo tirado por un caballo que llevaba su dueño por las bridas. Cómo el camino era tan estrecho que no daba para adelantar tuvo que parar. Echó el freno de mano. Apagó el auto y le dejó
Sandro era un joven moreno, de estatura mediana y bien parecido que estaba haciendo el servicio militar. En uno de sus permisos había ido con unos amigos a celebrar una despedida de soltero a un bar de luces, o sea, a un bar de putas. No sé la hora que era, lo que sé es que los otros se habían ido
Jorge Carlos Javier, un hombre que ya no cumplía los cincuenta años. Estaba en una esquina de un club de alterne bisexual de su propiedad tomando una ginebra con tónica. Enfrente de él estaba su hijo Camilo con una estrella Galicia delante.
Se llama Elvira, tiene veintiséis años, es rubia, de ojos azules, alta, tiene buenas tetas y un culito respingón que hace suspirar a chicas y a chicos. Podría pasar por la mujer casi perfecta, pero quien la conoce sabe que es incestuosa, bisexual, irreverente, y déspota.
Desde niños nuestros padres nos dejaban solos en casa por la noche y se iban a trabajar en el estraperlo que era lo que daba de comer en aquellos tiempos.
Eugenio, 46 años, moreno, de ojos negros, espigado, atractivo, con modales refinados y dueño de un bufete de abogados, comía a la mesa con su esposa Clara y con su hija Dulce. Comía espinacas con garbanzos, huevo poché y de postre le esperaba un kiwi. Clara, que era vegetariana, antes de meter unos
Gabriel Boric acababa de ganar las elecciones electorales en Chile. La comunidad Chilena había salido por las calles de Madrid y festejaban la victoria.
Jugaba el Real Madrid en el Camp Nou contra el Barcelona. A la una de la tarde se habían marchado desde la Coruña para Barcelona Secundino y Lucho, que eran hermanos. El partido era a las nueve de la noche y no volverían hasta el día siguiente. Sus esposas, Carmen y Josefa habían quedado en
Rosa, que era una maestra de instituto y que vivía en el chalet de su suegro, sentada en un sillón del salón hablaba con el viejo, que era juez y estaba enfrente de ella sentado en otro sillón, le decía:
Se oía una música lenta que invitaba a dormir cuando entré en el bar. Estabas sentada en uno de los taburetes de la barra con la cabeza baja y perdida entre tus pensamientos, pensamientos aromatizados por los efluvios que emanaban de tu copa. Me senté en un taburete que estaba al lado del tuyo, pedí
¿Aún te acuerdas? Yo me acuerdo de que eran las doce del mediodía cuando llegué al aeropuerto de Heathrow. Me estabas esperando en la terminal. Me viste a lo lejos y sonriendo me saludaste con la mano izquierda levantada. Vestías con un jersey azul, un pantalón azul y unas botas altas. Te devolví el
Ya le había echado los tejos varias veces y parecía no desagradarle a pesar de la tremenda diferencia de edad que había entre la bibliotecaria y yo. Ese día tenté mi suerte. Lin, la bibliotecaria, estaba de puntillas cogiendo en una estantería alta el libro que le había pedido: Otelo de William
Amaia era una joven delgada, de estatura mediana, morena, de ojos marrones, cabello negro, tenía las tetas pequeñas y un culito redondito. Estaba de vacaciones de verano en Galicia y fue con su prima carnal Florencia a merendar al bosque, o sea, fueron de picnic. Después comer tortilla y de beber
En una tarde soleada que iba a tomarme unas cervezas las vi, Maca y mi nuera estaban sentadas a una mesa en una terraza. Tomaban un par de refrescos mientras charlaban animadamente. Me acerqué a ellas y les dije:
Aquella tarde estaba hablando y tomando unos vinos en la barra de un bar con un amigo. Una muchacha se sentó a mi lado con un vaso de limonada en la mano y me dijo:
Mi sobrina Elvira y yo después de haber follado hablábamos sentados a la mesa de la cocina de mi casa de pueblo... Entre parrafada y parrafada comíamos lonchas de jamón, tacos de queso y bebíamos vino tinto. Ella llevaba puesta mi camisa blanca y yo estaba en pelotas. Me decía:
Todo comenzó un sábado por la tarde que ibas por la acera y casi te caes debido a un baldosín que estaba suelto. Yo salía del portal de edificio en el que vivo, te sujeté, te miré a los ojos y te pregunté: