LilithDuran tiene publicados 69 relatos que han recibido un total de 1.404.800 visitas, con una media de 20.359 visitas por relato. El total de valoraciones recibidas es 1.612 y la valoración media (9,69).
El fin de semana discurrió de la misma forma que los días anteriores. Sergio pasaba enclaustrado en su habitación la mayor parte del tiempo con los libros delante de sus narices, pero valió la pena el esfuerzo. Según el lunes a la mañana salió del aula donde por fin terminaba con los exámenes, no
Respiró bien hondo al salir de la clase y habiendo entregado el papel con las respuestas, se sentía pletórico, algo de culpa tenía creer que casi todas sus respuestas eran correctas. Caminó por dentro de la universidad realmente feliz, por fin se estaba acabando la época de estudiar y pronto
Sergio abrió los ojos, pero no estaba en su habitación. La estancia aunque similar, había cambiado. Se levantó con algo de pereza y descolocado, sus pies flotaban como guiados por nubes y la puerta parecía acercarse sola.
Los exámenes fueron transcurriendo y debido al casi enfermizo estudio, Sergio los fue sacando poco a poco. De momento de los tres que salió nota, todos los aprobó. Se lo estaba tomando muy en serio, era su último año y quería acabar la universidad cuanto antes, pensaba que trabajar sería mejor que
Los días pasaron con calma, hasta que llegaron los primeros exámenes para Sergio. Era mitad de enero y sobre todo la semana anterior, no había tenido un momento de descanso, todo había sido estudio y más estudio.
Era un caballo desbocado dando zancadas de varios metros. Cualquiera que le hubiera visto pensaría que huida de la misma muerte, pero no había nadie que le viera, ni siquiera su hermana, que ya comenzaba la última recta en dirección a casa.
Terminaron de beber las botellas cerca de la una de la mañana. La última antes de marchar, la iban a tomar en el casco viejo, por supuesto a petición de Sergio, concretamente en el “Matraka”, bar donde se encontraba su hermana.
Cuando me mudé al piso donde vivo ahora, nunca imaginé que acabaría gustándome tanto. Es más, al principio lo compré de manera apresurada. Salía de una relación horrible y después de vender el piso donde mi prometido me la jugó con una amiga suya, me compré este sin pensarlo dos veces.
Desde las Navidades, la cosa en casa no había cambiado mucho. Sergio seguía hablando con Marta y en ocasiones con Alicia… en bastantes ocasiones. Mari aparte del día de Nochevieja donde se puso un jersey dejando a un lado el pijama, el resto del tiempo se cuidó como siempre lo hacía, poco.
El tiempo transcurrido durante el sexo, sumado al paseo con Marta hasta casa de sus abuelos, llegó a casa con el tiempo justo para sentarse a cenar. Ambas mujeres estaban en la cocina, Mari cocinando y su hermana pegada al móvil sentada a la mesa.
A Sergio le encantaban las fechas navideñas, el decorado en las calles, en los balcones… era fantástico y por algún motivo la gente parecía más alegre y amable que de costumbre. El día de Navidad siempre había sido el más especial junto a su cumpleaños, fue así desde que tenía uso de consciencia.
Sergio y Marta oficialmente volvieron al de tres días después de su encuentro en la biblioteca. La joven acabó derramando alguna lágrima de felicidad al escuchar que “su chico” la perdonaba y volvía a confiar en ella. El muchacho se había creído las sinceras disculpas y dio por válida la historia de
La vuelta a casa, aunque extraña porque apenas hablaron, estuvo llena de felicidad. Ambos terminaron con una sonrisa en los labios y la promesa de que al siguiente hablarían para ver qué rumbo tomaba la relación.
Entró en la biblioteca con las manos sudadas y un ligero tic en el parpado, se notaba como en su primera cita. El corazón le latía frenético notando como tamborileaba dentro de su pecho y la sangre le retumbaba en las sienes. Subió los dos pisos que le separaban de su destino, desde que descubrió
La vuelta a casa fue más desastrosa de lo que se esperaban. La felicidad les duró un día, nada más. Cuando se metieron en cama, en las que habían usado gran parte de sus vidas, la cruda realidad les golpeó sin piedad. Sergio, envuelto en sus habituales sabanas y Mari, al lado de su marido, que
Sergio se vistió y bajó con calma a desayunar. Su madre ya le había calentado la leche y tenía listo el cola-cao. Se sentó junto a ella después de darla un beso, como si nada hubiera pasado el día anterior, aunque al hijo algo le molestaba en su conciencia
Carmen se despertó antes que su hermana, que todavía dormía a pierna suelta aunque el sol entrase con fuerza por la ventana. “Demasiadas emociones” pensó malvadamente con la imagen muy nítida de la noche anterior.
La mujer le miró con ganas, con unos ojos de cazadora que el joven podría haber confundido con la de una Leona en mitad de la sabana. Carmen se introdujo en el agua con lentitud, primero su trasero, el cual sentó con calma mojando así el bikini rosa que llevaba. La parte de arriba no llegó a mojarse
En las toallas volvió a reinar el silencio, el sol había evitado las hojas de los árboles y les daba en diagonal con más intensidad. Las gotas que se deslizaban por sus cuerpos apenas tardaron en secarse. Su madre se había puesto las gafas de sol y de mientras su hijo cerraba los ojos para relajarse
Mari esperaba en la parte delantera de la casa, apoyada en el coche al tiempo que con los ojos cerrados disfrutaba del calor que le producían los rayos de sol. Tenía muchas ganas de pasar el día con su hijo, desde que era pequeño no tenían un día para los dos, aunque tampoco recordaba hacer mucho
Sergio se puso la misma ropa que llevaba a la tarde y apareció con rapidez donde estaba esperándolo su madre. Apenas tardó en llegar, (que corta se sentía ahora la carretera) donde observó paciente como su madre se despedía de su amiga Pili para después entrar en el coche
Jaime entró en el baño escuchando el agua de la ducha correr. Se acercó al lavabo cogiendo el cepillo de dientes, sabiendo que el golpeteo de los chorros caía sobre el cuerpo desnudo de su mujer
Cuando su madre desapareció por la puerta, el joven miró su móvil. La luz parpadeaba, anunciando que tenía algún mensaje pendiente de leer. “Tía Carmen” era lo que ponía en la pantalla, lo abrió antes de arrancar y leyó el contenido